El sofisma de la violencia pacificadora

El sofisma de la violencia pacificadora

Sofisma 1: los malos tratos y los castigos físicos ayudan a soportar situaciones de extrema tensión, como las de los combates. Ergo, un policía preparado para soportar la violencia podrá enfrentar cualquier situación peligrosa.

Sofisma 2: una fuerza policial educada en la violencia podrá responder mejor en situaciones de peligro. Ergo, los países con policías violentas deberían ser los más tranquilos y pacificados.

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Lo sucedido con los aspirantes a cadetes Luis Serra (28 años) y Luis Reales (18) en la Escuela de Policía ha sido expuesto públicamente. Según las denuncias, fueron “bailes”, ejercicios hasta el agotamiento -uno de ellos casi perdió un riñón y el otro estuvo en coma- y humillaciones. Según el jefe de la escuela, comisario Jorge Cruz, “todo se hizo como corresponde y se encuentra documentado”. El jefe alega que entre los cadetes hay muchas mujeres, las cuales soportaron bien los ejercicios. “Puede ser que (Reales) haya venido con alguna dolencia. Si fuera excesivo el ejercicio, los otros 103 tendrían reventados los riñones”, describió.

Los hechos ocurrieron entre el 1 y el 6 de abril. Entonces fueron publicados por LA GACETA y casi no hubo impacto en la sociedad. Ni la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia, ni el Ministerio de Seguridad, ni la Legislatura hicieron comentarios. El legislador radical Fernando Valdez dice que hizo pedidos de informes a Seguridad y al Ministerio de Educación (la Escuela de Policía o Instituto de Enseñanza Superior de la Policía General San Martín es un terciario) pero nadie le respondió hasta hace dos semanas, cuando los cadetes hicieron denuncias penales y describieron los ejercicios que padecieron. “Si esperábamos algunas horas más, mi hijo se moría”, describió Adriana Barrionuevo, madre de Reales. Ella y su marido son policías.

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“Saludos policiales”

Entonces, dice Valdez, le respondieron el Ministerio de Seguridad y la Policía. Un extenso documento da una explicación del programa de enseñanza de la escuela y ofrece una versión de lo sucedido. Dice que ingresan tras un examen en el Siprosa, que profesores de la Facultad de Educación Física los ejercitan en abdominales, fuerza extensora de brazos y potencia aeróbica. En el caso de Serra, dice, realizaba “movimientos para el saludo policial: saludos desde la posición policial, saludo 1 y saludo 2. Tipos de presentaciones. Movimiento para el ceremonial policial. Giros a pie firme”. Eso le causó una crisis convulsiva. En cuanto a Reales, dice, no sufrió descompensación sino que comenzó a sentir un dolor abdominal y fue trasladado a un sanatorio.

El asunto forma parte de la pesquisa judicial: la fiscala Adriana Giannoni investiga ambos casos y por ello el jefe de Policía, comisario general Dante Bustamante, dijo que no va a dar opinión -aunque reconoció que la denuncia es grave- y que va a esperar que concluya la tarea judicial. “Si hay cosas malas, hay que corregirlas; si hay responsables, tendrán una sanción penal y administrativa; pero antes habrá que comprobarlo”, definió.

Claro que eso puede demorar años. ¿Qué pasará mientras tanto? Hay responsabilidades de la Secretaría de Derechos Humanos, que ya tiene la Ley contra la Tortura reglamentada. Si bien aún no se formó la comisión necesaria para aplicarla, bien podría actuar la secretaria Érica Brunotto. También hay una responsabilidad del Ministerio de Educación para examinar cómo se aplica el plan de enseñanza que, según la explicación enviada a Valdez, tiene el objetivo de que “el aspirante tenga una visión integral de la vida en nuestra institución; fortalecer el altruismo y la resiliencia, propiciar conocimientos básicos para la formación; posibilitar el reconocimiento de valores como la abnegación, el renunciamiento; que incorpore valores como respeto, responsabilidad, honestidad, compañerismo”.

También en el informe se reconoce que en 2017 pidieron la baja 26 aspirantes a cadetes, por diferentes motivos. “Los que se retiran, lo hacen porque no les gusta. Acá puede estar el futuro jefe de Policía y por eso se necesita sacrificio. Los movimientos que se hacen son los que necesita un efectivo para un allanamiento o un tiroteo. Acá no hay nada que esconder. A mí me mandan gente sana y nosotros tenemos que devolver gente sana”, explicó Cruz.

