Una inmersión en el universo King

PERFIL

TODO SOBRE STEPHEN KING

ARIEL BOSI

(Plaza y Janés - Barcelona) 

La obra de Stephen King, profusa y dueña de un extraordinario éxito de ventas es, además, carne para sus fanáticos: volúmenes que alcanzan varios cientos de páginas, mayormente ligados al género de terror, pecan de gula lectora. Ese hombre de labios finos, pómulos marcados y anteojos de marco fino ha sabido comprender la escasa distancia que separa una marca literaria con las leyes que indica el mercado.

De ese compost se desprende Todo sobre Stephen King, de Ariel Bosi, “obra de un fan, para los fans”: “que los lectores que aún no han leído sus obras descubran el maravilloso escritor que es”.

La organización del material, que expone un profundo trabajo de investigación, circula entre la minibiografía (la tragedia familiar, la pobreza, la búsqueda y el ascenso), sus influencias (Bradbury, Stevenson, las películas de los ’50 y ‘60), sus seudónimos (Richard Bachman, el alter ego más utilizado, a la postre desenmascarado); su magnum opus La Torre Oscura, compuesta por ocho novelas; una mención ligera de algunos de sus textos inéditos; las adaptaciones al cine (Carrie, El resplandor, Cementerio de animales, It, La ventana secreta, tantas otras); series, comics, audiolibros y videojuegos; la efímera banda de rock junto a otros autores norteamericanos; un retrato de la ciudad que, como una Macondo o una Santa María de lo aterrador, ha pasado de la real Bangor (Maine) a la ficticia Derry; y un sinfín de curiosidades, detalles insospechados, enumeraciones por momentos ripiosas e inventarios cercanos a una lista de supermercado.

La mejor escena, quizás, sea una de los inicios: cuando el mismo King se decepciona de las primeras páginas de un relato y las arroja a un tacho de basura, y su esposa, Tabitha, las rescata con la esperanza de que aquello se convirtiera en su primera novela publicada: Carrie.

Todo sobre Stephen King es una empresa de orden titánico, y Bosi (productor de contenidos deportivos, diseñador de videojuegos), el autoproclamado Lector Constante, naufraga en ella, al fin, feliz, en su propio Mar de los Sargazos.

© LA GACETA

Hernán Carbonel