Las dos ventanas de la realidad

El semestre fiscal está cerrado casi 35 días antes de la finalización del primer tramo de este 2017 electoral. La holgura financiera es parte del pasado; pero a la gestión del gobernador Juan Manzur los números le cierran con cierto superávit total, esto con más recaudación que gastos corrientes. El incremento salarial acordado con los gremios estatales recién se sentirá a partir de septiembre, cuando del Poder Ejecutivo pida una ampliación presupuestaria que puede llegar a rozar los $ 3.000 millones.

La recaudación de impuestos provinciales no ha tenido grandes contratiempos. Está dentro de lo presupuestado: en torno de $ 1.100 millones, promedio mensual, como cerrará, por ejemplo, este mayo que está llegando a su fin. Es posible que a partir de mañana se instrumente el plan excepcional de facilidades de pago de la Dirección General de Rentas, que vencerá el 31 de julio. La novación de deudas y la regularización de otras imposiciones no abonadas por los contribuyentes puede llegar a dejarle al erario un monto cercano a los $ 500 millones, una cifra que triplica las previsiones de mínima que hizo la Casa de Gobierno respecto de la moratoria solicitada por los referentes de la Federación Económica de Tucumán (FET). Ese no es un dato menor; aquellos millones pueden implicar al superávit fiscal al cierre del ejercicio fiscal vigente. Las cuentas en orden sirven para afrontar 2018. Sucede que el Gobierno nacional analiza una suerte de régimen especial para premiar a aquellas provincias que hacen bien los deberes y ayudar a los distritos con dificultades financieras, pero a costa de un menor ritmo de obras públicas. Lo peor que le puede suceder a la Argentina es tener provincias deficitarias, como a fines de la década de 1990 o a principios de este siglo, que arrancó con un default de magnitud extrema que restó confiabilidad al país.

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En el medio, sin embargo, están las elecciones. Si bien las autoridades de turno trataron de bajarles la espuma, con el correr de los días se están volviendo como una bisagra para afrontar lo que se viene, una posible búsqueda de la reelección a nivel nacional y a nivel Tucumán. No es prematuro hablar de ello. Los escarceos internos en el oficialismo (nacional y local) son una clara muestra de lo que puede pasar después de octubre, cuando se conozcan los resultados de los comicios de medio turno.

Precisamente, para hacer frente a lo que se viene se necesitarán millones. Hasta el año pasado, mayo solía ser un mes de ingresos extraordinarios por transferencias de fondos de coparticipación federal. Con suerte, mayo de este año cerrará dentro de lo presupuestado (unos $ 2.300 millones de coparticipación neta). Si se toma en cuenta la evolución que tuvieron esas partidas en años anteriores, hay no menos de $ 700 millones que no ingresarán por efecto de los cambios en el impuesto a las Ganancias y por diferimientos en los vencimientos de otros tributos. Tal vez en junio se recuperen parte de los ingresos. En el medio, el Ejecutivo ya ha confirmado que tiene el dinero para afrontar la primera cuota del sueldo anual complementario. El medio aguinaldo requiere de unos $ 1.200 millones que se distribuirán el mes que viene.

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Pensando un poco más allá en el tiempo, 2018 puede llegar a ser el año del endeudamiento. Y no sólo por el efecto de la consolidación de dos compromisos asumidos por Tucumán, por la vía judicial, como son los del viejo conflicto del agua (Ciadi) y las diferencias por el pago de aportes patronales (AFIP), que llevarían el pasivo provincial a unos $ 11.000 millones. También es posible que Manzur se tiente a encarar millonarios emprendimientos de largo plazo. En esa línea se inscriben el Centro Cívico para el sector administrativo de la provincia, un complejo multideportivo en el este provincial o el estadio único. Aún así, hay funcionarios que sostienen que el desarrollo cuesta caro y que hay que tomar decisiones que impliquen inversiones de largo aliento para hacer de Tucumán una provincia más competitiva. No obstante, también es necesario mirar la otra ventana, la de aquellas familias que necesitan recuperar lo que el agua les llevó, las de aquellas que, ni por asomo, pueden reunir los $ 14.000 mensuales para salir la pobreza, o las que requieren de una vivienda. Son dos caras de una misma realidad.

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