Por qué el aguinaldo se esfuma

Por qué el aguinaldo se esfuma

La Argentina ha decidido endeudarse hacia el próximo siglo. Poco se entiende que un gobierno salga a colocar deuda a tan largo plazo por un monto pequeño. Si es una demostración de que el país puede acceder a los mercados de capitales, porque los inversores confían, el precio que se paga tal vez sea oneroso. Pero no tanto como el endeudamiento que otras gestiones asumieron y con “aliados estratégicos” de la región como Venezuela, a casi el doble de tasa. En definitiva, los préstamos siempre resultarán caros porque se llevan una porción del ingreso de un país, de una provincia, de un municipio y hasta de una familia. Ese dinero, generalmente, ya no es para anticipar consumo, sino para cubrir “baches” financieros.

Y llegamos a fines de junio, con un poco más de oxígeno financiero. Claro que en la inmensa mayoría de los asalariados la premisa no es atesorar fondos como ahorro o volcarlos al dólar, más allá de que el mes pasado, unos 745.000 argentinos hayan adquirido en el mercado oficial cerca de U$S 1.500 millones.

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La llegada del aguinaldo es aquel alivio. Pero, a diferencia de lo que sucede a fines de año, no ingresa en la puja con Papá Noel, los Reyes Magos o las benditas vacaciones de verano; esta vez, casi tiene un destino exclusivo: achicar diferencias con la “señora deuda”.

Quien está registrado, es decir en la formalidad laboral, seguramente utilizará la primera cuota del Sueldo Anual Complementario (SAC) para cubrir los saldos de la tarjeta de crédito. Es una conducta casi natural, porque el segundo semestre vendrá con mayores gastos, pensando más en la conducta al consumo propia de fines de año.

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De acuerdo con los datos del Banco Central, un asalariado tucumano registra una deuda con los bancos que, en promedio, representa dos sueldos y medio. A ello hay que sumarle los compromisos adicionales que se observan con el endeudamiento con tarjetas de crédito. En la formalidad laboral, es decir, en aquellos asalariados bancarizados, la tendencia al préstamo personal para cubrir otras deudas ha pegado un salto interanual exponencial: del 50%. Y hasta es más barato asumir créditos por esa vía. Según un reporte de Focus Market, la tasa de interés de los préstamos personales está entre 7 y 8 puntos por debajo de la que cobran las tarjetas de créditos para financiar sus compras. Y allí vuelve a surgir el círculo vicioso: con ese dinero se cubren otros préstamos tomados anteriormente. Algún parecido con la realidad financiera de la Argentina, no es mera coincidencia.

Las empresas están observando con inquietud esta tendencia. Por esa razón, hay negocios que tratan de apuntalar las promociones con tarjetas (financiamiento a tres y a seis cuotas, particularmente), como una manera de recuperar el consumo perdido en el último año y medio.

Raúl Ostengo, experto en Cobranzas, suele decir, por ejemplo, que no hay que perder de vista el horizonte local. Particularmente porque Tucumán tiene una elevada tasa de informalidad laboral. Sucede que, en el distrito, el 42% de los asalariados están en negro y, una de las consecuencias de esa situación irregular, es que no pueden acceder al sistema financiero para endeudarse. Por esa razón, cada vez más se observan largas filas de personas en las financieras, más allá de los intereses que se solicitan para los créditos. Gran parte de los negocios con expansión regional han encontrado en ese mercado un terreno fértil para explorar. De hecho, el retail es uno de los sectores que más ha impulsado este tipo de financiamiento que se garantizan con pagarés. Claro que el riesgo, en este sentido, suele ser controlado y, en muchos casos, los “informales” honran sus deudas porque no tienen otro mecanismo para acceder a dinero extra. El riesgo, en este aspecto, es mirar más el monto de la cuota, que el plazo de pago. Como la Argentina.

El aguinaldo, en definitiva, es ese aliado circunstancial que se esfuma cuando llegan las boletas de los servicios públicos privatizados, de la tarjeta de crédito o de algún préstamo atrasado. No es que los argentinos no tengan cultura financiera; sencillamente, el proceso inflacionario vivido ha deteriorado el poder adquisitivo. Por eso, algunos viven con lo justo, mientras otros de refinanciación en refinanciación. Como la Argentina.

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