Ahora bien, nadie sabe bien cómo es la vida en esa institución aislada, excepto comentarios como el de Alberto Lebbos, que cuenta que en esos días, en un banco, escuchó a dos cadetes decir que habían quedado muy mal físicamente por los ejercicios a los que los sometieron. “¿Qué les hicieron?”, les preguntó. “Nos ‘gasearon’ para soportar el gas lacrimógeno durante las manifestaciones de protesta”, le respondieron.

No sólo él habla de la gimnasia brutal. “Los casos de abusos físicos entre cadetes son comunes desde hace años; es más, internamente se ve como una costumbre hacer eso”, afirma el policía Víctor Nacusse, que ha asumido la representación de compáñeros en reclamos laborales. “Sé de cadetes, hoy oficiales, que fueron obligados a comer comidas en cantidad sólo para que los saquen al patio a ser maltratados hasta que devolvían hasta los pulmones. Sé de cadetes que fueron sometidos al frío extremo en pleno invierno, mojados, desnudos, corriendo en el patio”. Nacusse dice que son los cadetes los agresores y que jefes y profesores hacen la vista gorda (en las demandas de Serra y de Reales, se acusa a dos comisarios y a tres oficiales).“Es como que los oficiales se mentalizan que los graves maltratos físicos y psicológicos están bien... la sombra de la época de la dictadura todavía se esconde en rincones como esos en donde está prohibido quejarse, rendirse, demandar, ser sensible o ser humano”, concluye Nacusse.

“Cuerpos dóciles”

¿Qué se desprende de esto? Que el concepto es que la degradación y la violencia templarán a estos candidatos a oficiales, que serán los que conducirán la fuerza en el futuro. Ya en “Vigilar y castigar” Michel Foucault analizó el tipo de educación que tiene como eje la disciplina. “Fabrica así cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos dóciles” dice y advierte que puede aumentar las fuerzas del cuerpo, “pero disminuye esas mismas fuerzas en término de obediencia política”.

A poco que se escarbe en las crónicas policiales se pueden ver resultados de esa educación en los oficiales. Un caso, el del plan para que los policías bajen de peso (LA GACETA, 28/10/16) que da cuenta de que la mayoría de los efectivos están con riesgo de obesidad (“según un informe realizado por Clarín en 2014, el 80% de los efectivos de la Policía Federal tenía en ese momento problemas de peso. No se conocen las cifras en Tucumán, pero los mismos policías estiman que el porcentaje es alto”, dice la nota). Al cabo de un año de implementación del programa, en el campo de entrenamiento visitado por los periodistas había sólo ocho policías ejercitándose. La fuerza tiene 8.400 agentes. La enseñanza física de la escuela no ha prendido.

En cuanto a la tarea fundamental de resolver conflictos en la sociedad, vale la pena pensar en lo sucedido el 6/5 en Yerba Buena, cuando los vecinos, que pedían acciones por la inseguridad, reclamaron que en la comisaría “tienen 17 policías por turno y están todos en la casa de Manzur. ¿De quién lo cuidan, de nosotros?”, y el jefe de zona, comisario Sergio Suárez, les respondió: “Yo no estoy autorizado para dar ningún tipo de respuesta; lo que se está buscando es armar una reunión donde esté gente del Ministerio de Seguridad y de la Municipalidad también. Queremos que sea en un lugar reservado, donde no cualquiera escuche ni lo que ustedes plantean ni las respuestas que les damos”. La reunión cerrada se hizo dos días después, pero el episodio muestra (al menos en este caso) la magra o nula autonomía que tienen los jefes policiales. Y viene la pregunta vinculada: ¿qué autonomía tienen los agentes de calle, que son los que deben enfrentar, muy a menudo solos, los problemas de la sociedad?

La pesquisa judicial pone al rojo vivo un tema invisibilizado para la sociedad, como en su momento fue el servicio militar, sustentado en prácticas denigratorias, justificadas en que templaban para la obediencia ciega en momentos de combate. Ya se sabe qué pasó con la obediencia debida; ya se sabe qué pasó con los “bailes” de la colimba y el conscripto Omar Carrasco.

Pero no se ha razonado acerca de los “bailes” policiales, ni está probado que las policías militarizadas como la de Brasil sean efectivas. Tampoco se ha puesto en el tapete qué resultados da el método de la misma fuerza tucumana, ni se ha mirado cómo se capacitan las policías modernas. Y no está probado que los sofismas de los malos tratos concluyen que la violencia va a tener resultados tranquilizadores. Es al revés.

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