Corrupción versus pobreza

Corrupción versus pobreza

“Osvaldo (Jaldo) se la juega toda”. “Yedlin (Pablo) no garantizaba el triunfo”. “Pasamos de ganadores a perdedores”. “Ahora habrá que remarla más en el interior”. “Pasamos de perdedores a ganar cómodos”. “Nadie baja a un candidato que mide bien en las encuestas”. “Se anticipa más aún la batalla de 2019”. “Quedó claro que Alperovich (José) sigue manejando todo”. “Jugada perfecta”.

Las frases son algunas de las que surgieron a borbotones desde el sábado a la tarde, luego de que se confirmara que el vicegobernador sería precandidato a diputado en la lista de la Casa de Gobierno. Legisladores, intendentes, funcionarios y dirigentes diversos intercambiaron diagnósticos y sensaciones ni bien se supo la noticia. Algunos “contrincantes” incluso compartieron cifras entre sí y esbozaron teorías sobre qué podría pasar de ahora en más: que tal encuesta dice tal cosa y que tal otra confirma esto y aquello. Por ejemplo, un peronista y un radical intercambiaban datos mientras degustaban un café y una botella de agua en la Legislatura. En esa charla, a la que luego se sumaron dos parlamentarios más, unos y otros coincidían en que el oficialismo perdía con Yedlin a la cabeza por entre cuatro y ocho puntos (su imagen es buena, pero está tercera o cuarta en nombres -según la encuesta-, por detrás de Cano, de Alperovich y de Juan Manzur y hasta de Germán Alfaro, según la medición). También sacaban cálculos sobre por cuánto podría ganar Jaldo y se chicaneaban respecto de si sacaría una diferencia de más de 100.000 votos o si sería ínfima. En ello no hubo acuerdo, como tampoco en qué se consideraría una derrota o una victoria. ¿Si Jaldo gana por unos 50.000 votos será como haber perdido? ¿Deberá superar los 120.000 de diferencia de hace dos años para subirse al ring de la lucha por la gobernación? ¿Logrará revertir los puntos que según los encuestadores del Gobierno y de la oposición tenía Cano por encima de Yedlin? Demasiados interrogantes para una novedad que tiene menos días que dedos de una mano.

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Julio Aurelio y Hugo Haime, sin embargo, llevaron algo de claridad a los nerviosos armadores de la oposición y del oficialismo, respectivamente. Ambos encuestadores coinciden en algo: más del 50% de los tucumanos evalúan de manera negativa la gestión de Mauricio Macri, por un lado, y la corrupción es su principal preocupación, por otro. El Gobierno nacional está mal calificado por las condiciones económicas adversas (en casi la mitad de los hogares afirman que sus ingresos no les alcanzan para vivir) y la corrupción relegó a la inseguridad y a la inflación como principal problema a combatir en la medición de mayo.

Así, los gurúes de los números les dieron los ejes de campaña a unos y a otros: Cano cabalgará sobre la corrupción y su combate, y Jaldo hará foco en una gestión nacional que profundiza la pobreza. Es lo que en ambos casos ya vienen realizando. Manzur y Jaldo no desaprovechan ninguna ocasión para remarcar las necesidades “de la gente”. Cano y los suyos ligan a los ex K y compañía con el robo de fondos públicos.

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Hasta aquí, la lectura de los números es suficiente para comprender parte de las decisiones electorales. Hay otras que tienen que ver netamente con lo político, como por ejemplo lo que Alperovich le habría dicho a Jaldo, en la Casa de Gobierno, en la cálida tarde del pasado sábado de invierno: “si querés ser gobernador, salí y ganá las elecciones”.

Ahora se avecina el tiempo de las chicanas, sobre quién “mintió” más o menos a los votantes. El oficialismo exige a los opositores con cargos públicos que pidan licencia para hacer campaña y ellos les contestan recordándoles que la mayoría de ellos fueron reelectos en estos cargos -y en anteriores- mientras eran desde concejales hasta senadores. También le recuerdan a Jaldo que fue consecutivamente candidato testimonial y que desde casi el regreso de la democracia que vive de la política. Le retrucan a Cano que maneja un “plan coreano” (por la denuncia de presunto tráfico de influencias con empresarios de Corea del Sur) y que su espacio contiene la corrupción que afirma combatir.

Se ha largado la batalla, que reedita viejas rencillas, que incorpora nuevas consignas y que dejará a alguno fuera de la guerra por la gobernación.

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