El centenario de Juan Rulfo

El centenario de Juan Rulfo

El escritor mexicano, uno de los más influyentes de habla hispana, hubiera cumplido cien años esta semana. Especialistas en su obra cuentan por qué recomiendan iniciarse o releer al autor de los emblemáticos El llano en llamas y Pedro Páramo

DE PROYECCCIÓN UNIVERSAL. Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno había nacido en 1917 y mostró que una obra de calidad nunca es corta.  DE PROYECCCIÓN UNIVERSAL. Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno había nacido en 1917 y mostró que una obra de calidad nunca es corta.
21 Mayo 2017

Por Alejandro Duchini - Para LA GACETA - Buenos Aires

Los 17 cuentos de El llano en llamas (1953) y la novela Pedro Páramo (1955) son los libros más conocidos del escritor mexicano Juan Rulfo (Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno), de cuyo nacimiento (en Sayula, estado de Jalisco) se cumplió un siglo el martes pasado. Sin embargo, hay un tercer texto menos conocido, pero tan bueno como esos dos: El gallo de oro, su segunda novela, escrita entre 1956 y 1958 y publicada en 1980. Los tres pueden leerse en una reciente y prolija publicación de la editorial argentina Eterna Cadencia bajo el título Obra reunida (septiembre, 2016). “Como dijo hace poco Luciano Lamberti, ‘Rulfo no envejece y nosotros nos vamos muriendo todos los días’. La obra de Rulfo circulaba escasamente en los últimos tiempos y estamos felicísimos de reeditar sus textos. Junto con las reediciones que hemos hecho de Onetti, Felisberto Hernández y Roa Bastos, esta Obra reunida de Juan Rulfo termina de armar un mapa del imaginario latinoamericano que todavía, o acaso más que antes, es poderosísimo”, me dice Leonora Djament, directora editorial de Eterna Cadencia.

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Rulfo, cuyos personajes se mueven en ambientes pobres y desesperanzados, es considerado uno de los más grandes escritores del siglo XX. Fue además guionista y fotógrafo, rubro en el cual realizó otra gran obra. Fallecido el 7 de enero de 1986 en la Ciudad de México, en 1983 le fue otorgado el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

“No sé si alcanza con decir que es uno de los grandes escritores latinoamericanos. Una definición es difícil. ¿Por dónde empezar? Probablemente por la honestidad intelectual de quien habiendo experimentado uno de los procesos sociales y políticos más complejos de América Latina, la revolución mexicana y los episodios también sangrientos de la rebelión cristera, logró construir una literatura desde la empatía pero también desde una distancia, a veces irónica, en general bastante desesperanzada. En sus cuentos y novelas, la tierra y los campesinos de México encuentran una voz que sin alardes, con pocas palabras, consigue expresar el desamparo. Pienso en Es que somos muy pobres, Nos han dado la tierra, el rencor y el dolor en Talpa, los efectos devastadores del caudillismo en la novela Pedro Páramo, sólo para dar unos pocos títulos”, me contesta la doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires, y especialista en Literatura Latinoamericana de los siglos XX y XXI, Celina Manzoni.

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La calidad de una obra

Cuando le pregunto a Manzoni si considera que tres libros publicados es una producción pequeña, responde que “una obra de esa calidad nunca es corta”. Y agrega: “Un solo cuento de Rulfo en dos o tres páginas es superior en ocasiones a largas y a veces pretenciosas novelas que no hacen más que repetir lo que el lector espera escuchar. Más de lo mismo. Nunca sucederá con Rulfo que en cada lectura nos revela un mundo siempre nuevo, siempre cercano y lejano al mismo tiempo”.

En la misma línea opina Ezequiel De Rosso, doctor en Letras por la Universidad de Buenos Aires, profesor universitario y escritor: “Rulfo no compuso más obra y sin embargo, sospecho que en verdad habría que preguntarse cómo siguió la obra. Porque efectivamente, hay unos cuantos ensayos, poco estudiados, y hay fotografías. Rulfo abandona la ficción, puede pensarse, porque ya no le satisface y encuentra en otro lenguaje, la fotografía, un modo mejor de expresión. Rulfo empieza a ocuparse de la fotografía a mediados de los 40 y no deja de hacerlas públicas hasta su muerte. Es decir que su fotografía es producto del mismo impulso que lleva a la escritura de sus relatos y continúa mucho después de que deja de escribir ficción. Tal vez haya que pensar las fotografías como la continuación de una mirada que ya no es literaria, pero sorprende e inquieta en el mismo sentido que lo hacía Pedro Páramo”.

