“El rey era nuestro padre”

“El rey era nuestro padre”

Conocido como Rama IX, el rey de Tailandia murió en octubre del año pasado. La ley impone tres meses de duelo, pero es probable que dure un año. Con 70 años de reinado, era el monarca con más tiempo en el trono. Y con 30.000 millones de dólares de patrimonio, era también el más rico a nivel mundial

18 Junio 2017

Mujeres jóvenes con vestidos negros hasta las rodillas que esconden los hombros y el escote, viejos de piel bronce, traje y corbata, taxistas en camisas oscuras que transpiran el calor de una ciudad que no distingue el verano del invierno, vendedores ambulantes con cintas de luto, niños que no soportan el calor que se empoza en los trajes de padrino de bodas en miniatura. La luminosidad de los días contrasta con el vestuario mortuorio: “¿Qué van a decir si estás vestido de otro color?”, retruca una madre tailandesa a su hijo que está a punto de escaparse de los pantalones. “Van a decir que no respetás al rey”.

Las plazas de los Campos Reales, en el centro de Bangkok, están atestadas de carpas de lona, el Palacio se divide entre los que admiran un museo (cámara en mano) y los que lo miran como un palacio (con ramo y foto del rey). Los policías dividen a los turistas curiosos de los miles de tailandeses que se amontonan para dar el último adiós al rey Bhumibol Adulyad, una despedida que dura ya más de seis meses y sigue. Algunos pasan la noche en la vereda para llegar, 12 horas después, a ver las cúpulas doradas y saludar un cajón cerrado. Vienen del norte, de las llanuras cubiertas de ríos; del Sur, de las playas paradisíacas que viven del turismo de locación hollywoodense (“Visite la isla donde se filmó La Playa”, “Visite la bahía de James Bond”, rezan los carteles).

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Mientras tanto, la ciudad parece detenida en el duelo y eso es mucho decir sobre los puentes atestados, conexiones a doble nivel y sky lines que dan la sensación de que Bangkok fue construida con retazos de otras ciudades.

En cada esquina, un altar dedicado al monarca aguarda las ofrendas de flores, frutas e incienso. Las fotos de Bhumibol besando niños, pintando, observando la ciudad con la mirada de un padre orgulloso compiten con las estatuas doradas de aire marcial que proliferan en esta Babel asiática.

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Conocido como Rama IX, el rey murió el 13 de octubre del año pasado. La ley impone tres meses de duelo, pero dada la extensión de su dominio y la conmoción popular, es probable que dure un año completo. Con 70 años de reinado, en vida se decía que era el rey con más tiempo en un trono. Una fortuna estimada en 30.000 millones de dólares lo coronaba, según la lista Forbes, como el monarca más rico del planeta.

Para Katy, nombre inglés de la guía turística que llora frente altar en la estación Lumpini del metro, la muerte de este hombre de 88 años de edad le llegó de sorpresa: “Ustedes los turistas no entienden que el rey era nuestro padre, sentíamos que iba vivir por siempre”, dice. Y toma dos sahumerios para seguir rezando.

“El magnífico”

El nombre de Bhumibol es tan extenso como un párrafo y termina en Maha Rat, palabra que fue introducida al español para hablar de alguien rico y misterioso. El término en tailandés (colmado de vocales abiertas y sonidos vibrantes) significa “el magnífico” y “el amado por el pueblo”. Muy pocos reyes en la historia de Tailandia poseen este título y, menos aún, uno que a lo largo de 70 años haya construido una historia digna del país que vive de imagen sensual for export.

Nacido en Massachussets, Bhumibol apenas cursó la primaria en Bangkok; luego se fue a Suiza donde continuó sus estudios. Por ese entonces, el reino de Siam era aliado de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Se convirtió en rey el día que la segunda bomba nuclear estalló en Nagasaki y después de que su hermano mayor (según dicen) se suicidó por la inminente rendición del Imperio Nipón.

Cada familia tailandesa tiene un retrato del rey guardián y una historia que atesora. Nissarat Karrahat, una estudiante universitaria, de pelo negro y ojos de animé, muestra una foto de él sosteniendo un manojo de orquídeas blancas entregadas por su abuela. El relato familiar cuenta que Rama IX, al ver a la anciana, detuvo la comitiva que iba a parar el avance de las rebeldes islamitas en el sur. El rey se bajó del Rolls-Royce, caminó directo a ella. Episodio que todavía conmueve a la nieta 30 años después: “Él mantuvo unido al país en los años más difíciles”, dice entre lamentos.

La reacción se repite al infinito. Junta Tangjitmanngam, una chica vestida con zapatillas Nike, remera Gap, también solloza cuando cuenta que Bhumibol supo mantener la unidad nacional en 19 golpes de Estado (algunos los soportó, en otras ocasiones fue su impulsor).

Lo cierto es que, en los últimos diez años, la economía thai desbordó el paraíso prostibulario y se transformó en un país de ingresos medios con las tasas de desigualdad más extremas de Asia. Toda hipótesis sobre Tailandia está teñida de exotismo: no hay nada que lo incentive más que un rey rico y admirado hasta el fanatismo. Sin embargo, el duelo filtra sentidos políticos: el heredero al trono, Vajiralongkorn, está acusado de corrupción y, fundamentalmente, de llevar una vida de playboy, mientras la junta militar que gobierna el país desde el 2014 rechaza todo pedido internacional de convocar a elecciones.

© LA GACETA

Salvador Marinaro - Periodista y crítico literario.

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