Tenía que llover… y llovió

Tenía que llover… y llovió

Llegó a nuestro país Tiene que llover (Anagrama), la quinta novela que compone la enorme obra autobiográfica del escritor noruego Karl Ove Knausgard, agrupada en Mi lucha. En 700 páginas cuenta sus tiempos de estudiante terciario, sus primeras publicaciones, sus borracheras, vuelve a la muerte del padre y recuerda sus sentimientos de culpa ante las infidelidades

DETALLISTA. Knausgard vuelve a exponer públicamente a su entorno. DETALLISTA. Knausgard vuelve a exponer públicamente a su entorno.
25 Junio 2017

Por Alejandro Duchini - Para LA GACETA - Buenos Aires

Karl Ove Knausgard lo hizo de nuevo. Su quinta novela de las seis que componen su autobiografía Mi lucha, agrega 700 páginas a las 2.100 que ya sumaban las anteriores. En Tiene que llover, Knausgard vuelve a exponer públicamente a su entorno: familiares, amigos, colegas y parejas, lo que le valió enojos. Se nota que mucho no le preocupó. Si alguien cuenta su vida en más de 3.000 páginas, es obvio que debe ser detallista. Knausgard lo es. También recuerda su banda de rock, Las máquinas de Kafka, en la que tocaba la batería, aunque sin demasiada fe. En realidad, no era hombre de fe en sí mismo, justamente. Lo mismo le ocurría con la escritura. Cuando publicó su primer cuento, rememora, no lo podía creer. Simplemente porque esperaba que las cosas no salieran como quería. Detalla también la envidia silenciosa hacia sus amigos que escribían bien y publicaban mientras él intentaba convertirse en escritor. Habla de la culpa que le generaban sus infidelidades. De hecho, Tiene que llover termina con el fin de su primer matrimonio.

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Vuelve, como en el primer libro, a su obsesión: el padre, a quien siempre intentó acercarse a pesar de rechazos recurrentes y palizas que recibía. Cuenta, aunque en breves páginas, cómo fue su muerte y qué sintió al enterarse. También detalla unos diálogos entre ambos que dejan en claro el desamor de ese hombre que murió solo y alcohólico. Y describe como un momento de gloria aquella reunión familiar en la que, ya adulto, el autor sintió que al fin los roles se cambiaban: “Por primera vez en mi vida me sentí más fuerte que él, por primera vez en mi vida no había ni rastro de miedo en mí encontrándome en la misma habitación que él”. Hay un diálogo imperdible con un sacerdote, antes del entierro, que tal vez haya servido como primer parche para su liberación. El otro parche posiblemente sea el primer libro de la serie autobiográfica, La muerte del padre.

Menciona varias veces a Julio Cortázar y Jorge Luis Borges. Describe a un amigo que leía Todos los fuegos el fuego. Luego cuenta que fue a buscar algún libro de Cortázar. Y después: “Se me había ocurrido otra idea para una nueva novela, ligeramente inspirada en unos cuentos que había leído de Borges y Cortázar”.

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A diferencia de los anteriores (La muerte del padre, La isla de la infancia, Un hombre enamorado y Bailando en la oscuridad), que son apasionantes desde el principio, a Tiene que llover le cuesta arrancar. Pero desde la mitad toma velocidad y atrapa. Hasta ese último momento de crisis matrimonial en el que Knausgard recuerda las palabras de su esposa: “Has estado deprimido durante cuatro años, desde el otoño en que murió tu padre y debutaste, tan poca alegría ha sido muy difícil de sobrellevar. Lo he intentado, lo he intentado todo. ¡Y entonces de repente consigues escribir, y estás otra vez contento! Me resultó enormemente provocativo. Tengo la sensación de no tener nada que ver con tu vida”. Unas pocas líneas más y llega el final. Claramente no ha parado de llover.

© LA GACETA

Tiene que llover*
Por Karl Ove Knausgaard
“-Le tenía miedo -dije-. Siempre le he tenido mucho miedo, joder. Bueno, sigo teniéndole miedo ahora mismo. Lo he visto dos veces esta semana, pero sigo sin estar del todo seguro de que haya muerto, no sé si me entiende. Tengo miedo de que venga y que… bueno, que se enfade conmigo. Es así de sencillo. Me tenía atrapado de alguna manera, y no me soltó nunca. Me alegro de que haya muerto. Esa es la realidad. Es un gran alivio. Y por eso me remuerde la conciencia. No es que él hiciera eso o se comportara de esa manera a propósito.
Lo miré.
-¿Qué relación tenía tu hermano con él? ¿La misma que tú?
-No lo sé. Me parece que no. Creo que Yngve le odia. Yo no le odio. Pero no sé. Siempre trataba mucho peor a Yngve que a mí. Conmigo intentaba a veces arreglar las cosas, pero Yngve no estaba dispuesto a eso, lo rechazaba. 
-Dices que no lo hacía a propósito. ¿Por qué creés que lo hacía, entonces?
-Estaba atormentado. Era una persona atormentada. Ahora lo entiendo. No quería vivir la vida que nosotros vivíamos, se obligaba a ello. Luego se divorció e iba a hacer lo que le daba la gana, pero todo fue de mal en peor, empezó a beber, y en algún momento perdió el contacto con la realidad. Los últimos meses vivió en casa de su madre. Fue allí donde murió. Allí estaba sentado bebiendo. En realidad fue un suicidio. Quería morir, estoy seguro de ello”.
* Fragmento.

Tiene que llover*
Por Karl Ove Knausgaard

“-Le tenía miedo -dije-. Siempre le he tenido mucho miedo, joder. Bueno, sigo teniéndole miedo ahora mismo. Lo he visto dos veces esta semana, pero sigo sin estar del todo seguro de que haya muerto, no sé si me entiende. Tengo miedo de que venga y que… bueno, que se enfade conmigo. Es así de sencillo. Me tenía atrapado de alguna manera, y no me soltó nunca. Me alegro de que haya muerto. Esa es la realidad. Es un gran alivio. Y por eso me remuerde la conciencia. No es que él hiciera eso o se comportara de esa manera a propósito.
Lo miré.
-¿Qué relación tenía tu hermano con él? ¿La misma que tú?
-No lo sé. Me parece que no. Creo que Yngve le odia. Yo no le odio. Pero no sé. Siempre trataba mucho peor a Yngve que a mí. Conmigo intentaba a veces arreglar las cosas, pero Yngve no estaba dispuesto a eso, lo rechazaba. 
-Dices que no lo hacía a propósito. ¿Por qué creés que lo hacía, entonces?
-Estaba atormentado. Era una persona atormentada. Ahora lo entiendo. No quería vivir la vida que nosotros vivíamos, se obligaba a ello. Luego se divorció e iba a hacer lo que le daba la gana, pero todo fue de mal en peor, empezó a beber, y en algún momento perdió el contacto con la realidad. Los últimos meses vivió en casa de su madre. Fue allí donde murió. Allí estaba sentado bebiendo. En realidad fue un suicidio. Quería morir, estoy seguro de ello”.
* Fragmento.

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