Para Rosso “Rulfo es un estilista, en el sentido borgeano del término: alguien que se dedica a pulir y corregir sus miniaturas hasta que quedan lisas y afiladas como estilete. En este sentido Rulfo es un escritor típicamente moderno. Se dice, por ejemplo, que la versión primera de Pedro Páramo tenía 250 páginas de extensión y que Rulfo se dedicó a corregirla hasta que quedaron las 110, 120 páginas que tiene ahora: el trabajo de escribir es una sustracción, una economía que devasta la palabra hasta reducirla a lo indispensable. Este ascetismo de la palabra, que, claro, ya no es borgeano, puede verse en relatos como El hombre o No oyes ladrar los perros en los que el final se torna elíptico porque la exposición del conflicto es el centro del relato. Rulfo no vacila en manipular la forma si la lógica de lo que se cuenta está reñida con la forma de la resolución clásica o de la linealidad narrativa, como prueba fácilmente Pedro Páramo”.

Recomendaciones

La movida alrededor de Rulfo reafirma su importancia e incidencia. Tal vez la fecha sea una excusa para descubrirlo o releerlo. En este sentido, Manzoni recomienda su lectura porque “primero el lector descubrirá o redescubrirá una mirada sobre la cultura mexicana que va mucho más allá de los estereotipos, de lo políticamente correcto, del conformismo, y disfrutará de un lenguaje que emociona en su contención y aparente sencillez. La maestría de Rulfo, reconocida universalmente, ha sido muy incitadora para otros escritores. Pienso en Héctor Tizón, gran lector de Rulfo y constructor a su vez de mundos (paisajes y hombres) de la puna jujeña tan conmovedores como los de Rulfo. El placer de una lectura que produce conocimiento siempre merece ser recomendado”.

Sobre el mismo tema, De Rosso opina que “es uno de los escritores centrales del siglo XX, porque todo lo que importa de la literatura del siglo XX pasa por su obra, porque es un escritor conmovedor. Hay en Rulfo, en virtud de esa mezcla de abstracción (formal) y detallismo (lingüístico) una tensión que reverbera. Es esa tensión lo que suele llamarse ‘lo mítico’ de Rulfo. E incluso si ‘lo mítico’ parece un poco excesivo, es cierto que es difícil leer a Rulfo y no encontrarse aprendiendo sobre uno mismo de una manera extraña, no a partir de la semejanza temática sino, antes bien, de la línea de fuga que sus textos trazan con respecto a cualquier fantasía sobre la (propia) identidad”.

