“El objetivo del periodismo no es el bien común sino contar cómo son las cosas”

“El objetivo del periodismo no es el bien común sino contar cómo son las cosas”

“En ningún lugar del mundo me han tratado tan cálidamente como en Tucumán y en LA GACETA”, dijo en una conferencia ofrecida en la Universidad Católica Argentina, horas antes de esta entrevista y después de la visita que hizo a nuestra provincia, en 2012. El reconocido periodista español, fallecido la semana pasada, habla aquí sobre la relación de los periodistas con la verdad, la política y el poder.

periodista de cepa. “Yo defiendo la libertad de expresión antes que a la justicia. No sé dónde reina la justicia. La libertad de expresión es algo más claro. Es fácil de percibir qué grado de libertad hay en un país”, definió Bastenier. la gaceta / foto de héctor peralta periodista de cepa. “Yo defiendo la libertad de expresión antes que a la justicia. No sé dónde reina la justicia. La libertad de expresión es algo más claro. Es fácil de percibir qué grado de libertad hay en un país”, definió Bastenier. la gaceta / foto de héctor peralta
07 Mayo 2017

Por Daniel Dessein - Para LA GACETA - Buenos Aires

- ¿Los periodistas deben decir toda la verdad, todo el tiempo y a todo el mundo?

- La obligación no existe pero los periodistas pueden hacerlo, incluso si eso provoca cataclismos a su alrededor, porque el objetivo del periodismo no es el bien común sino contar cómo son las cosas. Pero, claro, el periodista puede juzgar los efectos que tendrán sus palabras y decidir qué decir y qué callar. Me enfrenté con ese dilema en más de una oportunidad. En El periódico de Catalunya publicamos en tapa el caso de un chico joven, sin antecedentes penales, que había asesinado a otro. Al día siguiente vino la madre del autor del crimen para decirme que le habíamos arruinado la vida. Es un ejemplo del daño que podemos hacer cuando publicamos la verdad.

- Jesús Ceberio, ex director de El País, dice que el gran error de su carrera fue publicar en tapa del diario “Matanza de la ETA en Madrid”, el 11 de marzo de 2004, después de una charla con el presidente Aznar y horas antes de que se supiera que los autores de los atentados de Atocha eran terroristas islámicos. ¿Fue un gran error?

- Fue un error fáctico, sin duda, pero no un error moral. En la mañana de ese día, el jefe del gobierno vasco -que, excepto los miembros de ETA, era el más interesado en que no fuera responsable- dijo que los atentados los había cometido ETA. No había, entonces, razón para no creerlo. Sacamos la edición con ese título y horas más tarde nos enteramos que nos habíamos equivocado. Pero eso le hubiese pasado a cualquiera de nosotros.

- En la Argentina, el llamado periodismo militante coincide con el independiente en que el periodismo debe fiscalizar al poder pero se diferencia al afirmar que el verdadero poder no es el político sino el económico. ¿Qué opina sobre esa idea?

- En estados poco estructurados el poder privado puede ser muy importante y siempre defiende sus intereses. En Europa, aunque la situación ha empeorado, hay organismos intermedios en la sociedad que no permiten grandes abusos del poder gubernamental o privado. A los periodistas los defienden sus lectores. Claro que esa defensa puede no ser efectiva cuando los organismos intermedios son muy débiles o no existen. Yo defiendo la libertad de expresión antes que a la justicia. En primer lugar, porque no sé dónde reina la justicia. La libertad de expresión es algo más claro. Es fácil de percibir qué grado de libertad hay en un país.

- Usted afirma que los medios deben tomar cierta distancia de su agenda tradicional, “atender menos las cosas de la política y más la política de las cosas”.

- Debemos ampliar el angular. Eso no significa que la política deba dejar de tener un lugar relevante sino que no debe ser excluyente. La política y la cultura siguen siendo las grandes cuestiones de los diarios tradicionales. Lo que se debe evitar es que la política deje de lado temas que les interesan a lectores no tan politizados. Los periodistas hablamos todo el tiempo con personas muy politizadas y eso nos puede hacer pensar que al resto de la gente le interesa y conoce los mismos temas. No hay que tomarles el pelo a los lectores. Debemos ingeniárnoslas para ofrecerles cuestiones útiles: consultorios médicos, jurídicos, de padres e hijos, de maridos y esposas, etcétera. Atender lo que está más allá del coto cerrado de la política. La prensa latina debe observar lo que hace el periodismo germánico, que es mucho más empírico, más cercano a la realidad.

- En su conferencia en Tucumán diferenció la comunicación de la información. Eso se conecta con lo que desarrolla Ignacio Ramonet en La tiranía de la comunicación, libro en el que afirma que la multiplicación de las noticias termina sepultando a la información.

- Sí, es cierto. La comunicación abarca lo que se habla puerta a puerta, una charla de un empleado de tienda con un cliente, lo que le transmite un bombero a otro. La información está vinculada a la labor de los periodistas, a la intermediación entre los ciudadanos y lo que ocurre. Y esa intermediación está ligada a la credibilidad que se han ganado los medios a través del tiempo. La credibilidad que pueden tener los contenidos de Facebook, por ejemplo, es infinitamente menor.

– Algunos gobiernos latinoamericanos sostienen que pueden comunicarse directamente con la ciudadanía a través de actos públicos, medios oficiales y redes sociales. ¿Los medios tradicionales son un intermediario innecesario?

– Han sido un intermediario necesario durante muchísimo tiempo y además un ágora, una plaza pública donde los ciudadanos discuten sus cosas. Cuando Rafael Correa dice que la prensa es el principal obstáculo para las reformas que quiere llevar a cabo (que, aclaro, no son revolucionarias, expropiatorias ni anticapitalistas) puede tener cierta razón. Pero pienso algo que puede sonar muy duro: defiendo primero la libertad de expresión y luego la justicia teórica de un reparto perfecto de la riqueza. Digo esto porque la falta de libertad de expresión conduce siempre al autoritarismo. En Europa llegamos al menos injusto de los sistemas para distribuir la riqueza y eso se ha logrado después de años de evolución política y de respeto por las libertades.

© LA GACETA

PERFIL

Miguel Ángel Bastenier fue subdirector y columnista del diario El País, de España. Recorrió 103 países y fue uno de los periodistas más destacados del mundo en política internacional. Sus libros sobre los conflictos de Medio Oriente son referencias ineludibles para quienes quieren conocer la encrucijada que vive la región. Fue, además, un maestro que marcó a varias generaciones de periodistas en América y España. Profesor de la fundación de García Márquez y autor de clásicos de la enseñanza del periodismo como El blanco móvil. Entre otras distinciones, recibió el Moors Cabot de la Universidad de Columbia.

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