No es por el peronismo, la pelea es por el voto peronista

No es por el peronismo, la pelea es por el voto peronista

La discusión entre peronistas tiene una lógica interna desde la concepción movimientista, más aún cuando se acercan elecciones y los “compañeros” están repartidos en distintas opciones políticas. El enfrentamiento verbal tiene su razón de ser a partir de lo que viene sucediendo en Tucumán desde la recuperación definitiva de la democracia. ¡Y cómo no tendrá razón de ser la disputa entre los propios compañeros si hasta los de afuera quieren “sopar” con esto del peronismo! Ser peronista o reconocer sus figuras y valores “garpa”, como se dice. Si hasta Macri elogia a Perón, y le hace una estatua. Este año, como todos los años electorales, se hablará de la famosa, remanida y gastada “pata peronista”.

Desde 1983 a la fecha, en todas las elecciones provinciales, el justicialismo siempre sumó más adhesiones en las urnas que el resto de las fuerzas políticas -con Colegio Electoral, con sublemas o con acoples-; y tanta es la hegemonía que bien se puede decir que Tucumán es un distrito que mantiene fidelidad electoral al peronismo.

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Se podrá mencionar el triunfo de Bussi en 1995, pero hay que decir que a esos comicios no los quiso ganar el PJ en el rubro gobernador -vaya a saber por qué-, pero se impuso holgadamente en la sumatoria de votos de sublemas a legisladores. Paradoja política cuya explicación se mantiene como una deuda de la dirigencia de otrora. En ese tiempo la deslealtad sonó a traición.

Ergo, es clave en cualquier estrategia el mantener esa “lealtad” o tratar de asegurar que esas adhesiones sigan acompañando a la dirigencia peronista en las votaciones, y no sólo desde el sentimiento. ¿A cuál dirigencia? se podría preguntar en virtud de las divisiones. Quienes sean, todos deben buscar la forma de seducirlos y de contenerlos.

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Esta semana, por ejemplo, referentes del justicialismo local de los gobiernos provincial y municipal se trenzaron en una ingeniosa pelea sobre quién es o no más peronista que el otro. El debate tiene sentido puertas adentro del “movimiento” pero no del “partido”, según la diferenciación conceptual que se hace en el espacio de los compañeros; y al solo fin de que los simpatizantes de esta fuerza política vayan por un camino o por el otro.

A esta pelea supuestamente “ideológica”, pero escasamente doctrinaria, los independientes le son ajenos. Es el enfrentamiento por la descalificación del otro que, vaya coincidencia, también reivindica a Perón y a Evita. Es el método que eligieron desde ambos lados. Tiene una explicación, evidente y sencilla. Y no debe haber nada peor para un verdadero peronista que le digan que no lo es.

Al margen, Cristina en su pelea para que Randazzo no compita con ella en las PASO -¡cómo se atreve a tanto!- amenazó con salir con un frente por fuera del PJ para ser la “única” candidata del espacio. Eso incomoda a aquellos para los cuales el partido es la herramienta electoral del movimiento.

Menos afiliados

Si el voto peronista viene definiendo elecciones a nivel provincial, ¿qué sucederá en el plano municipal? En 2015 en la capital ganó el opositor Cambiemos con un peronista a la cabeza. La ciudad juega un papel central en el futuro de la oposición como instrumento de irradiación política. Es el bastión donde se tienen que asentar las aspiraciones de “Cano gobernador”, porque en la elección de octubre no sólo estarán en juego cuatro bancas de diputados sino la pizarra de 2019.

Habrá que mirar con lupa el resultado final (en 2015 el peronista Manzur sacó 491.951 sufragios y el radical Cano 380.418, según la planilla de la Junta Electoral Provincial), las diferencias entre el uno y el dos, los votos obtenidos en cada sección electoral, en cada ciudad y departamento, y hasta en cada circuito municipal. Y hacer proyecciones y diseñar estrategias para mejorar las performances dentro de dos años. Entonces, no es un dato menor la pelea bajo el manto de una supuesta ideologización que se da por la adhesión de los peronistas.

Según un informe de la Cámara Electoral Nacional, que refiere al último semestre de 2016, el PJ tucumano tiene 179.633 afiliados; lo que lo convierte en el quinto distrito a nivel nacional en número de simpatizantes adheridos, detrás de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Santiago del Estero. Los que votan por las listas del peronismo siempre son más según vimos; razón suficiente para entender la disputa verbal.

Sin embargo, hay un dato que debería preocupar a la dirigencia pejotista: desde 2008 a la fecha, el partido redujo su número de afiliaciones en casi 30.000 fichas. Una cifra que envidiaría cualquier acople. En 2007, el año en el que Beatriz Rojkés se impuso en comicios internos a Fernando Juri, el PJ tenía una planilla de 207.000 afiliados.

Si es cada vez más difícil retenerlos o afiliar nuevos simpatizantes, se entiende aún más el por qué de la disputa por arrimar peronistas al molino o tratar de impedir que sean arrastrados a la trinchera del adversario. ¿Por dónde se canaliza el esfuerzo?: en negarle calidad de peronista al otro. Muy básico.

