Los objetos de uso cotidiano también cuentan la historia

Los objetos de uso cotidiano también cuentan la historia

Una muestra poco común en el Museo de la Casa Histórica. El relato desde las clases populares.

JARRA Y MAPA. Este objeto no podía faltar jamás en una cocina colonial: una jarra donde hervir líquidos. LA GACETA / FOTOS DE DIEGO ARÁOZ.- JARRA Y MAPA. Este objeto no podía faltar jamás en una cocina colonial: una jarra donde hervir líquidos. LA GACETA / FOTOS DE DIEGO ARÁOZ.-
19 Mayo 2017

Se siente olor a comida. El locro humea desde una paila de cobre enorme. Ya se escuchan ruidos de platos: los de metal (plata) pertenecen a la vajilla de los dueños de casa; los de madera, a la servidumbre. Dos criados irrumpen en el segundo patio de la casa de los Bazán de Laguna cargando una batea de madera de quebracho. Llevan un chancho recién carneado en la plaza que después se llamará de la Independencia. En una jarra de cobre preparan el chocolate que servirán después del almuerzo.

Los olores se mezclan. Pero si uno abre los ojos, aquellos objetos de la vida cotidiana -la paila, la batea, la jarra y el plato de madera- vuelven a su lugar, en una de las salas del Museo de la Casa Histórica. Ya no hay aroma a comida sino a jazmín, que emana de la enredadera blanca de flores que trepa en el patio.

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Ayer, en el Día Internacional de los Museos, en la casa donde se juró la Independencia hay una exposición de lo que nunca se muestra, porque resulta irrelevante para la historia que se quiere contar. Son los elementos que dan cuenta de los sectores populares, los objetos cotidianos que nunca tuvieron valor. Javier Vázquez, responsable del diseño y montaje de esa sala del museo, explica que se trata de una muestra transitoria que responde a una propuesta del Consejo Internacional de Museos (ICOM). “El desafío era que todos los museos del mundo se articulen en un tema común, que era lo indecible y que revelen cosas que por lo general no forman parte de su discurso museal. Nosotros, como tenemos pocos objetos, menos de 900, decidimos mostrar estas piezas de uso cotidiano, que no son más que cuatro de las seis o siete que tenemos en total”, dice.

“Los museos siempre ponen el acento en los procesos históricos, o en los personajes tradicionales. Esta vez mostramos objetos que dan cuenta de cómo eran esta casa y los sectores más populares. Aquí, mientras funcionó el congreso, durante un año y medio había mucha gente que trabajaba y que no formaba parte de la clase social alta: eran los que cocinaban, limpiaban y hacían el mantenimiento. Algunos de ellos tenían residencia en la parte de atrás de la casa”, señala Vázquez.

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Atrás, en el segundo patio (donde terminaba la casa en tiempos de la Independencia), ya no hay nada que dé cuenta del sector de la servidumbre y la cocina, pero sí figuraban en los planos (que se exhiben en una vitrina). En realidad, como se sabe, hoy sólo se conserva el Salón de la Jura de la casa original.

En la muestra se ven:

- Una batea de madera. Tenía muchos usos: para lavar la ropa, cortar las carnes o preparar charqui.

- Una la jarra de cobre: allí se hacía café, chocolate, etcétera.

- Un plato de madera: característico de las clases populares. La elite usaba platos de metal.

- Una paila de cobre, en la que se hacían la comida típica o los dulces.

En esta casa trabajaban dos porteros, edecanes y servidores en general. “Los edecanes eran los encargados de custodiar el orden en el Congreso, sobre todo cuando se realizaban sesiones secretas para discutir temas políticos relevantes. Una de las más conocidas fue la del 6 de julio, cuando Manuel Belgrano visita el Congreso; se empieza a debatir el tipo de gobierno que se declararía”, explica Valentina Mitrovich, jefa del área de investigación de la Casa Histórica. Los datos sobre cómo se distribuía la servidumbre dentro de la casa fue tomada de los estudios del arquitecto Juan Carlos Marinsalda. El guía Juan Pablo Bulacio es el encargado de contarle a LA GACETA el menú colonial: carne de vaca, cerdo o pescado de río. Alimentos de origen indígena, como el maíz y el zapallo, estaban siempre presentes, aunque en esa época también se consumía arroz cultivado en Tucumán. Los platos eran: locro, mazamorra, humita, empanadas... y, de entrada, siempre, sopa. De bebida, vino, chicha, licor o aguardiente. El olor rico se siente otra vez.

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