Ese sabio consejero de apellido Kerr

Ese sabio consejero de apellido Kerr

DT DE LOS BUENOS. Kerr logró quitarle la presión del juego a sus jugadores. DT DE LOS BUENOS. Kerr logró quitarle la presión del juego a sus jugadores.

Carlos Tevez vs. Juan Román Riquelme mientras Boca se juega el título. Cristiano Ronaldo que amenaza con irse de Real Madrid porque la justicia española le avisa que debe pagarle al fisco como cualquier otro ciudadano. El banquero argentino que confiesa haberle manejado el dinero de las coimas al fallecido Julio Grondona. Rusia y la FIFA que siguen rechazando críticas y abren la Copa Confederaciones a un año del Mundial. El presidente de la Nación que pide almorzar con el nuevo DT de la Selección. Y los alfileres. La polémica vuelve como un fantasma para recordarnos el largo historial de nuestro fútbol con la trampa. La trampa como atajo. La trampa porque somos víctimas. La trampa porque el otro hace trampa. Y la trampa como recurso. El deporte, es cierto, puede ser todo esto y también muchas otras cosas más. Pero el deporte, hay que decirlo, también sigue siendo juego.

Lo vimos más que nunca con la última final de la NBA. La imagen postriunfo de Golden State Warriors, por conmovedora, fue la conferencia del formidable Kevin Durant agradeciendo la distinción de Mejor Jugador (MVP). Durant venía de anotar 39 puntos en el triunfo que marcó el 4-1 final contra Cleveland Cavaliers. De marcar una media de 35.2 puntos en cada juego de la final. De liderar a un súper equipo de estrellas. Y de decir que no bastaba formar un equipo de “galácticos” para ser campeón. Porque no todos los superequipos habían ganado luego el título. Pero lo conmovedor, en realidad, fue cuando recordó los orígenes de una infancia difícil y señaló a su madre que estaba en la platea. “Vos ganaste el MVP”. Le dijo. Se refería, claro, al MVP de la vida, no al de la NBA.

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La imagen que sin embargo más me llamó la atención, acaso decisiva para que el superequipo también fuera campeón, fue la del técnico Steve Kerr casi escondido, mientras todos celebraban el triunfo una semana atrás en el Oracle Arena de Oackland. Doris Burke, presentadora de ESPN, tuvo que buscarlo cuando otros técnicos, sabemos, son los primeros que aparecen delante del micrófono después de ganar un anillo.

El ex compañero de Manu Ginóbili en los Spurs estaba entre feliz y angustiado. Kerr fue un hombre que en los Chicago Bulls llegó a ponerle freno a la prepotencia del gran Michael Jordan, el que sufrió joven la muerte de su padre Malcolm, docente universitario, a manos de un ataque terrorista en El Líbano, en 1984. Y el que ya había ganado su primer anillo como técnico en el año de su debut al frente de los Warriors. Pero ahora, pese a su juventud (tiene apenas 52 años), teme no poder volver a dirigir. Le han vuelto dolores de la operación de espalda de 2015 que causó una fuga de líquido en su espina dorsal y que ya lo habían obligado a desertar de los primeros 43 partidos de la temporada anterior, porque le provocaban problemas hasta para caminar. Una enfermedad crónica que tampoco pudo aliviar el uso medicinal de la marihuana.

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Kerr, DT precoz, supo lidiar con un plantel que cuenta con cuatro de los top 15 jugadores de la NBA (Durant, Steph Curry, Klay Thompson y Draymond Green). Con seis jugadores que por algo tienen salarios de más de U$S 10 millones anuales. Y los motivó, dicen los especialistas, haciéndolos jugar con alegría. Así cumplieron la racha más formidable invicta en juegos de playoff en toda la historia de las grandes ligas del deporte de Estados Unidos.

Cuentan que Bob Myers, el manager general que contrató a Kerr en 2014, no podía creer lo que veía cuando fue a un entrenamiento en uno de los momentos más tensos de la consagratoria final de 2015. Jugadores que escuchaban música, pateaban pelotas de fútbol y se reían todo el tiempo entre ellos. Cero presión. Jugadores que competían fieramente en el más alto nivel y con alegría. “Una epifanía”, lo definió Myers. Kerr, hay que decirlo, logró ese ambiente pese a que, por momentos, parecía subirse a los hombros de sus jugadores para indicarles que no estaban haciendo lo que él les pedía. Pero un segundo después sabía hablarles al corazón. Combinó firmeza con libertad creativa. Los artistas se lo agradecieron devolviéndole otro título que acaso avisa el inicio de una nueva y poderosa era de dominio dentro de la NBA. La continuidad de Kerr, dicen los especialistas, será clave para que eso suceda.

“No se si podrá hacerlo”, admitió una fuente cercana al entrenador tres semanas atrás al diario “San Jose Mercury News”. Kerr se formó como técnico en sus últimos años de jugador al lado de Greg Popovich, el DT que dirigió a Ginóbili en todos sus años en la NBA. Por eso su compromiso en crear una mística interna que uniera al grupo. Por eso su compromiso general con todo lo que afecte a su comunidad. Dentro y también afuera de la cancha. Años atrás, fue con la ley de Arizona que desataba la “cacería” de inmigrantes. Después, con el “gatillo fácil” que mataba ciudadanos negros. Y desde hace meses, como lo hace Popovich, contra los aspectos más brutales del presidente Donald Trump. Por eso circula desde hace tiempo en las redes la fórmula presidencial para las elecciones de 2020: “Popovich-Kerr a la Casa Blanca”.

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