A puro fútbol, Atlético cortó la sequía de más de un mes sin victorias en el campeonato local

A puro fútbol, Atlético cortó la sequía de más de un mes sin victorias en el campeonato local

Si hubo que lamentar desatenciones, un pase corto con destino de infarto y uno que otro sofocón, todo eso fue al inicio del partido con Banfield. Pasó al comienzo de un duelo emocionante, de ida y vuelta, cuyo dueño fue construyendo la tan ansiada victoria a partir de comprender que el fútbol colectivo siempre rinde más que una actuación individual.

Fue Atlético el verdugo de Banfield. Fue Atlético el que le ganó bien a un “Taladro” desconocido cuando se trató de patear al arco de Cristian Lucchetti. Porque tuvo chances de ganar cuando ambos pujaban por sacarse el cero de encima. Por caso, Nicolás Bertolo no aprovechó un regalo increíble de Jairo Palomino, y de ahí en adelante, el “Decano” cambió el aire.

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Le costó de arranque, sí, pero cuando sus volantes sintonizaron el mismo dial, el peligro cambió de arco. Lo sufrió el otro bando, el de un visitante sobrador de ratos, correcto con la pelota, paciente para no regalarla, pero lánguido al momento de unir pelota y red.

En cambio Atlético fue el vértigo en su máxima expresión. Y si no tumbó antes la paridad con su invitado fue porque Hilario Navarro le tapó un lindo mano a mano a Rodrigo Aliendro; también otro a Luis Rodríguez, que lejos estuvo de ser el asesino del área que acostumbró a la gente a delirar con sus goles. El zorro de Simoca puede haber perdido el pelo, no las mañas. Y así como no calculó bien para destruir la oposición de Hilario, encontró “Pulguita” la aguja en el pajar en un pase maravilloso a Fabio Álvarez. A diferencia del pasado, el cordobés no quiso buscar el pecho de Hilario. Lo encaró, le amagó, lo pasó y definió en soledad. Gol y 1-0 para el “Decano”. Ese fue el principio del fin de un Banfield que vino entonado por la marcha triunfal de los guerreros imbatibles, pero que perdió hasta los documentos con la primera cachetada recibida.

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En el Monumental, la visita ni por asomo pudo levantarse. Atlético no se lo permitió. Esa fue su virtud, porque a diferencia de lo que venía haciendo en cancha por el torneo local, ayer fue el mismo equipo que aun sueña con clasificarse a los octavos de la Libertadores.

Entonces, eso necesita ratificar el miércoles Atlético en San Pablo ante Palmeiras: ser un equipo ancho cuando la ocasión lo requiera; intrépido si tiene diferencia hombre a hombre; atento para apagar sus propios incendios y letal si la pelota pide por un descanso eterno bajo los tres palos contrarios.

Siendo veloz, Atlético burló el cerrojo defensivo de Banfield. Jugando al toque rápido, Atlético le ató las piernas a los centrales visitante. Los remachó al suelo.

Con tiempo y espacios, ante un ya jugado Banfield que fue espíritu pero no inteligencia, Atlético se hizo una verdadera fiesta, esa que tanto extrañaba porque los números en el torneo así lo ratificaban.

A decir verdad, anoche hubo un clic. Dio la impresión de que se acabaron las dos versiones de Atlético, el de la Copa y el de cabotaje. Ayer fue un solo equipo. Y completo con mucho picante.

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