La democracia no es “A o B”, sino “Más o Menos”

La democracia no es “A o B”, sino “Más o Menos”

La carrera ha largado. La llegada de junio marca el inicio de la cuenta regresiva para la toma de las decisiones políticas más estratégicas de este año: las concernientes al armado electoral para enfrentar las elecciones de renovación de parlamentarios nacionales.

Quedan sólo 13 días para la inscripción de alianzas. El próximo 24 vence el plazo para la presentación de las listas de precandidatos a diputados. Y el 13 de agosto se celebrarán las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias. Esa instancia electoral en la cual el pueblo participa de la preselección de los candidatos, a los cuales votará el 22 de octubre en elecciones generales.

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El reloj de los comicios no tiene pausa y esa parece suficiente razón para explicar las tensiones que están aflorando en la arena política provincial. Sin embargo, en las peleas de la escena pública vernácula se exhibe el déficit de democracia que atraviesa Tucumán. Un déficit consistente en la imposibilidad manifiesta de aceptar el disenso.

Esto o lo otro

El Partido Justicialista despidió mayo con dos episodios reveladores. El primero de ellos aconteció el 23, cuando el congreso de esa fuerza política sesionó para autorizar la conformación de frentes y se terminó asignando al radical José Cano el calificativo de “enemigo” y a Domingo Amaya y Germán Alfaro el título de “traidores”. Dos categorías profundamente antipluralistas. En democracia, los que disienten son adversarios: no se está en guerra con ellos.

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Luego, el oficialismo pejotista acusa con serios problemas de memoria de corto plazo: su archivo no es un dechado de lealtades. ¿Qué se debería pregonar de los que trabajaron en 2007 para que ese partido quedara en manos de Rojkés, cuando ella recién se afiliaba, y se desalojara de la conducción al entonces vicegobernador que se apellidaba Juri Riera? ¿Qué hubiera dicho Eduardo Duhalde, cuya esposa llegó a hospedarse en la casa de los Alperovich, cuando los anfitriones abrazaron el kirchnerismo con la fe de los conversos? ¿Qué diría Cristina Fernández de Kirchner del senador José Alperovich, que en junio del año pasado, a sólo seis meses de que ella dejara el poder, sorprendió a propios y extraños al declarar que nunca fue kirchnerista? ¿Qué diría el ex gobernador Julio Miranda del alperovichismo? ¿Qué son todos virtuosamente pragmáticos?

El segundo episodio fue protagonizado por la propia titular del PJ, la ex presidenta provisional del Senado Beatriz Rojkés de Alperovich, quien llegó a ocupar interinamente la Presidencia de la Nación. “Lo volvimos a resucitar al fiscal Alberto Nisman, porque vemos que Cristina está avasallando en las encuestas”, aseveró. Mientras sonreía…

La titular del partido político de mayor peso de la provincia encarna la contradicción que exhibe el déficit democrático. La tucumana más votada de la historia local es la dirigente que ha proferido las más graves proclamas antidemocráticas de las que se tengan registros.

Frente a las medidas de fuerza de los trabajadores autoconvocados de la salud en 2009, Rojkés de Alperovich eligió el 17 de octubre para aseverar: “Nos hacen paros jóvenes que entraron en nuestra gestión. El error ha sido no trabajar solamente con la gente de nuestro partido que sabe lo que es la lealtad”. Es decir: subordinación o expulsión.

En mayo de 2012, cuando el asesinato de Mercedes Figueroa (la niña de seis añitos ultimada de cinco puñaladas por quienes quisieron abusar de ella) reveló que los cordones cuneta de la democracia pavimentadora no podían ocultar los oprobios de la pobreza creciente y de la marginalidad crónica, la titular del PJ profirió: “No podemos tener al señor Estado a la par de una familia que está borracha, y permite que una criatura esté sola”. Es decir: sumisión o escarnio.

En marzo de 2015, cuando el funcionariado alperovichista recorría las localidades inundadas del sur tucumano sin soluciones sino con paliativos, sin hacerse cargo de la nada que hizo durante una década sino sólo poniendo cara de circunstancia, el vecino Cristian Bulacio advirtió a la entonces senadora “acá no dormimos”, para marcar el contraste con la representante del pueblo: “Usted tiene una casa, una mansión allá”, le dijo el evacuado. La respuesta de la entonces senadora es ya universal: “¡Yo tengo 10 mansiones, no una, y estoy acá! ¡Yo puedo estar en mi mansión ahora, pedazo de animal, vago de miércoles!”. Es decir: resignación o humillación.

La proclama de quien no admite el disenso, por supuesto, puede ser sólo una: vamos por todo.

Uno u otro

A la UCR no le va mejor. La pelea entre el sector mayoritario, que lidera el titular del Plan Belgrano, José Cano, y el que encabeza el vicepresidente segundo de la Legislatura, Ariel García, es una escalada de acusaciones de alta traición.

