Un 20 de junio de 1820

Un 20 de junio de 1820

A las 7 de la mañana murió Manuel Belgrano

EL GENERAL BELGRANO. Aferrando la bandera que creó, en un mármol de la escultora tucumana Lola Mora. EL GENERAL BELGRANO. Aferrando la bandera que creó, en un mármol de la escultora tucumana Lola Mora.

Desde setiembre de 1819, cuando dejó el mando del Ejército del Norte, el general Manuel Belgrano había resuelto vivir en Tucumán. Pero en febrero de 1820, entristecido por la ingratitud y por la enfermedad, se puso en marcha a Buenos Aires. Lo acompañaban dos de sus antiguos oficiales, los coroneles Emidio Salvigni y Gerónimo Helguera, y el médico José Redhead. La hinchazón de las piernas le impedía caminar, así que estos amigos lo cargaban en brazos en cada posta, para bajar del coche. El único auxilio económico que recibió durante el viaje fue el de un comerciante de Córdoba, Carlos del Signo, quien le acercó 400 pesos sin admitir recibo.

En marzo ya estaba en Buenos Aires, en casa de su hermano, el presbítero Domingo Belgrano. Lo cuidaba su hermana Juana. Muy pocos lo visitaban. Asiduamente lo hacía fray Cayetano Rodríguez. Un día llegó Gregorio Aráoz de la Madrid, a quien el general le insistió en que profundizara los apuntes sobre sus campañas, sugerencia que fue la base de las “Memorias” del tucumano. El gobernador Ildefonso Ramos Mejía le envió un auxilio de 300 pesos, pero no consiguió que la Sala de Representantes votara un subsidio en su favor. También lo visitaba su amigo, el comerciante José Celedonio Balbín. “Muero tan pobre que no tengo con qué pagarle el dinero que usted me prestó”, le dijo.

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El 25 de mayo redactó su testamento, y el 19 de junio entregó su reloj de oro al doctor Redhead. “Es todo cuanto tengo que dar a este hombre bueno y generoso”, dijo. Luego, escribe Bartolomé Mitre, entró en agonía, “después de prepararse cristianamente, sin debilidad y sin orgullo, como había vivido, para entregar su alma al Creador”. Sus últimas palabras fueron “¡Ay, patria mía!”.

El general Manuel Belgrano murió a las siete de la mañana del 20 de junio de 1820, en momentos en que Buenos Aires tocaba el clímax de la anarquía, con tres gobernadores. Pocos días antes, había cumplido 50 años.

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