La territorialidad de los Juanes peronistas

La territorialidad de los Juanes peronistas

El peronismo tucumano se sintió revitalizado el viernes, y hasta se animó a entonar la popular “marchita” de los compañeros unidos en el Salón Blanco. Cuando Cristina se subía al avión para viajar hacia las tierras de Zorba y Macri incursionaba en La Matanza kirchnerista con su Canción a Verónica, aquí los Juanes peronistas hablaban de la Mala Gente. Juan Schiaretti y Juan Manzur se juntaron para reforzar el reclamo de atención institucional de parte del poder central y para lanzar una advertencia política al macrismo: el peronismo, que demanda y garantiza gobernabilidad –aseguraron-, puede unirse en queja tras una tácita liga de gobernadores justicialistas. Presión y provocación.

El destinatario y el sentido del mensaje quedaron claros con esta movida, una jugada que paralelamente desnudó que el peronismo de los Juanes adolece de un único jefe que aglutine voluntades y enfrente la diáspora interna, tanto en el plano nacional como en el provincial. Orfandad que se hace evidente cuando se amenaza con una liga extinta -y que supo tener al cordobés José Manuel de la Sota como uno de sus principales protagonistas- y cuando se revela que hay charlas entre los mandatarios provinciales, preocupados por el trato preferencial del Gobierno nacional hacia los distritos macristas en materia de recursos. Nadie puede hablar por todos y todos deben hablar como uno; por lo menos en un espacio que hoy margina a los cristinistas. Por eso se entiende que detrás del concepto “gobernabilidad”, el de “federalismo” fuera el que más resonara en el palacio gubernamental, en un acto cruzado por múltiples intereses y sujeto a varias lecturas.

Con tonada mediterráanea

El Juan cordobés tiene razones para molestarse con la Nación. La provincia mediterránea le dio los votos suficientes a Macri para superar a Scioli y, sin embargo, no parece recibir el consabido dinero de las gracias. La tirantez se puso en evidencia este año. En febrero, Schiaretti reveló que su agrupación (Unión por Córdoba) mantendría su identidad en los comicios -salir con lista propia de diputados, sin macristas ni massistas-; semanas después el normalizado Indec publicó que el Gran Córdoba tenía uno de los mayores índices de pobreza del país: 40,5%. Te vas y te obligamos a volver, pareció ser la réplica. “Es culpa de las políticas del Gobierno nacional”, se defendió el mandatario. Como para reforzar la afirmación, el viernes acotó que cada vez que hubo crisis aumentó el número de pobres en el país. Y demandó recursos para atender sus necesidades.

Aparecer al lado del gobernador hoy más importante del PJ -por el número de votos obtenidos en la elección nacional de 2015 y por ser Tucumán el sexto distrito en cantidad de electores-, conlleva una advertencia para Cambiemos. Fue un llamado de atención al Gobierno nacional como ¿ex? socio electoral de Macri y a la vez el gesto implicó una bocanada de aire fresco para el peronismo necesitado de recuperar el poder. Doble jugada que cierra en la promocionada lista de UpC con De la Sota a la cabeza y con Alejandra Vigo -esposa de Schiaretti-, secundándolo. El peronismo cordobés se encierra sobre sí mismo fronteras adentro y promueve una movida nacional de unidad entre justicialistas. Además lo hace justo cuanto Cristina dice que no sería candidata, lo que estratégicamente implica un serio e impensado dolor de cabeza para Cambiemos porque se quedaría sin su principal excusa para tratar de polarizar los comicios.

El Juan tucumano hizo lo que mejor sabe y más le gusta: jugar en el plano nacional, fronteras afuera del peronismo tucumano. La “territorialidad” de Manzur -su área de influencia y de dominio político- no está en la provincia; su zona de confort está donde se mueve la dirigencia nacional. Como peronista es seguro que recoja más aplausos en La Matanza que por estos lares, lo que de hecho sucedió cuando acudió al sepelio de Alberto Balestrini, donde casi juega de local. Cuando él era secretario de Salud en ese municipio bonaerense, Verónica Magario era subsecretaria de Desarrollo Social. Así es como provocó el principal hecho político del año para el PJ provincial al mostrarse con Schiaretti y con el santiagueño Gerardo Zamora a su lado. Una imagen reservada y pensada para tener repercusión nacional, para sugerir que el eje Córdoba-Tucumán-Santiago puede convertirse en el contrapeso del eje Nación-Capital-Buenos Aires aglutinando a los gobernadores descontentos.

Una apuesta ambiciosa y de doble faz, ya que a la vez que arroja dardos al macrismo tira líneas para tratar de unificar a un peronismo que tiene muchas vertientes. Y si bien a Manzur le sienta mejor la “territorialidad” nacional, donde enmarcó la visita de Schiaretti, el viernes le hizo un regalo al peronismo tucumano, ávido de sucesos que lo unifiquen en la acción: le dio motivos para soñar con volver a ganar. Así es como en el Salón Blanco se observó a los que serán candidatos a diputados nacionales, a los que aspiran a pelear espacios en la boleta del oficialismo y a los pícaros que en tiempos electorales saben presionar para sacar ventajas personales o sectoriales. Todos sonrientes.

