No tengan miedo, no se callen... ¡Anuncien!

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25 Junio 2017

> LA MISA DE HOY

PBRO. MARCELO BARRIONUEVO

Lecturas: (Jer 20,10-13) “El Señor está conmigo”, (Rm 5,12-15) “Por un hombre entró el pecado en el mundo”, (Mt 10,26-33) “Lo que os digo de noche decidlo en pleno día”.

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“No les tengáis miedo a los hombres, pues nada hay oculto que no vaya a ser descubierto, ni secreto que no llegue a saberse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a plena luz; y lo que escuchasteis al oído, pregonadlo desde los terrados. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma...” El Evangelio habla de dos realidades: la necesidad y fortaleza de testimoniar la fe en la tierra y la conviccion de una vida eterna en Dios o fuera de Él.

Sobre la primera hemos de señalar que estamos llamados a no tener miedo de manifestar lo que creemos. La sociedad humana, tantas veces hostil a principios irrenunciables para un cristiano, nos ofrece la oportunidad de testimoniar nuestra fe. No se trata de crearse enemigos ni de suscitar polémicas en vano para ejercer de héroes todos los días. Viviendo sencillamente nuestras verdades suscitaremos interrogantes en muchos, especialmente entre quienes creen estar muy seguros “de su propia verdad”. En el fondo está la pregunta: ¿qué convicciones, qué libertad y qué concepto de sí mismo tiene quien no se atreve a vivir y a hablar como piensa? No tengamos miedo de vivir y hablar segun nuestras creencias; hablemos y defendamos las verdades de la vida, la familia, la fe, la integridad de nuestras tradiciones, etc.

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En un segundo lugar se nos habla del destino eterno del hombre. Una vieja sentencia cristiana dice: Respice in finem, mira al fin. Y la Escritura aconseja: “Piensa en el fin de la vida y no pecarás” (Eccl 7,40). El fin para los seres humanos racionales es el cielo o el infierno. ¿El cielo? La visión de Dios cara a cara por toda una eternidad. Esa visión comportará una felicidad total, incluso corporal: “Ya no tendrán hambre, ni sed, ni descargará sobre ellos el sol, ni el bochorno, porque el Cordero que está en medio del solio será su pastor, y los llevará a fuentes de aguas vivas, y Dios enjugará todas las lágrimas de sus ojos” (Apoc 7, 16-17). No hay palabras para describir la inmensa dicha que se apoderará de quienes se vean inmersos en ese océano infinito de la Vida Trinitaria de Dios. Lo asegura San Pablo: “Ni ojo vio, ni oreja oyó, ni pasó al hombre por pensamiento cuáles cosas tiene Dios preparadas para aquellos que le aman” (1 Cor 2,9). El Infierno, en cambio, es todo lo contrario.

Vivamos y hablemos con convicción nuestra fe y no olvidemos que nos espera un cielo.

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