Balcarce y los tucumanos

Balcarce y los tucumanos

Fue nuestro diputado a la Asamblea del XIII.

JUAN RAMÓN BALCARCE. Mandó la caballería del ala derecha en la batalla del 24 de septiembre de 1812. JUAN RAMÓN BALCARCE. Mandó la caballería del ala derecha en la batalla del 24 de septiembre de 1812.

Un prócer nacional cuya importante vinculación con Tucumán no suele destacarse fue el general Juan Ramón Balcarce. Vino a esta ciudad en 1804, con grado de ayudante mayor. Revistó en una de las compañías que partieron desde aquí a luchar contra los ingleses (1806), y actuó con brillo en la Defensa.

Bajo el mando de Manuel Belgrano estuvo, con el Ejército del Norte, en la acción de Las Piedras. A su pedido, el general lo envió a Tucumán para recoger las armas existentes. Como se sabe, esto provocó la reunión de vecinos que, dirigidos por Bernabé Aráoz, solicitaron a Belgrano que se detuviera en Tucumán. Así, estuvo Balcarce en la batalla de Campo de las Carreras, al mando del ala derecha de la caballería. Su carga, con los “Decididos de Tucumán” y los Dragones, fue decisiva para la victoria. Claro que, en su “Autobiografía y memorias”, Belgrano expresaría desagrado por la forma en que se cumplió aquella carga. Le tomó antipatía también por los planteos posteriores, sobre el papel que había jugado realmente su arma en el combate.

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Ese año, Balcarce fue elegido diputado por Tucumán a la Asamblea de 1813, junto con Nicolás Laguna. En sus “Memorias”, José María Paz dice ese elección fue un gran favor de sus muchos amigos tucumanos: le permitió dejar el ejército, donde era notoria su desinteligencia con Belgrano.

Después seguiría su carrera. Mandó le infantería en la derrota de Cepeda; fue dos veces, por breve tiempo, gobernador de Buenos Aires, así como (1826) diputado al Congreso Constituyente. Ya general, ministro sucesivo de los gobernadores Dorrego y Rosas (con quien luego se distanció), y plenipotenciario en el Brasil, falleció en la estancia del Chañar, de Concepción del Uruguay, el 12 de noviembre de 1836. Vicente Fidel López dice que “aunque de genio poco atropellado, era sin embargo hombre de acción, vivaz, activo en el campamento y bastante bravo y acertado en el campo de batalla”, además de “abierto, alegre, generoso”.

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