El chisme forma parte de la vida cotidiana de los tucumanos: ¿se puede combatir?

El chisme forma parte de la vida cotidiana de los tucumanos: ¿se puede combatir?

Dicen que el dinero, como el chisme, se hizo para contarlo. Un grupo de tucumanos abre el debate y recomienda cómo no caer en la tentación ¿Forma parte de la idiosincrasia del ser humano? ¿Qué lo alimenta?

De mirada bífida. Interesado. Cobarde. Ladino. Morboso. La carroña es su bocado. Donde ara crece la afrenta. La envidia. La discordia. La denigración. Cotillea. Entretiene con fruición. Asombra. “¡No me digás!”, “¿te enteraste de que…?”, “¡mirala a la mosquita muerta!”, “no quiero que seas el último en enterarte”, andan de parranda por las calles, hogares, barrios, trabajos, partidos políticos, el poder, tribunales, diarios, hospitales... Palabra estercolera que puebla las bocas. Anida en las muelas, en las orejas, en las dentaduras postizas. Mutila la inocencia. Manipula. Tergiversa. Difama. Devasta. La maledicencia es su religión. Bastardea la verdad. Demócrata. Profesional. Rastrero que se hace caminador. Nadie lo puede esquivar. Pocilga sin fondo. Más certero que Guillermo Tell. Más veloz que Usain Bolt. Desacreditado como promesa de político. Cerraduras, persianas con ojos, la hiena es su fetiche. Ponzoña que envilece a sus practicantes. Repta por la alcantarilla de la maldad. Farfulla por las hendijas de la miseria humana. El chisme es barro del alma.

Es la murmuración, el cuento sobre alguna noticia verdadera o falsa para dañar a alguien. Su mensajero preferido es el correveidile, también conocido como alcahuete. Está emparentado con la envidia o la jactancia. El chisme está presente en la vida cotidiana y para muchos es tan necesario como el pan o el agua. La morbosidad pareciera ser su motor o uno de ellos. ¿Por qué existe el chisme? ¿Forma parte de la idiosincrasia del ser humano? ¿Cuál es su alimento? ¿Hay chismes positivos y negativos? ¿La mujer es más chismosa que el hombre? ¿Es un arma para descalificar o destruir a otro? ¿Sirven para ganar espacios de poder? ¿Hasta qué punto el chismoso puede considerarse un ser peligroso o un enfermo? ¿Alguien puede resistirse al chisme? Dicen que el dinero como el chisme, se hizo para contarlo. A muchos no les gusta pero los entretiene. “Un chisme es como una avispa; si no puedes matarla al primer golpe, mejor no te metas con ella”, decía el escritor George Bernard Shaw.

Publicidad

> Los tres filtros

Patricia Acosta - Locutora-Periodista

Es inevitable pensar en el gran sabio Sócrates y el examen de los tres filtros cuando me pregunto qué de interesante tienen las murmuraciones para el ser humano. Si un chisme, por lo general, busca perjudicar la reputación de alguien, sea cierto o no eso que pueda decirse de una persona que no podrá rebatir o ratificar los dichos, resulta hasta absurdo confirmar que se ha potenciado su divulgación -con la llegada de la tecnología que nos hiperconecta- a través de las redes sociales. Tal vez su atractivo se relacione con su carácter detractor. De ahí, su peligrosidad. El chisme habilita a la manipulación maliciosa y/o capciosa de la realidad, a la inclusión de medias verdades que den crédito de verosimilitud y en consecuencia, al tráfico de juicios difamatorios o exagerados de gloria sobre conductas o discursos ajenos. Como el chisme no tiene fuente identificable, no se sabe cuándo ni dónde se originó -es al portador-, le hace sentir al que lo recibe el poder de tener información confidencial que puede seguir manipulando de manera funcional a intereses diversos, propios o de un otro distinto al protagonista de tal habladuría. Y lo difunde con vigor. “Y es que si lo que vas a decir no es ni cierto, ni bueno ni útil es mejor quedarse callado”, le dijo el filósofo al que venía con un chisme sobre un amigo. Claro que la realidad es muy distinta entre tantos lobos sueltos hambrientos de sabios aguafiestas.

Publicidad

> Espacios de poder

Ricardo Podazza - Actor

En casa cuando era niño había un cartelito muy de la época “Bienvenido pero sin chismes”. Y resulta que cada vecina que pasaba por casa no dejaba de contar algo de alguna otra. En las reuniones también se contaba historias de otros, y mi mente infantil no lograba comprender cómo no se les comunicaba a estas personas que eran mal recibidas si traían chismes de toda índole. Entendí con los años que hay personas que tienen necesidad de pasar chismes y otras de escucharlos. Nace muchas veces de la envidia, de creerse mejor. ¿Es posible pensar que una persona pueda con todo cariño divulgar algo, ya sea bueno o malo, con un objetivo altruista? Sin duda, el chisme tiene como objetivo si no dañar, descalificar. Sirve para ganar espacios de poder sin duda y no es privativo de algún género en especial, es más creo que el hombre es más chismoso y capaz de contar intimidades sin que se le caiga un pelo. El chismoso crónico es muy peligroso, sin duda, y lo increíble es que nunca se busca la verdad o se la investiga, se lanza a la sociedad el chisme y sigue si es jugoso, sin embargo, no hay forma de probarlo y se instala como una verdad. “Miente, miente, que algo queda” del siniestro jerarca nazi es verdad sin duda. Hay chismes muy famosos en nuestra provincia que involucran a personajes públicos y que nunca fueron probados y quedaron como memoria colectiva… ¿Se acuerdan de algunos? ¡Seee!