A quien no se observó ese día en el edificio de San Martín y 25 de Mayo fue al senador José Alperovich. En cambio, sí estuvo en el asado posterior en la casa de Manzur. ¿Fue invitado o no? ¿No quiso asistir? ¿Ausente con aviso? Desde el área de Comunicación Pública se dijo que fue invitado; pero desde otros ámbitos se deslizó que sólo se lo citó para el almuerzo. ¿No fue convocado para la foto que debía tener trascendencia nacional? La situación, más allá de que el ex gobernador se volvió poco afecto a la exposición pública, además de abrir interrogantes sobre quién tiene el poder real en el oficialismo da lugar a las especulaciones internas. La autoría intelectual de la presencia del cordobés en Tucumán es atribuida a Manzur, lo que le hace ganar puntos en el eventual debate sobre quién es el jefe del peronismo en la provincia –o del oficialismo político-.

En un tuit el mandatario (@JuanManzurOK) apuntó que él invitó a Schiaretti en agradecimiento por la ayuda que brindó a los inundados del sur. Lo que no me da la Nación, me lo aportan los compañeros; pareció querer decir. ¿Manzur dio el primer paso para consolidarse como el “uno” o sólo hizo un amague para probar lealtades? Algunos funcionarios del Ejecutivo sostuvieron que fue una señal para buenos entendedores sobre el proceso “independentista” que inició el gobernador. Señal, aviso o gesto, lo cierto es que frente al proceso electoral de este año no habrá grietas en el trípode de poder y, por lo tanto, aún no puede consolidarse un jefe a futuro del espacio. Es lo que desnudó el acto político-institucional del viernes. Jefe, todavía no. El “triunvirato” peronista, a la usanza cegetista, seguirá firme hasta después de las elecciones de octubre con presencias y ausencias en las fotos.

De cualquier forma, el propio Alperovich, en su cuenta de Twitter (@JalperovichOK) se encargó de difundir la foto de la mesa principal del asado en el domicilio de Manzur, donde se lo ve a la par de Schiaretti. Y si bien no fue al Salón Blanco, el senador se mostró activo en la red social; ese día dio a conocer las reuniones que tuvo con concejales, ex ediles y dirigentes sindicales de Yerba Buena y con referentes del Partido de la Victoria. La “territorialidad” de Alperovich -para decirlo de alguna forma y contrarrestarla con la de su sucesor- es provincial, es su hábitat. “Todos coincidimos en que estos son momentos de unión y trabajo en equipo. Siempre trabajé a la par de los dirigentes y lo seguiré haciendo”, dijo en un tuit, mientras Manzur y Schiaretti se despachaban contra la Nación, uno más que otro.

Cada uno con sus visiones, Manzur trata de hacerse fuerte políticamente desde afuera y Alperovich desde adentro. En ese esquema teórico puede producirse un enfrentamiento de “territorialidades” e influencias en pos de dirimir la jefatura política del peronismo local. ¿Será? Cada uno se muestra activo en su ámbito de gestión, sumando para sí y por ahora en beneficio del conjunto. Ni ellos, ni nadie en el peronismo, dice tajantemente quién será el conductor a futuro; menos aún se encuentran voces que digan con nombre y apellido “Alperovich ya fue”. Sólo Manzur se animó a deslizar un “ya fue”, pero refiriéndose a Cristina. Y alguna vez supo dejar escapar una frase: soy tiempista.

Sonrisas y quejas

El peronismo sonrió el viernes, pero puertas adentro también se quejó. Todo por la proximidad de los comicios. Como se dijo, nadie quiso quedarse fuera del Salón Blanco, especialmente los que quieren ser los postulantes a diputados nacionales. Algunos dirigentes territoriales, especialmente de la capital, deslizaron su malestar por lo que entienden que es el desinterés de Manzur por el peronismo tucumano. La visión de las “territorialidades” podría abonar esa línea de pensamiento. Esto se verificaría en la poca atención que recibirían los concejales y legisladores en la sede del Ejecutivo. “Los ministros no nos atienden”, deslizó un confeso alperovichista; mientras que otro apuntó que no hay campaña en la ciudad porque las puertas no se abren.

Ahora bien, ¿qué entienden los “compañeros” por puertas que se cierran? Antes íbamos a pedir el tráiler sanitario, nos daban; pedíamos cordón cuneta, nos daban; ahora ni nos atienden; se escucha a manera de ejemplo. Los “muchachos” andan necesitados de contención. Si a eso se le suma que se eliminaron las ayudas sociales a personas, el clima no puede ser el mejor. Y para la campaña falta poco. Si el malestar es real, cabe esperar más que quejas en adelante. Cuestión de necesidades territoriales.

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