Un joven químico creó una molécula que ayuda a cuidar la salud

Un joven químico creó una molécula que ayuda a cuidar la salud

El tucumano Pedro Abate recibió un premio por su trabajo de tesis, y cuenta de qué se trata.

EL EQUIPO. Gastón Pourrieux, Pedro Abate, Néstor Katz y Mónica Vergara, en la Facultad de Bioquímica. LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA.- EL EQUIPO. Gastón Pourrieux, Pedro Abate, Néstor Katz y Mónica Vergara, en la Facultad de Bioquímica. LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA.-
18 Junio 2017

Hay dos puntos donde coinciden libros sagrados de distintas religiones y la Teoría del Big Bang: en algún momento el Universo empezó a existir... y no hay producto terminado. Una de las más claras consecuencias del Big Bang es la concepción de que el Universo está en expansión; el Génesis, por su parte, narra que Dios vio que su obra “estaba bien” y al séptimo día descansó. No dice que estuviera “lista”. Y claramente, no lo estaba.

Aquí en Tucumán hay demiurgos como Pedro Abate, un joven químico (29 años) que ha creado una molécula, es decir, ha agregado un “ladrillo” más al Universo; un ladrillo que no existía. Fue uno de los resultados de su tesis de doctorado.

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No es el primero que lo logra; de hecho, es miembro de un equipo de investigación, dirigido por el doctor Néstor Katz en Inquinoa (Instituto de Química del NOA) que se dedica precisamente a eso: “generar nuevas plataformas moleculares”, definió Katz (quien dirige la tesis)... Y ante la mirada de desconcierto añadió: “crear materiales nuevos”. Contó además que su creación le ha valido al joven un premio en el XX Congreso Argentino de Fisicoquímica y Química Inorgánica.

Mientras tanto, Pedro -hijo y nieto de hombres dedicados a la química- pasaba del rubor por el halago, al orgullo y contó: “soy un feliz producto de la educación pública, y mi hallazgo fue posible gracias a una beca del Conicet”.

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Traducir la ciencia

A partir de ese momento, la charla, de la que también participaron los coautores del trabajo, el ya doctor Gastón Pourrieux y Mónica Vergara, codirectora de la tesis, se debatió en la tensión de explicar en lenguaje llano lo inmensamente abstracto, que empezaba por el nombre del trabajo. “Mejor ni lo escribas”, dijo sonriendo Pedro. Cosas como esta pasan -entre otras dificultades- cuando se trata de explicar ciencia básica. Por eso, entre todos, se decidió bautizar su invento con un nombre apto para todo público: “la molécula de Pedro”.

Podemos contar con más claridad que la molécula tiene dos partes iguales (no a todas les pasa lo mismo); que cada una de esas partes tiene como núcleo un centro metálico llamado renio, y que ambas están unidas por un puente.

La molécula tiene algunas habilidades interesantes: es capaz de censar la cantidad de cisteína, un aminoácido (parte de una proteína) con importantes propiedades antioxidantes. Además, ante determinados estímulos, la posición del puente cambia y con ello, sus propiedades.

Pero es tan complejo y, para los comunes mortales, tan abstracto que hacen falta más presentaciones. Aquí van: los antioxidantes son sustancias cruciales para evitar la formación de radicales libres en el cuerpo. A su vez, los radicales libres son partículas muy agresivas, responsables del envejecimiento, que atacan todas las células, por lo que estas generan una red antioxidante con ingredientes como vitaminas, minerales y sustancias químicas especiales llamadas tioles. Una de ellas es el glutatión, y la cisteína es uno de sus tres componentes.

Retomando el rumbo

Aclarado esto, podemos volver a la molécula de Pedro: ella es capaz de detectar y cuantificar la presencia de cisteína. “En el futuro, el dosaje podría ser tan sencillo como ahora se controla la glucosa”, explicó el joven.

Pero además, puesta en contacto con la cisteína la molécula se mostró capaz de modificarse es decir, cambiar su estructura. “Esa propiedad, que es binaria -o sea, está en una posición o en otra- permite pensarla como un interruptor molecular; más sencillamente dicho, como una llave de la luz: deja o no deja pasar un estímulo”, añadió. “Si bien lo que hacemos es ciencia básica, esta molécula actúa como un chip de computadora, pero con elementos a una escala mucho más pequeña; quizás en un futuro sistemas similares sean capaces de reemplazar los chips actuales. Y, quién nos dice, podrían formar parte de una futura computadora molecular... ¿un cerebro artificial?”, se permitió -entre risas- soñar Pedro.

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