La última convención de la UCR se celebró con una custodia policial en la sede de Catamarca 851, con los “canistas” acusando a sus adversarios de intentar sabotear la sesión, y los “arielistas” respondiendo que estaban militarizando el radicalismo. A lo que siguió que el aval para constituir “Cambiemos” en el distrito fue considerado, por estos últimos, como un acto de “entrega” de la UCR al PRO y una violación de la Carta Magna. El oficialismo radical contestó con acusaciones de que los derrotados son socios del peronismo gobernante y trabajan para esmerilar al centenario partido.

La apertura de la investigación judicial sobre Cano dispuesta por la fiscala Alejandra Mángano, tras la pesquisa preliminar del Guillermo Marijuán, para determinar si el viaje de colaboradores del radical a Corea del Sur redundó en defraudación contra el Estado y negociaciones incompatibles con la función pública, es ahora la cuestión con la cual la UCR hace gala del déficit de democracia.

Los legisladores Raúl Albarracín y Fernando Valdez han puesto por escrito la demanda de García: que Cano pida licencia de su cargo. Una pretensión que niega para al titular del Plan Belgrano, el opositor más votado por los tucumanos de las últimas tres décadas, la presunción de inocencia. En respuesta, Cano insiste en que debe descubrirse quién está detrás de una operación política en su contra, espuria y rentada. Una pretensión que niega la gravedad de un hecho: no es uno sino que son dos los fiscales federales que han coincidido en que hay que investigar el viaje a Corea del Sur.

Se tratan como enemigos de fe, antes que como correligionarios.

Uno y otro

Uno y otro partido muestran que el déficit democrático se sustenta en la dicotomía. O es uno o es otro. Y no es admisible ninguna otra alternativa. Sin embargo, como supo pautar el politólogo Robert Dahl (1915-2014), la democracia no puede ser “A o B”. La fórmula de la democracia es “Más o Menos”. La democracia es un gobierno consentido: es el gobierno del consenso. Busca consensuar los disensos, en lugar de excluirlos. La democracia, por tanto, es el gobierno de la opinión. De la opinión sobre los asuntos públicos. De la opinión pública.

Pero para ello, radicales y peronistas deberían debatir ideas, ideales, ideologías. En lugar de ello, sólo discuten sobre personas. Candidaturas. Mezquindades.

En la UCR, el sector mayoritario asume que la lista de precandidatos será encabezada por Cano y por la ex legisladora Beatriz Ávila, esposa de quien es, estructuralmente, el hombre más importante de “Cambiemos” en Tucumán: Germán Alfaro, intendente de la capital tucumana, cuya población supera a la de varias provincias chicas del país. El tercer y el cuarto puesto son disputados por el PRO, la Coalición Cívica y Libres del Sur. El sector de García, Albarracín y Valdez se prepara para enfrentar a ese grupo en las primarias.

En el PJ, Juan Manzur quiere que a la lista la lidere el secretario general de la Gobernación, Pablo Yedlin. A él y a Osvaldo Jaldo no les desagrada que lo secunde Miriam Gallardo, la ex legisladora del oeste que quiere la reelección como diputada. Al candidato del este, naturalmente, lo propondrá el vicegobernador. Con ello, hay demasiada dirigencia territorial del peronismo con la ñata contra el vidrio. Los legisladores de la capital ven que no tienen margen para pedir espacios, porque la casilla de San Miguel de Tucumán ya está ocupada por Yedlin. Y los parlamentarios y los intendentes del oeste todavía están esperando que los convoquen. Acción Regional (lo lidera Juan Antonio Ruiz Olivares y su acople consagró tres legisladores) puja por un espacio para el ex jefe de bancada Roque Alvarez. Tucumán Innovador (lo encabezan los mellizos José -diputado- y Juan -legislador- Orellana y su acople también ocupa tres bancas provinciales) quiere un espacio para Sandra Mendoza, esposa del primero de ellos. Pero aún no registran ni una llamada perdida…

Como contrapartida, cuando los dirigentes consultan en Casa de Gobierno acerca de cómo se financiará la campaña, la respuesta que obtienen es que “todos están contenidos” así que “o militan o se van”. Y, aunque el secretario de la Gobernación es uno de los dirigentes oficialistas mejor posicionados en la capital gracias a su reciente candidatura a intendente, nadie ve masas enardecidas ganando las calles y saliendo a pintar, con recursos propios, “Yedlin vuelve”...

Uno más otro

La pregunta que quema, a 73 días de las PASO, es ¿qué se vota? Sólo personas que apoyen o se opongan a personas. Ni ideas ni proyectos, sólo candidaturas. En el mejor de los casos toda noción electoral se reduce a votar a quienes vayan a apoyar lo que quiere el Presidente de la Nación, o a los que se oponen a ello. O a quienes quieren el retorno de la ex Presidenta, o a los que se oponen a ello.

Con lo cual, opera una doble delegación del mandato popular (hay que votar a quienes nada proponen para que ellos apoyen o resistan lo que eventualmente pueda querer el jefe de Estado o su adversaria, sin mayores certezas).

Además, el voto pasa a ser voto de fe (hay que encomendarse a la creencia de que el representante “apoyará lo bueno” y “resistirá lo malo”, pese a toda la estadística contraria de las últimas décadas).

Pero, por sobre todo, se seguirá votando “A o B”. Y las grandes democracias sólo se construyen con un poco de todos.

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