Si se pudiera medir “la dosis de peronismo” se podría determinar quién tiene la razón o quién se acerca a la verdad. En este marco se puede decir que sí existe el “peronómetro”. Dicen que no, pero sí; y se puede usar. No tiene forma de termómetro, de tensiómetro u otro aparato de precisión infinitesimal porque el objeto de estudio no es físico ni químico; es una rareza de la naturaleza política ya que tiene peso específico y volumen propio.

Los que niegan su existencia no sólo lo hacen porque no conciben tal “aparatito” sino porque decir que nadie lo tiene es la mejor forma de descalificar al otro, el que -vaya paradoja- tampoco lo maneja para desperonizar.

Entonces, ¿cómo medir el peronismo en sangre?, ¿cómo sostener que tal o cual dirigente o simple ciudadano tiene un 10%, un 30%, un 100% o nada de “peronismo” en su constitución?, ¿qué se tiene en cuenta para negarle entidad peronista al otro? El peronómetro existe, no es una entelequia, es un sistema creado y puesto en funcionamiento por el propio general allá por los cincuenta en el siglo del Cambalache, en algún aniversario del 17 de octubre, y reiterado -aunque actualizado por el propio Perón- el 12 de junio de 1974 en la plaza de Mayo.

No es una estructura de medición con aforos o divisiones milimétricas, pero sí un esquema con una veintena de ítems para tener en cuenta a la hora de determinar el nivel de “peronización”. No es un determinante cuantitativo, sino cualitativo. Somos lo que las veinte verdades dicen, apuntó Perón a los compañeros semanas antes de morir.

Entonces, en medio de la parafernalia y de las acusaciones cruzadas entre simpatizantes del peronismo vale desempolvar algunos textos olvidados y como en escuela decir: niños, compañeritos, para la lección de hoy repasar y memorizar las verdades dos, tres, seis, siete y ocho. Como para “medir” el peronismo linfático, pero doctrinario.

Claro, sólo vale para los movimientistas del peronismo. En estos días se escuchó de todo, las acusaciones que unos usurparon el PJ, que otros no saben cantar la marchita, que otros son traidores; en suma, que los otros no son peronistas. ¿Quién tiene la verdad? El peronómetro es un buena forma para salir del paso, el problema es que parece que nadie lo sabe usar o bien lo desconoce porque no es un aparato tan popular y accesible como el Spinner.

Se podría recurrir a los principios lógicos, que constituyen verdades primeras o evidentes -según los que saben-, como para tratar de encontrarle otra vuelta de tuerca al tema. ¿Sirven en este caso? Veamos y sólo para entretener: por el principio de identidad todos son peronistas; por el de contradicción una persona no puede ser y no ser peronista al mismo tiempo; por el principio de tercero excluido una de las afirmaciones debe ser falso y por lo tanto el otro verdadero. O sea, lógicamente no se puede llegar a alguna conclusión que satisfaga a los “contendientes verbales”. Para el caso -y en broma- se puede decir que es lógico que Spock sea peronista porque hace una rara “V” de saludo cuando se despide. Pero no lo es; es vulcano. Lógico.

Escala de valores

Retomando, sí deberían servir, como para una medición cualitativa, aquellas “verdades” peronistas; ahora cajoneadas. ¿Qué dicen? La verdad dos apunta que “el peronismo es esencialmente popular. Todo circulo político es antipopular y, por lo tanto, no peronista”. La tres clarifica un poco más el panorama: “el peronista trabaja para el movimiento. El que en su nombre sirve a un círculo, o a un caudillo; lo es sólo de nombre”. Movimiento, como saben los compañeros, no es lo mismo que partido, y en el PJ hay “círculos” o jefes que no tenían historia peronista. Extrapartidarios que llegaron a manejarlo.

La verdad seis sostiene que “para un peronista no puede haber nada mejor que otro peronista”; frase luego modificada por el propio Perón aludiendo a los argentinos. Quiso cerrar la grieta, pero a la luz de los resultados fracasó. Y, por lo que vemos en Tucumán, para un peronista no hay nada peor que otro peronista apartidario. A ese lo tratan de “traidor” por no someterse a las lealtades de turno.

La verdad siete es ejemplificadora para todos los muchachos peronistas: “ningún peronista debe sentirse más de lo que es ni menos de lo que debe ser. Cuando un peronista comienza a sentirse más de lo que es, empieza a convertirse en oligarca”. Este concepto lleva a recordar algunos episodios recientes de algunos dirigentes provinciales del PJ.

La ocho es una de las más conocidas: “en la acción política la escala de valores de todo peronista es la siguiente: primero la patria, después el movimiento y por último los hombres”. ¿Cuál será la escala de José López y de muchos otros que se identifican como peronistas?

El peronómetro sí existe, es de difícil manejo y de amplia interpretación, pero vale a la hora de tratar de entender la disputa entre dirigentes del peronismo. Los peronistas, en este caso sí saben de lo que están hablando. No es que se están reproduciendo, como se dice, están tratando de fidelizar votos negándole entidad peronista al otro. Y, en el fondo, todos los que discuten son peronistas.

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