La pelota está en la cancha de Sagra

La pelota está en la cancha de Sagra

Sagra y Galina. Sagra y Galina.

Cuando Emilio Luque asumió la presidencia de San Martín no fueron pocos los que pensaron: “estamos salvados”. Y no. Los únicos que se disfrazan de mesías son los magnates rusos, árabes o chinos, para quienes los grandes equipos europeos son caprichos que alimentan pagando fortunas demenciales por un jugador de fútbol. Luque no llegó a San Martín para hipotecar su patrimonio, como tampoco lo hará Roberto Sagra. El éxito de la gestión pasará por la capacidad para administrar y por la creatividad para financiarse con holgura. Además, por si alguien lo olvidó, los reyes magos son los padres.

Los clubes siguen siendo asociaciones civiles sin fines de lucro -por más que Mauricio Macri anhele lo contrario, como lo expresó públicamente- y deben cumplir funciones que no se limitan a la pelota. San Martín es mucho más que fútbol y la directiva encabezada por Oscar Mirkin supo comprenderlo. Después están las críticas que puedan apuntarse al manejo global -o puntual- del universo institucional que les tocó gestionar. Dejaron un club de pie.

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La cuestión es que a la hora de votar al socio lo movilizan numerosas variables. Al que ahorra, algunos le dirán ordenado y austero; otros le dirán amarrete. Y así hasta el infinito. Esas percepciones juegan fuerte en el cuarto oscuro. En este caso, la actualidad futbolera pegó fuerte en la balanza, y eso que el equipo zafó de los problemas con el descenso y se perfila para terminar el campeonato de mitad de tabla para arriba. Para el socio-hincha eso tiene gusto a poco.

La aparición de Diego Cagna fue un milagro. Cuando San Martín parecía condenado a seguir empantanado en el Federal, la llegada del técnico obró como un revulsivo y el ascenso fue oro en polvo. Cagna puso orden, consolidó una idea de juego y demostró que Carlos Bianchi le había prestado por un rato el celular de Dios (¿se acuerdan del gol de Agudiak?). Pero la sensación es que ese ciclo virtuoso llegó tarde y al cabo de algunos fracasos que esmerilaron a Mirkin y a su gente hasta llevarlos al límite.

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Sí, el fútbol fue el talón de Aquiles de la directiva que se marchó y en buena medida se debió a un mal que aqueja al grueso de los clubes: faltan dirigentes que sepan de fútbol. San Martín no los tuvo y eso se tradujo en la contratación de una fenomenal cantidad de troncos y en cuerpos técnicos que se alejaron dejando los proyectos a mitad de camino. ¿Qué es saber de fútbol? Gran pregunta. El maestro Ernesto Duchini lo resumía con inapelable sencillez: 15 o 20 minutos son suficientes para saber si un jugador sirve. Es tiempo de sobra para apreciar cómo se mueve en la cancha, cómo corre y cómo camina, y qué hace con la pelota cuando se la pasan.

Hubo un tiempo en el que los clubes contaban con esos personajes pletóricos de sabiduría futbolera. Ojeadores de talentos y detectores de paquetes. Hoy no están y no porque se los haya llevado la modernidad. Es porque fueron reemplazados por legiones de chantas con carnet de representante, hábiles para hacer negocio con un video bajo el brazo. ¿Tan bien estaba jugando Leandro Gracián en el Rubio Ñu paraguayo para que San Martín lo trajera a cubrir una posición clave y con un sueldo más que generoso? Ayer rescindió el contrato y se fue por donde había entrado: por la ventana. La culpa, por supuesto, no es de Gracián.

Pues bien, una nueva etapa ha comenzado en San Martín. Tal vez sea apropiado desconfiar de los cantos de sirena que prometen cracks de Boca y de River, por más que la línea directa de Sagra con Daniel Angelici -el dueño del poder en la AFA- funcione a pleno. La humildad es buena consejera en los momentos de euforia y hay varias promesas que la dirigencia deberá empeñarse en cumplir. La lista ganadora invirtió muchísimo dinero en la campaña, pero ahora las metas son diferentes. Ya no se trata de ganar una elección. Harán falta ingresos, sí, pero también ideas y mucha armonía para trabajar.

La clave para San Martín -y para Atlético- está en las inferiores. Si pretende dar un salto de calidad, la apuesta a mediano y a largo plazo está allí. Sagra afirma que la competencia de los chicos en los torneos de la AFA será un hecho desde 2018, pero poner las fichas en las divisiones formativas va mucho más allá. Es una tarea integral, multidisciplinaria, por supuesto que onerosa, que merece contar con profesionales de primera línea, y cuyos resultados no están a la vuelta de la esquina. El desafío para esta -y para cualquier dirigencia- es que al mismo tiempo le reclamarán que el equipo gane (y ascienda) y que la institución no deje de crecer. Son las reglas del juego.

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