> El rumor de pasillo

Elena Pedicone - Doctora en Letras

El rumor de pasillo es una variante llamativa que lamentablemente aparece en la vida institucional. Favorecido a veces por directivos intermedios o por la propia autoridad quienes cuentan con esta “oralidad” para remplazar la esperable vía comunicacional de las instituciones democráticas: “¿Pero acaso Ud. no estaba enterado de esto o aquello? “¡Pero si lo sabía todo el mundo! Acérquese a Mesa de Entradas e infórmese si hay alguna novedad al respecto”. El ingenio popular no descansa, y a veces el de las instituciones también. Eficaz manera de restar institucionalidad en un país que clama por menos murmuración en el Estado y más transparencia administrativa.

> Hurgar una vida 

Rodolfo Campero - Médico-Político

Fruto dilecto de cualquier conversación, el chisme es una forma suculenta de comunicación tan vieja y vigente como la humanidad. Aunque no sea la verdad parte de su definición, es un poderoso vehículo de noticias desde antes de la escritura. Siempre ha habido gentes que no viven si no divulgan lo que pasa, impulsados por angustias del corazón, inseguridades o sentimientos de venganza o envidia. Pueden provocar que algo diminuto se convierta velozmente en una monstruosidad. No existe diferencia con el rumor, salvo de ámbito y grado, pero seguro que detrás de cada afirmación hay una intención clara de manipulación, entrometimiento o desinformación. Todos, de alguna forma, como sucede con la mentira, hemos practicado la posibilidad de hurgar una vida. El comadreo exagera las alegrías y desgracias de quienes nos rodean. Somos chusmas. Estamos programados para el correveidile: un chisme cautivante derrota cualquier intento de oposición sesuda. Los políticos son capaces de lindar con la calumnia y la difamación con tal de distorsionar la realidad, ajustando el acierto a la credibilidad del artificio. La televisión amasa fortunas exponiendo intimidades de cantantes, actores y personajes del espectáculo. Los nazis lo convirtieron en estrategia de guerra. Sin embargo, no debemos olvidar que las lenguas viperinas encolerizan a Mercurio, dios de los discretos. Un chisme, aun sin malicia implícita, si no mancha, tizna. Vaya si sabrá de su potencia el ex presidente Bill Clinton. Hasta el libro de los Proverbios lo calcula: “Cuando se acaba la leña, se apaga el fuego; cuando no hay chismoso, se apacigua la disputa”.


> PUNTO DE VISTA

Injurioso y jugoso

GABRIELA ABAD - PSICOANALISTA

No tiene importancia que sea falso o verdadero sino, fundamentalmente, su condición es la de ser injurioso. Siempre guarda la estructura de un tercero excluido y perjudicado. El chisme precisa de un emisor y de un receptor cómplice, ambos se identifican en perjuicio de aquel de quien se habla. Es necesario que devele algo de la intimidad de ese tercero, algo que debía permanecer en las sombras; si se trata de dinero y sexualidad será mucho más “jugoso”. Se trafica en la oscuridad, toma la mascarada de un supuesto secreto que se comparte, no se lo digas a nadie, no abras la boca… es una condición casi de fórmula al momento de revelarlo, pero con el gozoso convencimiento de que las bocas seguirán abriéndose hasta que esté en la de todos.

¿Por qué tanto gozo en este relato compartido? Porque el cotilleo supone fisgonear en la vida de los otros, mirar por la cerradura y encima desplegar la imaginación para decorar las escenas, condimentarlas con apostillas al margen. Ni el que cuenta ni el que escucha se privan de jugar con sus propias insatisfacciones y de sacar a pasear sus fantasías más privadas. Íntimas e inconfesables lujurias y codicias se ponen en escena, todos gozan y nadie se hace cargo, porque si hay algo que caracteriza al chismoso es la falta de responsabilidad de su acto y de sus palabras… se dice, me han dicho…, se comenta… son los epígrafes predilectos.

Otro condimento casi inevitable es la cuota de envidia que se juega en quienes echan a correr el rumor, la más cobarde de las envidias porque no impulsa a ganar lo que el otro tiene, sino a quitárselo, a ensuciarlo y desvalorizarlo. Por esto es que no hay chisme bueno, porque su estructura es maliciosa, sin esa cuota no sería chisme, sería aburrido y no entraría en la avidez de las malas lenguas.

Respecto del tan mentado comentario acerca de que es una cualidad femenina, podemos afirmar que la mujer no es más chismosa que el hombre, quizás el chisme toma estructura distinta en el discurso masculino o femenino, que obviamente se conecta con los fantasmas más propios de un género u otro, pero de ninguna manera los hombres están exceptuados. De cualquier modo y a pesar de todas las bajezas que revela nadie se priva de semejante goce y el que lo niegue que tire la primera piedra.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios