Ese gusano que nos corroe el desvelo

Ese gusano que nos corroe el desvelo

La ambición está íntimamente ligada al deseo y la mala fama la acompaña: ¿es negativo tener ambiciones? ¿Para qué sirven?

Hormiguea el desvelo. El sueño. El tiempo. Un gajo del crecimiento. Empuja “el querer ser”. Está matrimoniado con ella. Ambos son aspirantes. Ella lo es aún más. Se come las uñas. Transpira en los tobillos. Entre los dedos del pie. Histeriquea en silencio o en público, según la estrategia y de quién se trate. El deseo la apaña porque a veces se descarrila y procrea hijas pequeñas, modestas, grandes, exageradas, delirantes, amantes del poder, megalómanas. Inofensiva. Nociva. De un extremo a otro. Algunas nos hacen perder la decencia. El respeto por el otro. Un gusano que corroe el corazón. Desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano. Quien más tiene, más quiere. Quien más quiere, ¿más tiene? Quien no tenga alguna ambicioncita que tire el primer pecado.

Es el deseo ardiente de conseguir algo, especialmente poder, riquezas, fama, mujeres u hombres bellos. Aquel que persigue ese objetivo es mirado muchas veces, en forma despectiva. “Es demasiado ambicioso”, se dice como si fuera algo pecaminoso. Se la asocia con alguien calculador, insensible, que puede recurrir a cualquier artimaña para lograr su meta: “El fin justifica los medios”, “es capaz de vender a su madre con tal de morder un pedazo de poder”. ¿Es malo tener ambiciones o ser ambicioso? ¿Hay una ambición mala y otra buena? ¿Para qué sirven las ambiciones? ¿Se considera usted una persona ambiciosa? “Quien se eleva demasiado cerca del sol con alas de oro las funde”, dice William Shakespeare, mientras un proverbio árabe nos apunta: “Quien se empeña en pegarle una pedrada a la luna no lo conseguirá, pero terminará sabiendo manejar la honda”. ¿Cuál será la verdad de la milanesa?

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> Ser con otros

Tina Gardella / Locutora-Docente

El siglo XXI nos encuentra en medio de interpelaciones hacia los modos de pensar en relación con categorías, prejuicios, estatutos y estereotipos. Pasamos de la negación y la prohibición al todo se puede, nada se nos es negado. Si supuestamente no hay objeciones ni exclusiones, ¿qué y quiénes impiden que se concreten nuestros sueños, deseos y aspiraciones? ¿Qué tantas ambiciones podemos esbozar y cuántas otras quedan a mitad de camino? Para quienes trabajamos con y desde las palabras y su significado, sabemos la importancia del contexto para situar una palabra. Por ejemplo, ambición. Al ritmo de publicitarse los bienes materiales y simbólicos y una supuesta accesibilidad a estos, se carga sobre la individualidad la responsabilidad de apropiarse o no de ellos. Pero toda apropiación supone un previo proyecto de vida, donde las ambiciones -como deseos y aspiraciones- son decisiones que se toman en relación con una idea de vivir con otros y entre otros. Sólo así las ambiciones tienen sentido, en tanto ponen en relación la subjetividad del sujeto -es decir su misma singularidad- con el orden colectivo en donde construye su experiencia social y vivencia personal. Si estas condiciones no se dan, las metas ambiciosas, sean cuales fueren sus esencialidades, terminarán en coartadas narcisistas de identidad, aislamiento e impotencia para salir de sí mismo, en una obscena autoestima, que nada aportan a la construcción de una matriz a partir de la cual se construye el vínculo social, principal basamento de nuestro “ser con otros”.

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> Dar lo mejor

Gustavo Guersman / Violinista-Director orquestal

¿Es malo tener ambiciones o ser ambicioso? Si se considera al término en el sentido de querer lograr algo con pasión y vehemencia y ese algo es algo bueno, considero a la ambición como muy buen motor para alcanzar logros. Hay una ambición mala y otra buena. Vemos todos los días ambiciones desmedidas respecto al poder y la riqueza como fin, como objetivo final sin importar los daños que se causan y lamentablemente, lo vemos en una buena parte de nuestra clase dirigente. Pero también hay, aunque lamentablemente se visibiliza menos, ambición de la buena: en estudiantes, científicos, gente trabajadora, etcétera. Sin tener la ambición de conseguir un objetivo que quizá sea solo la ambición de cumplir cada día la tarea de la mejor manera, lo que considero una labor hecha con suma honestidad sacando lo mejor de cada uno, jamás podríamos alcanzar ciertas metas. En estos años he visto cómo alumnos, con condiciones y un claro sentido del trabajo, han podido alcanzar sus metas, esto también es buena ambición. Me considero una persona que intenta cada día dar lo mejor que pueda dar y por experiencia puedo decir que ese esfuerzo en general ha dado sus frutos o sea: creo en la buena ambición, en la que con honestidad y sin perjudicar a nadie, sirve como motor para alcanzar logros.

> Lo que querés, podés

Mónica Luna / Licenciada en Artes Plásticas

Decidí pecar, sin otro motor que el solo deseo de ser más de lo que soy, me dejé llevar por la ambición de creerme y sentirme sin límites, pequé y lo disfruté. Con los años desarrollé un gusto apasionado por la idea de querer cosas que parecían inalcanzables, poniendo énfasis en lo que busco en diferentes niveles de mi vida. Me dejé llevar por la creencia del “lo querés, podes” y me funcionó la mayoría de las veces. La ambición de crecer me acompañó desde muy pequeña, y fue más de una vez parte activa de mi conciencia. Una medida justa de esta fuerza arrolladora es sin dudas, para mí, el motor que me impulsa a nuevos desafíos. Soy ambiciosa, dejo que el deseo intenso de conseguir lo que me propongo, haga su labor y me lleve (de narices) al final del camino. También ambiciono gente, el cariño, la soltura de los abrazos, risas, ambiciono ser y pertenecer a la vida de los otros, y ambiciono una muerte calma sin demasiadas pretensiones, solo la certeza de haber ambicionado lo que me corresponde.

> Dilemas éticos

Darío Albornoz - Fotógrafo-Conservacionista

Soy fotógrafo y me pregunté por qué serlo. Durante años produje imágenes y actúo como conservacionista y digitalizador de colecciones fotográficas. En el afán de la imagen ambicioné encontrar la permanencia después de la muerte y solamente me sirvió para mirar con atención la vida (lo que incluye la muerte), descubriendo la pequeñez humana sobre esta tierra. Ahora entiendo que la fotografía es el intento de escapar del olvido pero no de la muerte. De la muerte es imposible y del olvido, a pesar de la ilusión que nos presenta hoy internet con sus redes sociales, también. Todo es frágil, se disuelve en el tiempo y espacio. Probablemente, nuestra ambición nos conduzca a pensar que podemos permanecer de algún modo. Es posible. Por un tiempo quizás. La cantidad de tiempo que la ilusión nos permite concebir. Ahora bien, ¿qué podemos ambicionar? Poder, dinero, fama… ¿es imprudente eso? Estas preguntas nos paran en dilemas éticos y morales permanentes. Pareciera que nada es malo o bueno, la relatividad moral nos impide juzgar moralmente la ambición del otro, solamente la propia y hasta donde nos conviene y no nos incomoda. Nuestra relación con el mundo es nuestra relación con los otros en la naturaleza. Somos posibles si permanece el mundo en el que vivimos, lo que nos incluye. Imagino a la ambición, solamente en la solidaridad y el equilibrio, se convierte en una cualidad superadora. Eso implica un profundo e incondicional amor por el mundo, que por cierto hasta ahora, nos contiene.

> La pareja de A y D

Mónica Cazón / Escritora

La ambición inicial fue escribir un texto poco convencional y divertido, si fuera posible. Palabra tras palabra, me aseguraría también de hacerlo reflexivo. Comencé mal, ambicionaba. Entonces pensé que en cada acto, público o privado activamos la tecla A. ¿O es la D? ¿Cuándo termina el deseo y comienza la ambición? Creo que A y D funcionan como una pareja camaleónica. Recordé a Whitman, White, y la ambición del hombre castrado, a la niña que deseaba cambiar el color de sus ojos, y en el intento casi los pierde. A Eróstrato, cuando, para convertirse en una de las personalidades del momento, incendió el Templo de Artemisa. Bonaparte ambicionaba Europa, San Martín fue por toda América. ¿Ambición, deseo, ideales? La que suscribe, ambiciona comer sin engordar, ¡caramba!, y escribir un libro digno, ¿será demasiado? Llegamos entonces a la conclusión de que también las ambiciones tienen categorías. ¿Se ambiciona mucho, poco o nada? ¿Algunas son banales y otras sustanciales? Deshojemos la margarita. Hombres y mujeres poseen aptitudes, habilidades, y la ambición actuaría como un detonador para lograr objetivos y metas. Por lo que deduzco que hasta allí no hace daño. ¿Existe un ser humano que no tenga ambición? El Papa, ¿tendrá ambiciones? Supongamos que sí, la paz mundial. Trump, ¿las tendrá? Prefiero no adivinarlas. Descreo en si existen malas o buenas, más bien pueden ser convenientes o inconvenientes. Sin embargo, una persona cuya ambición no conozca límites constituiría un riesgo. Por lo que habría que evaluar la medida de nuestra ambición. Seguramente cada individuo funciona con su fórmula; “un jardín y mis amigos no se pueden comparar… fumar o dibujar, para qué complicar, complicar” (Pappo).

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