Café con whatsapp

Café con whatsapp

El gabinete provincial constituido por Alperovich y por Manzur deja al descubierto diferencias entre los dos líderes. Después de la tensión generada por la líder del PJ quedó muy claro que el trípode del poder tiene disidencias.

Para algunos es impresentable. Para otros es un estratega de lujo. Están los que dicen que es un falso y los que lo descalifican por soberbio. Y, obviamente, no faltan los que respetan y valoran su opinión. Es un raro. Es diferente y por lo tanto llama la atención. En estos días en los que andaba promocionando su libro, Jaime Durán Barba sentenció que nadie se despierta a media noche por lo que dijo Macri o tuiteó Cristina. Dejó la idea de que las preocupaciones circulan por otros canales y que son muy distintas a las que suelen desvelar a los hombres públicos que manejan las riendas.

Tucumán tiene unos 600 bares y restaurantes y sobre sus mesas se desparraman los diálogos más diversos, los más sinceros. Es que aquí no quedan rastros como en los celulares y por lo tanto desnudan lo que está pasando.

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En un bar cercano a la Casa de Gobierno, un funcionario con canas se reía a carcajadas después de leer –reiteradas veces- lo que pasaba en su whatsapp. “Mirá este es el grupo en el que estamos todos los funcionarios. Aquí está claro lo que pasa”, decía y le mostraba a su interlocutor un largo cuadro de diálogo. La conversación había empezado hablando –y riéndose- de lo que había dicho Beatriz Rojkés de Alperovich sobre la resucitación del fiscal Alberto Nisman.

Aquellas palabras de la ex presidenta de la Nación por horas fueron el justificativo perfecto para que el gobernador de la provincia se diferencie de los Alperovich. Desde Buenos Aires lanzó sus dardos para responderle a la esposa del hombre que lo había inventado a él como político. Apenas Juan Manzur descalificó a Rojkés de Alperovich, en el grupo de whatsapp de los funcionarios aparecieron sus declaraciones. Las había subido a las 14.29 el fiscal adjunto Federico Nazur.

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Silencio.

Los celulares parecían atravesados por una gran grieta. Nadie quiso opinar nada más. Se callaron. El que escribiera un “ok” o subiera un “pulgar” quedaba condenado para siempre. Sos de Manzur o de “la Betty”. El whatsapp de los funcionarios suele hervir. Son políticos y son muchos. Esta vez se congeló. Cuando un boxeador está en la lona y el árbitro empieza el conteo de 10 segundos, cada segundo es una eternidad. El tiempo se ralentiza. Eso ocurrió el 30 de mayo. Pasaban los segundos y nadie se animaba a decir nada. “¿Estoy con Manzur o estoy con la Betty?”. La disyuntiva palpitaba al ritmo de los corazones.

Algunas horas después, a las 17.24, llegó el chat salvador. La directora de la Juventud de la provincia subió una respuesta-aclaración de su madre en la que decía que no había querido faltarle el respeto a Nisman y en el cual despotricaba contra el gobierno nacional y su accionar. Sara Alperovich defendía a su madre pero había salvado a todos que no sabían cómo abandonar el grupo sin que nadie se diera cuenta. Y todo se normalizó. Un minuto después, El vocal del Ersept, Santiago Yanotti, mostró un emoticón con sus dedos en V y cinco minutos después la titular del Registro Civil, Carolina Bidegorry, no dudó en advertir que se vienen tiempos difíciles y que nadie tenía dudas de que no se quiso ofender a Nisman.

El funcionario mostraba el chat de los funcionarios y se reía más que los espectadores que vieron al intendente Germán Alfaro caerse cuando se le rompió la butaca en la que estaba sentado en el estadio de Atlético meses atrás.

Sin darse cuenta aquel hombre canoso desnudaba el verdadero problema en el que se encuentra enredado el gobierno provincial. José Alperovich, por un lado y el canciller Manzur, por el otro. “Hay que ayudar a Juancito”, dice con voz seductora el ex gobernador, pero a la vez convoca, mueve, publicita y trabaja con los funcionarios que deberían responder indefectiblemente a Manzur. ¿Quién manda en la Casa de Gobierno? Todos disimulan y tratan de mostrar un equipo compacto. Pero eso es una ficción como lo desnudó el celular.

Con humor

A tan sólo dos cuadras, en otro bar, Alberto Lebbos no podía sentirse conforme porque la causa de su hija Paulina había tomado alguna propulsión. Se había levantado y se había ido rumiando malestar. Algunos de sus interlocutores quedaron en la mesa y soltaron su voz. Entre café y café contaron por qué el hombre andaba cabizbajo. “No es para menos, en la marcha que suele encabezar en nombre de las víctimas por la impunidad son cada vez uno menos”, contó el parroquiano. Y, luego se explayó: “Como será que el otro día, Lebbos pidió un aplauso por los presentes y fue mencionando uno a uno los grupo que lo acompañaban. Entonces, terminó diciendo y a ustedes también y pidió un aplauso para los D2, los “servicios” que no faltan nunca en las marchas”.

Una línea cortada

Varias cuadras más al sur se levanta el Palacio de Tribunales y a sus pies se desparraman cafés que suelen estar repletos en horario matutino. El café suele tener el mismo sabor amargo de siempre pero es mitigado por el desfile de modelos masculinos y femeninos que suelen desplegarse entre audiencia y audiencia. Una de esas letradas se saca el tapado, los desparrama en la silla del lado y cuenta: “La guerra continúa. No hay contemplación”, dice como si estuviera en la antesala de la primicia del mes. No se detiene y continúa su relato: “Al fiscal Washington Navarro le plantearon más de una recusación. Y cuando eso pasa hay que abstenerse de hacer medidas, sin embargo, él continuó como si nada mandando oficios a la Cámara en lo Contencioso Administrativo dónde trabajan los jueces denunciados Salvador Ruiz, Horacio Castellanos y Sergio Gandur. Claro, te estoy hablando de la causa de la Línea 11 que está dejando en ridículo a la Justicia”, sentencia y pide un té con una medialuna. Su interlocutor, apenas la deja terminar y repite lo que ya escuchó en los pasillos: “Mirá, los vocales de la Corte quedaron un poco incómodos. Hagan lo que hagan los responsabilizarán de no actuar libremente por el vínculo con el presidente de la Corte, Antonio Gandur y, por lo tanto, todo será apelado. Por eso pienso que tratarán de no hacer nada”.

En un bar de Yerba Buena, los comicios ya vienen asomando. Se escucha que lo nombran más de una vez a Durán Barba. También dicen que hay encuestas que están dibujando los candidatos. Inevitablemente, la queja es contra los radicales o contra los peronistas disidentes. Protestan porque José Cano o Germán Alfaro reciben más mimos que los amarillos. “El Pro aquí depende de ellos y siempre terminamos relegados”, repiten. Los que se identifican como del Pro afirman que incluso los quieren sacar del tercer puesto de la lista. Y, ahí en el acto, arman y desarman listas. Del tercer lugar siempre lo desplazan a Domingo Amaya. Y hay quienes dicen que el Pro también podría tener el segundo lugar con Laura Costa, coordinadora del ministerio de Desarrollo Social de la Nación, o Carla Porta, coordinadora de Políticas Activas de la Gerencia de Empleo y Capacitación Laboral.

Tal vez sea como Durán Barba dice y nadie se desvela por algunos temas de la vida pública; sin embargo, entre el cucharilleo del café, los temas siguen interpelando a los hombres y mujeres públicos y a sus acciones.

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