Día del Padre: creatividad que se hereda no se hurta

Día del Padre: creatividad que se hereda no se hurta

Tres hijos de distintas generaciones afirman que llevan incorporados los “genes de la inventiva”. Por eso le dedican esta página a sus papás.

Día del Padre: creatividad que se hereda no se hurta

Hola Guillermo. Hola Bernabé. Hola Ramón. ¡Feliz Día del Padre! Este regalo no tiene envoltorio ni moño. No lo esperaban. Es un mimo. Una caricia al alma. Un sueño tal vez nunca soñado. Imaginamos sus caras de sorpresa en este mismo momento. Una lágrima que se escapa y rueda caprichosa por la mejilla. Así lo pensaron ellos. ¿Podían esperar otra cosa más original? La creatividad les brota por los poros. Les corre por las venas. Sí, ellos -Nicolás, Aurelio y Diego- sostienen que la heredaron de ustedes. Y quisieron obsequiarles hoy, en el Día del Padre, este reportaje. Que sepan, con estas líneas, lo orgullosos que están de quienes les dieron la vida.

No es fácil ser hijo de un padre creativo y emprendedor. Siempre es arduo escapar de las zonas de confort. Sin embargo, esa imagen es lo mejor que ellos vieron. Y que hoy repiten en sus rutinas (muy poco rutinarias, por cierto). Relaciones marcadas por la libertad y la confianza, por la admiración mutua, por el ejemplo, por el poder de la perseverancia. Aquí están sus regalos. Abran su corazón.

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> Diego y Ramón

El regalo para Ramón vale por dos

La mirada pensativa. La estatura. La sonrisa. El ser curioso. El ser optimista. El no temerle a los desafíos. Diego Sáez Gil (35) está seguro de que eso lo heredó de su papá, Ramón Sáez (59). “De chico, yo siempre lo observaba en su trabajo como arquitecto. Inconscientemente ya me estaba enseñando un montón de cosas. Aprendí de él que se puede cambiar el mundo que nos rodea con creatividad, esfuerzo y trabajo en equipo”, dice este joven tucumano que se destaca por sus invenciones tecnológicas.

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Hace 10 años Diego se fue de la provincia. Ahora vive en Nueva York, donde fundó la empresa Bluesmart. Allí creó la primera valija inteligente del planeta. A pesar del tiempo que ha pasado, extraña cada día a su papá, viaja seguido a visitarlo y está siempre en contacto con él por teléfono.

Le gusta definirlo como “arquitecto y emprendedor”. De la infancia, lo que más recuerda de su papá es cuando les compraba a él y a sus hermanos -Juan Pablo y Gonzalo- modelos de aviones para armar y los hacían juntos. “Esto, junto con otros hobbies y proyectos que compartíamos, me enseñó que se pueden crear cosas y me formaron como ‘hacedor’ y emprendedor”, destaca.

Luego habla de una anécdota que todavía le arranca risas: “una vez cuando éramos niños nos llevó a mis hermanos y a mí de campamento y pesca (creo recordar cerca del dique Escaba) y había tantos mosquitos que tuvimos que estar todo el tiempo dentro de la carpa y no pescamos nada. ¡Pero estuvo divertido igual!”.

- ¿Cuándo creés que se sintió muy orgulloso de vos?

- Creo que siempre se sintió orgulloso de cómo fui tomando riesgos y siguiendo mi propio camino.

De chico veía a su papá como un ídolo, y de grande, como un amigo. Cuando le preguntamos si le gustaría ser como Ramón, Diego afirma que lo que más quisiera replicar es su optimismo.

- ¿Qué te gustaría regalarle?

- Un viaje juntos, con él y con mis hermanos. ¡Lo haremos pronto!

Y con esa promesa se despide a 7.500 kilómetros de distancia. No sin antes aclarar que este será un doble obsequio: porque hoy es el Día del Padre y mañana el cumpleaños número 60 de Ramón.


> Nicolás y Guillermo

"Me dijo: vamos a casa que tengo un proyecto"

Lo primero es lo primero. Eso lo tiene en claro Nicolás Giampaoletti (20 años). Lo que más le agradece a su papá, Guillermo (además de haber heredado de él unos ojos color celeste profundo), es aquel día de agosto de 2016 cuando lo fue a buscar a Londres.

Hasta ahí había llegado el joven buscando un rumbo, justo después de haber abandonado la carrera de Arquitectura.

“Llegó con la idea de que hiciéramos algo juntos. Él también había dejado atrás un trabajo en una constructora y estaba con ganas de emprender”, recuerda Nicolás.

A diario, como vecino de Yerba Buena, su papá veía la cantidad de residuos urbanos amontonados en las veredas de las casas. “No puede ser que no se trate eso, que no se aproveche, pensaba él. Y me decía que teníamos que hacer algo con la basura, transformarla en algo útil”, detalla Giampaoletti.

Nicolás, que nunca había sido amante de la ecología, al principio no entendía mucho. “Era tal el entusiasmo de él que me contagió. Y lo seguí”, confiesa. Al llegar a Tucumán le pusieron nombre al proyecto: “Urman”. “Nos gustó el término, no tiene un significado particular, como nosotros”, bromea.

