Cano tiene mucho para perder

José Cano tiene mucho más para perder que Juan Manzur en esta elección. El titular del Plan Belgrano y el gobernador afrontarán los comicios de mitad de mandato con la misma premisa: triunfar para consolidar sus liderazgos sectoriales. Incluso, llegan en las mismas condiciones: envueltos en dudas acerca de su capacidad de conducción. Sin embargo, lo que pone en juego el opositor puede resultar mucho más determinante que lo que arriesgue el oficialista.

En lugar de cohesionar y potenciar, hasta aquí la llegada al Gobierno nacional ha despellejado a la principal alianza opositora provincial. El Acuerdo para el Bicentenario alcanzó su pico en los meses previos a los escandalosos comicios de 2015, cuando buena parte de la sociedad y de la dirigencia peronista estaba hastiada de 12 años bajo el puño de José Alperovich. El radical supo capitalizar ese cansancio y poner en aprietos al oficialismo, apoyado en aportes menores de otros partidos y sobre todo en el justicialismo de la capital. Sin embargo, esa enredadera no le alcanzó para alzarse con el poder. Desde entonces, todo se le ha vuelto cuesta arriba.

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El ApB se convirtió en un engendro que deambula entre internas e intentos aislados por renacer. Su falta de claridad en los objetivos hasta hizo más llevadera la gestión de Manzur, opacado siempre por la sombra de Alperovich pero sereno porque su antecesor le ofició de pararrayos. En la oposición le temen al hoy senador, pero descuidaron al extremo al actual mandatario. Y eso puede significar un error de cálculo, al menos para enfrentar los comicios de este año. Fundamentalmente, porque no hay posibilidad de que Alperovich, Manzur y el vicegobernador Osvaldo Jaldo rompan antes de esta elección. El oficialismo está encolumnado y sabe a qué se enfrenta (sólo las agrupaciones kirchneristas están dispuestas a salir por afuera si es que no son reconocidas y contenidas). No obstante, luego de las legislativas el Gobierno afrontará tiempos turbulentos. Será ya el momento en el que se sabrá si es tan cierto -como dicen en su entorno- que el gobernador y el vice apostarán a la continuidad por cuatro años más. De ser así, entonces, deberán lidiar con la presión de Alperovich, que no oculta sus ganas de volver.

Pero antes de analizar lo que pasará después de octubre con el oficialismo, la oposición debe pensar en el ahora. En especial, Cano. El principal problema del radical es que su liderazgo es severamente interpelado a menudo. Su ex compañero de fórmula, Domingo Amaya, es quien más exterioriza esa sensación. El secretario de Vivienda de la Nación reclama internas para medirse con Cano y definir las postulaciones, pero hasta aquí ha recibido respuestas negativas. Por eso coquetea con sectores dispersos de la oposición, como el massismo. En los últimos días, de la mano de los legisladores Christian Rodríguez y Silvio Bellomío, el amayismo intensificó el diálogo con algunos referentes del Frente Renovador. Amaya siente que puede encabezar la reconstrucción del peronismo: así lo expresó el viernes al mediodía, luego de almorzar empanadas y pollo relleno con papas en la casa del mellizo Juan Enrique Orellana y de la intendenta de Famaillá, Patricia Lizárraga. Mientras juega a hacer campaña, en su alrededor tiran líneas para seducir a los díscolos del ApB e incentivarlos a enfrentar a Cano. Entre ellos, el Libres del Sur del diputado Federico Masso y el espacio radical del vicepresidente de la Cámara, Ariel García. De todas maneras, el desenlace de este histeriqueo se extenderá hasta que Amaya tome una decisión: o acata las reglas de juego de la Casa Rosada, o da un paso al costado.

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Enfrente, Cano transita su peor momento político, cuestionado adentro y afuera del espectro opositor. Camina para tratar de sacarse de encima la denuncia en la Justicia federal y busca unificar el ApB antes de los comicios. Con ese objetivo conversó sin éxito con Masso, a quien pretende encomendarle el armado territorial de la sección Este, a partir de su trabajo en las zonas vulnerables de la costanera del río Salí. El radical, hay que decirlo, lo poco que arma lo hace con el respaldo del intendente Germán Alfaro, ya volcado hacia él. Es lógico, se presente como se presente, el peronismo sólo acepta un conductor, por lo que la convivencia entre Alfaro y Amaya cada vez será más complicada.

Más allá de cómo resulte finalmente esta novela preelectoral, el titular del Plan Belgrano debe prestar atención a un dato estadístico: siempre las elecciones de mitad de mandato sirvieron como escarmiento para los líderes. En la historia reciente, lo padecieron los Kirchner en 2009 y en 2013, y Alperovich ese mismo año. Es decir, él podrá ser el elegido de Macri para liderar el ApB, pero la duda es quiénes trabajarán por su postulación con la vehemencia con la que lo hicieron en 2015. En definitiva, ese podría no ser un problema mayor si la coyuntura fuera otra, pero lo cierto es que las encuestas no le sonríen al macrismo y en este tipo de comicios suelen escaparse votos hacia otras expresiones: el bussismo, en 2013, es un ejemplo. Y, se sabe, esos partidos no le roban adhesiones al oficialismo, sino que fracturan a la oposición y benefician a quien gobierna.

Con este escenario, Cano deberá agudizar el ingenio y los contactos en Olivos para evitar que el sello de Cambiemos se pose sobre las ruinas del desmoronado Acuerdo para el Bicentenario. Por dos razones. Primero, porque él será el responsable ante Macri de una derrota en octubre. Segundo, por una cuestión de supervivencia personal: no será un buen antecedente perder otra elección antes de disputar nuevamente la Gobernación.

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