El cuidado de los espacios públicos

El cuidado de los espacios públicos

08 Mayo 2017
Un combate continuo, arduo y muchas veces abrumador parece resolverse sin los resultados esperados, al menos en las consideraciones de lo que nuestros lectores y expertos señalan: la atención, limpieza y el cuidado de los espacios públicos, en especial de los parques, plazas y plazoletas de las distintas zonas urbanas, que ejecutan y desarrollan las jurisdicciones municipales o algunas áreas de la administración provincial.

A través de las Cartas de Lectores, por medio de las redes sociales, o bien con denuncias que llegan hasta la propia Redacción de LA GACETA, nuestros lectores advierten y denuncian una problemática que no está encontrando las mejores respuestas de los estados. Expresado de otra manera: existe una generalizada impresión popular de que los operativos de recogida de las basuras que se acumulan en nuestros parques y plazas, pero especialmente, el sistema de trabajo o la metodología de los cuidados y la atención que los municipios implementan a esos fines parecen anclados en una época donde los estándares de disciplina social referenciaba conductas de responsabilidad ciudadana que no reflejan las realidades de estos tiempos.

Los expertos y las estadísticas sociales han ido revelando también que existe un cierto retroceso en la calidad de vida general en nuestra sociedades y que esas modificaciones no pueden sino complicar la capacidades de entendimiento social, la tolerancia y la vocación de integración vecinal y que los estados no parecen atender adecuadamente a esas modificaciones de paradignas y valores que repercuten en la vida urbana, en el respeto a la naturaleza, en el comportamiento en los espacios públicos.

El mantenimiento en nuestra provincia de un elevado índice de informalidad laboral (en torno al 40% de la población económicamente activa), el aumento de la pobreza y de la indigencia, la segmentación social y un alarmante y peligroso incremento de los niveles de inseguridad y de delincuencia, a raíz del aumento del narcotráfico, el consumo de estupefacientes y la drogadicción podrían estar en la raíz de las faltas de conductas sociales, del acatamiento a las reglas de convivencia y -en este caso- del compromiso con los bienes públicos y el cuidado del medio ambiente.

Es que muchas veces no se entiende -lo reflejan el relato de los lectores y la comprobación cotidiana- esas actitudes de desaprensión, impasibilidad o insolencia de vecinos o de paseantes de nuestros parques y plazas que arrojan en cualquier lado los productos que acaban de consumir y de comerciantes que instalan sus ventas en medio de zonas parquizadas y no tienen la menor preocupación o interés en atender los desechos que sus cocinas generan.

Así, puede verse, por caso en buena parte del Parque 9 de Julio, los montículos de basura y desperdicios que “suceden” a los domingos de paseo y que los empleados municipales deben limpiar a destajo. Con algunas campaña en marcha, como la que lleva adelante la municipalidad de San Miguel de Tucumán -el Plan de Basurales Cero- o como los operativos que encabezan los operarios de las áreas de Servicios Públicos en las distintas municipalidades, la respuesta del Estado ante esos cuadros de negligencias y dejadez debiera comenzar a replantearse porque no resuelven la problemática. La necesidad de un trabajo mancomunado y sistemático entre el personal municipal y policías de seguridad, es decir de jurisdicciones distintas, en los mismos días -no después- donde el gentío disfruta los espacios verdes, operativos de educación y advertencia específicas y en los propios lugares y un sistema de limpieza directa, durante las horas del paseo, podrían ser algunas de las bases a implementarse para ir modificando hábitos, métodos, referencias, resistencias.

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