¿De qué se trata Urman? “Es una iniciativa que propone la generación de energía con los residuos de las ciudades. Por ahora, lo que ya hemos concretado es la fabricación de briquetas. Básicamente son leñas ecológicas hechas con aserrín que se pueden usar en estufas, chimeneas, salamandras, hornos y calderas. Lo vemos como una solución sustentable a largo plazo”, explica Nicolás, con una seguridad que sorprende. Enamorado perdidamente del producto, lo muestra y exclama: “ves, este sería medio kilo de basura que estamos aprovechando en vez de tirarlo”.

Desde que nació la idea hasta el emprendimiento que hoy mantienen padre e hijo pasaron muchas cosas. De hecho, también el proyecto fue mutando. Una vez, en septiembre del año pasado, Nicolás fue de oyente a una charla para emprendedores, adonde comentó al pasar la iniciativa. Enseguida los contactaron con la Asociación de Empresas de Tecnología de la Información (Aetti), que impulsa la investigación y el desarrollo de proyectos. A partir de ahí no pararon más. De reunión en reunión, terminaron exponiendo en una expo de Tandil, donde finamente encontraron el lugar para poner la fabrica y arrancar con el emprendimiento.

“Esto significa que otra vez, y después de muchos años, volveremos a vivir juntos”, dice emocionado. Ya tienen clientes e incluso firmaron un convenio con la Secretaría Forestal de la Nación y la Cámara de Aserraderos para conseguir aserrín de madereras certificadas y que no practiquen la tala ilegal.

Un reencuentro

“Convertir una idea en negocio con mi papá es lo más lindo que me pasó. Hay mucha confianza y nos entendemos. Fue como reencontrarme con él, desde otro lugar. Me sorprendió su creatividad. Es una de las personas más capaces y superdotadas que conozco”, dice Nicolás, que es el segundo de los cuatro hijos de Guillermo. “Aprendo todos los días de él, sobre todo a mantener la calma en momentos límites. Nos peleamos, claro, nos cuesta separar lo personal de los negocios. Pero también me enseñó a perdonar rápidamente”, dice. Y detalla cómo hacen para solucionar las peleas: yendo a tomar una cerveza a un bar.

“Con él aprendí a salir de la zona de confort. Eso es fundamental, apostar por cosas nuevas tal vez es algo que siempre me enojaba de chico. Nací en Tucumán y después nos fuimos a vivir a España, a Buenos Aires, y él siempre venía con nuevas ideas. Su cabeza no para nunca. Eso es ser emprendedor, es dejar todo por tu proyecto -explica-. Lo admiro mucho porque se cayó mil veces y sin embargo siempre se levantó y salió adelante”.

A diferencia de los hijos que heredan una empresa, a Nicolás le gusta más la idea de que el emprendimiento haya nacido de cero. Porque así, dice, pueden trabajar de igual a igual y él es más libre para imponer sus iniciativas. El joven, por ejemplo, quiere destinar un porcentaje de las ventas a fundaciones que luchan contra la desnutrición infantil.

Ya faltan pocos días para que este sueño, Urman, se haga realidad. Después de tantos viajes, distancias y otras cosas de la vida, Nicolás está ansioso por celebrar hoy este reencuentro: “te quiero y te admiro papá, feliz día”.


> Aurelio y Bernabé

"Siempre voy a estar orgulloso de vos"

La motivación está tatuada bajo su piel. Por ello, Aurelio (13) es inconscientemente una máquina de emprender cosas. Hace unos meses, cuando en el mundo se desataba el boom por los spinners (el trompo de moda para los chicos), él le dijo a su papá, Bernabé Pico Estrada (43), que quería construirlos con sus propias manos y venderlos. Y juntos pasaron horas diseñando y armando estos objetos. Vendieron más de 500, de todas formas y colores.

No olvidará nunca esos momentos. Como tampoco aquella vez que lo incentivó para que participara de un concurso de cortometrajes. El resultado fue un premio por su trabajo con chicos en situación de calle.

En su mente viven los recuerdos patentes de cuando iba al jardín de infantes en Suiza. Aurelio nació en ese país cuando su papá, que es arquitecto, ganó una beca para perfeccionarse. “Yo tenía cuatro años. Él me llevaba a la escuela todos los días y había mucha nieve; le llegaba hasta la rodilla, así que me alzaba. Y pese al frío y la nieve, siempre paraba en la plaza para hacerme jugar un rato”, rememora.

Aurelio, que se declara amante del cine y de la fotografía, se siente más parecido físicamente a su mamá, Florencia Vivas. Sin embargo, ella los encuentra bastante semejantes. “Sobre todo en la forma descontracturada que tienen de vestirse, de desenvolverse”, dice Florencia, que es artista, y está orgullosa de que su esposo y su hijo sostengan tan buena relación y compartan la pasión por la creatividad y el emprendedurismo. También cuenta que su otro pequeño, Livio, va por el mismo camino. Con sólo siete años hace stop motion.

- ¿Qué le dirías hoy a tu papá?

- Gracias pa, por enseñarme tanto, por ayudarme en lo que más me gusta. También por enseñarme a respetar a las otras personas. Siempre voy a estar orgulloso de vos.

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