© LA GACETA


Pedro Páramo *
Por Juan Rulfo
Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. ‘No dejes de ir a visitarlo -me recomendó. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte’. Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.
Todavía antes me había dicho: 
- No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio… El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro. 
* Primeras líneas.
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La lengua popular como materia de la escritura
Por Ezequiel De Rosso
La obra de Rulfo es el punto culminante de un proceso que viene tomando forma desde fines del siglo XIX: el modo en que la literatura se hace cargo o puede hacerse cargo de la palabra popular. El indianismo, el indigenismo, el naturalismo, la novela de la tierra fueron todas formas posibles, plausibles y viables de ese proceso. La solución de Rulfo, sin embargo, cambia el rumbo de la discusión, porque él  encuentra en la lengua popular la materia de su escritura. En El llano en llamas y en Pedro Páramo, a diferencia de todos las soluciones previas, la lengua popular es la lengua del escritor, no la de uno u otro personaje, al que el narrador, letrado, le da la palabra como un antropólogo registrando testimonios. No, para Rulfo toda la densidad de la literatura del siglo XX, de Faulkner, de Beckett, de Rilke, encuentra su lugar en la palabra de los campesinos mexicanos. Rulfo hace posibles todas las formas posteriores de referirse a las clases populares: Cien años de soledad, Cartas y Fotos, de Walsh, la poesía conversacional.
Ezequiel De Rosso - Doctor en Letras por la Universidad de Buenos Aires.
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PERFIL
Juan Rulfo nació el 16 de mayo de 1917, en Sayula (México). Por las tempranas muertes de sus padres, ingresó a un internado en Guadalajara. A partir de 1945, comenzó a publicar cuentos en revistas de esa ciudad. En 1952 dejó su trabajo en una fábrica de cubiertas de auto y vivió de una beca del Centro Mexicano de Escritores. En 1953 publica su libro de cuentos El Llano en llamas  y, en 1955, su novela Pedro Páramo. En 1958 termina de escribir su segunda novela El gallo de oro, que no se publicará hasta 1980. A partir de la publicación de los dos primeros títulos el prestigio literario de Rulfo creció de manera constante, hasta convertirse en el escritor mexicano más reconocido. Entre sus admiradores se cuentan Borges, García Márquez, Fuentes, Grass, Sontag y Canetti. Rulfo publicó fotografías suyas por primera vez en 1949, en la revista América, y en 1960 expuso en Guadalajara una pequeña colección de sus fotos, pero fue la exposición de 1980 en el Palacio de Bellas Artes la que abrió al público más amplio el conocimiento de esta parte de su creación, que se plasmó en muchos libros que reunieron su trabajo. Rulfo falleció en la ciudad de México el 7 de enero de 1986.  



Pedro Páramo *
Por Juan Rulfo

Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. ‘No dejes de ir a visitarlo -me recomendó. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte’. Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.
Todavía antes me había dicho: 
- No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio… El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro. 


La lengua popular como materia de la escritura
Por Ezequiel De Rosso

La obra de Rulfo es el punto culminante de un proceso que viene tomando forma desde fines del siglo XIX: el modo en que la literatura se hace cargo o puede hacerse cargo de la palabra popular. El indianismo, el indigenismo, el naturalismo, la novela de la tierra fueron todas formas posibles, plausibles y viables de ese proceso. La solución de Rulfo, sin embargo, cambia el rumbo de la discusión, porque él  encuentra en la lengua popular la materia de su escritura. En El llano en llamas y en Pedro Páramo, a diferencia de todos las soluciones previas, la lengua popular es la lengua del escritor, no la de uno u otro personaje, al que el narrador, letrado, le da la palabra como un antropólogo registrando testimonios. No, para Rulfo toda la densidad de la literatura del siglo XX, de Faulkner, de Beckett, de Rilke, encuentra su lugar en la palabra de los campesinos mexicanos. Rulfo hace posibles todas las formas posteriores de referirse a las clases populares: Cien años de soledad, Cartas y Fotos, de Walsh, la poesía conversacional.


Ezequiel De Rosso - Doctor en Letras por la Universidad de Buenos Aires.


PERFIL

Juan Rulfo nació el 16 de mayo de 1917, en Sayula (México). Por las tempranas muertes de sus padres, ingresó a un internado en Guadalajara. A partir de 1945, comenzó a publicar cuentos en revistas de esa ciudad. En 1952 dejó su trabajo en una fábrica de cubiertas de auto y vivió de una beca del Centro Mexicano de Escritores. En 1953 publica su libro de cuentos El Llano en llamas  y, en 1955, su novela Pedro Páramo. En 1958 termina de escribir su segunda novela El gallo de oro, que no se publicará hasta 1980. A partir de la publicación de los dos primeros títulos el prestigio literario de Rulfo creció de manera constante, hasta convertirse en el escritor mexicano más reconocido. Entre sus admiradores se cuentan Borges, García Márquez, Fuentes, Grass, Sontag y Canetti. Rulfo publicó fotografías suyas por primera vez en 1949, en la revista América, y en 1960 expuso en Guadalajara una pequeña colección de sus fotos, pero fue la exposición de 1980 en el Palacio de Bellas Artes la que abrió al público más amplio el conocimiento de esta parte de su creación, que se plasmó en muchos libros que reunieron su trabajo. Rulfo falleció en la ciudad de México el 7 de enero de 1986.  

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