Identidades reveladas

El primer fin de semana de junio parió las primeras certezas del calendario electoral: José Cano será el postulante oficial de la Casa Rosada. El radical confirmó en público que será precandidato a diputado nacional y convocó a la unidad de la oposición para derrotar “a las mafias” que gobiernan Tucumán. El mensaje es clarísimo y apunta a provincializar los comicios legislativos nacionales por dos razones. Una, para eludir las encuestas que muestran un deterioro en la imagen del Gobierno nacional. La otra, para apuntalar su figura hacia 2019.

Con el paso dado por el titular del Plan Belgrano ya es posible afirmar que detrás suyo irá la ex legisladora Beatriz Ávila, esposa del intendente Germán Alfaro. La duda en Cambiemos sigue siendo Domingo Amaya. El secretario de Vivienda de la Nación no está en una situación cómoda. Auspiciaba internas empujado por Rogelio Frigerio, el ministro que junto al diputado Emilio Monzó lidera el ala peronista del macrismo. El no rotundo que recibió ratifica que las decisiones políticas de la alianza gobernante las toma el jefe de Gabinete, Marcos Peña. A la vez, el triunfo del peñismo corrobora que en Cambiemos el peronismo podrá acompañar pero que nunca tendrá un rol preponderante en ese espacio y que, a medida que acumule poder, el PRO irá cerrándose cada vez más. Sin posibilidad de ir a las PASO, a Amaya le queda sólo la alternativa de sumarse en tercer lugar. El canismo cree que no aceptará y el alfarismo asegura que sí lo hará. En el entorno del ex intendente son cautelosos. Hay varias interpretaciones dando vueltas. Amaya sabe que si no forma parte de la lista quedará exento de las culpas frente a una eventual derrota de Cambiemos, y hasta podría mirar desde afuera y jactarse de que con él al frente el resultado podría haber sido otro. Entiende, entonces, que se le abriría otra puerta para 2019. Alfaro quiere evitar eso y, por esa razón, en más de una ocasión dijo que le gustaría tener a su antecesor en la nómina. Es decir, involucrarlo para que Amaya también asuma un eventual costo político. A propósito, la sociedad política de 12 años que forjaron los peronistas disidentes pasa por su peor momento, al punto que ya ni siquiera disimulan su malestar en público. Como última incertidumbre aparece el perfil que tendrá la alianza en estos comicios. El PRO y la Coalición Cívica quieren encerrarse en Cambiemos, pero Cano aspira a cobijar a espacios antimacristas, como Libres del Sur, priorizando el Acuerdo para el Bicentenario. Ese es otro indicio de que para el radical estos comicios serán un trampolín hacia la pelea por la Gobernación en un par de años.

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El oficialismo también tuvo su primera confirmación en este inicio de junio y es toda una revelación de identidad: se inscribirá como Frente para la Victoria nuevamente, pese a las dudas que habían surgido. El argumento para sostener el nombre de la alianza que lideraron los Kirchner en el país es que, en Tucumán, el FpV no perdió nunca una elección. En cuanto a los nombres prácticamente no hay misterios. Pablo Yedlin encabezará la lista, secundado por Gladys Medina y por Roque Álvarez en tercer lugar. La duda aparece en el último espacio titular, porque la intención inicial era incluir a un referente de los Orellana. El problema es que los mellizos afrontan una crisis inédita: la intendenta Patricia Lizárraga le pelea de igual a igual poder a su esposo, el legislador Juan Enrique Orellana. En el medio, la jefa municipal perdió el control del Concejo Deliberante (que también respondía al alperovichismo) con el voto de Nataly Orellana, hija de su cuñado José Orellana, el mellizo diputado. Pero, más allá de esas cuestiones de entrecasa, la incógnita se potencia por la irrupción de Cristina Fernández de Kirchner. La ex presidenta difícilmente pueda ya bajarse de la contienda en provincia de Buenos Aires y todo indica que irá a las PASO frente a Florencio Randazzo. Su reaparición obliga a la Casa de Gobierno local a pensar en un lugar para las organizaciones kirchneristas, algo que no tenían previsto y que ahora evalúan.

Al margen de las dudas que restan disiparse, en algo coinciden tanto en Cambiemos como en el Frente para la Victoria: difícilmente la balanza pueda desnivelarse, por lo que habrá un empate en dos en el reparto de bancas. La mirada, entonces, tendrá que posarse en la diferencia de votos que haya entre ambas fuerzas. El FpV necesita mantener o ampliar la diferencia de 120.000 sufragios para no sentirse acechado y el ApB-Cambiemos recortarla lo más que pueda para sentirse con expectativas reales de disputar el poder en Tucumán. El resultado de esas sumas y restas será un indicio más que revelador pensando en 2019.

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