Sergio Beddur: “la vida me dio otra oportunidad”

Sergio Beddur: “la vida me dio otra oportunidad”

El ex preparador físico de hockey vivió situaciones límites y superó adversidades.

CON LAS NARANJAS. Sergio, atrás de la arquera, cuando era preparador físico del plantel subcampeón argentino en 2001. LA GACETA CON LAS "NARANJAS". Sergio, atrás de la arquera, cuando era preparador físico del plantel subcampeón argentino en 2001. LA GACETA
04 Junio 2017

Ver para creer y vivir para contarlo. Sergio Beddur (48 años), ex preparador físico de los seleccionados “Naranjas” del hockey tucumano, afrontó tres enfermedades pero el destino quiso que hoy pueda seguir haciendo una vida casi normal. La rehabilitación mental, emocional y espiritual, más la ayuda de su familia y de sus amigos, hicieron que él mismo pudiera contarle su historia a LG Deportiva. “Cuando me alejé del hockey me dediqué un poco más a mí. Comencé a entrenarme para participar en carreras de aventura, otra de mis pasiones -inició su relato Beddur-. En junio de 2016 comencé a sentirme mal. Disminuí los niveles de entrenamiento pensando que era por el cansancio físico, pero no fue así. El 1° de julio me internan porque no podía caminar. Hacía un paso, me cansaba, me mareaba y no podía respirar”. Luego de la internación, estando en su casa sufrió un desmayo. “Estaba tomando la merienda con mi madre. Fue lo último que recuerdo de ese día. Me internaron otra vez y en el sanatorio sufrí un accidente cerebro vascular (ACV). Los médicos le dijeron a mi familia que quedaría hemipléjico y con una parálisis total del lado derecho de mi cuerpo. Necesitaba un trasplante de corazón. El diagnóstico decía que no iba a volver a hablar ni a caminar. Sólo quedaba esperar 24 horas para ver mi evolución”, agregó.

La dura realidad

Un día después del ACV, Beddur se despertó en el sanatorio. “Pregunté por qué estaba internado y qué era lo que me había pasado. Uno de los enfermeros me dijo que yo estaba mal, que no podía mover mis miembros inferiores y las manos. Entonces le dije: ¡cómo que no! y le mostré que no estaba paralizado. El único problema que tenía era dificultad para hablar”, agregó.

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Beddur le pidió a su familia consultar com Alejandro Bravo, especialista en cardiología. “Mi esposa se contactó con el y el personal del CPC. Me trasladan allí y determinan que estaba en una situación crítica. Tenía muy poca eyección sanguínea en reposo (7%). Luego de los estudios, los médicos me dicen que un virus se había alojado en mi corazón y que había que esperar seis meses, una vez que me cambiaran la medicación. Comencé a a evolucionar bien. Me realizaron un cateterismo a través de la aorta de la pierna para ver mi corazón. Era como un globo, como una nube negra. No tenía prácticamente ningún tipo de función y los movimientos eran muy pequeños”. Luego de ocho días de haberle realizado los estudios con el catéter, le colocan un desfibrilador. “Comencé a sentirme mucho mejor. Me levantaba de la cama y caminaba un poco, a pesar de estar débil porque en el otro sanatorio me habían dado diuréticos y me sacaron casi siete litros de líquido. Había bajado siete kilos en cuatro días. El 28 de julio, el doctor Hasbani (me atendieron Enrique y José, el hijo) decidieron pasarme a una habitación porque vieron que estaba bien, aunque no podían darme el alta porque el RIN que determina la coagulación sanguínea en el organismo tenía que llegar a 2,5. Le dije al médico que al otro día yo iba a alcanzar ese nivel. Me dijo: ‘es imposible, nadie sube cinco o seis puntos en una noche’, a lo que le respondí: ‘la cabeza hace muchas cosas doctor’.

Al otro día tenía 2,5 de RIN y me mandaron a mi casa recomendándome que no caminara, que a lo sumo me levantara para comer y regresara a la cama”. Pero Beddur no hizo caso. Siguió lo que su cabeza le decía.

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El instinto

“Yo sabía que si lo que había estudiado durante tanto tiempo para un entrenamiento físico lo unía a mi enfermedad e investigaba sobre sus reacciones podía recuperarme. Primero caminaba en casa alrededor de la mesa y me iba a dormir. Lo hacía una vez por la mañana y otra por la noche. Fui progresando con el entrenamiento y comencé a mejorar. Me hacían controles cada siete y diez días. Con el primer control notaron que había mejorado. Me dijeron que estaba bien, que siguiera haciendo lo mismo pero sin salir a la calle. Pero como siempre, no hice caso. Primero caminé 10 metros, luego 20. Fui aumentando la distancia cada día. No me autorizaron a caminar más, pero hice otra vez lo contrario. Caminé 100, luego 200, hasta llegar a los 800 metros. Después salía a caminar por la mañana, por la tarde y por la noche. Hacía más o menos cuatro kilómetros por día. Cuando completé los 15 días porque es lo que había estudiado, que cada 15 días se producía la estabilidad del organismo aumenté las distancias hasta llegar a nueve kilómetros en octubre.

Recuperación constante

La recuperación fue constante pero nada lo conformaba. Beddur necesitaba volver a ser deportista. A sentir la sensación del esfuerzo físico, a recordar la adrenalina. Volver a correr. Ese era fue principal objetivo y no se detuvo en ningún momento pese a los numerosos obstáculos que fue encontrando en el camino. “Comencé a trotar, pequeñas pasadas de 5 segundos y así activé mi parte izquierda. Mi recuperación y el entrenamiento fueron tan buenos que en diciembre del año pasado, cuando me realizaron los estudios ya había recuperado el 54% de la capacidad de mi corazón. Este año el desafío fue mayor. Entre enero y mayo empecé a correr 80 kilómetros semanales. Los estudios posteriores me salieron muy bien y hoy estoy haciendo una vida normal, caminando, corriendo y trabajando en todo lo que me gusta”, concluyó Beddur.

Sergio no volvió a vincularse con el hockey pero tiene muchas ganas de volver a hacerlo.

A partir de una situación límite, no se dejó amedrentar por las adversidades y supo encontrar el costado positivo. “Volví a vivir”, asegura. Y eso sólo fue posible por la entereza que mostró para enfrentar la enfermedad y poder ganar el partido más importante de su vida.

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