Los divergentes de La Madrid
La trilogía de libros “Divergente”, también llevados al cine, plantea las vicisitudes de una sociedad futurista plantada en Chicago que se divide en cinco facciones, cada una con sus roles y lugar. Esa comunidad, en realidad, forma parte de un experimento (aunque ellos no lo saben) de los políticos líderes del mundo “de afuera del muro” para erradicar los males internacionales que habían culminado con una guerra global.

La Madrid, tranquilamente, podría equipararse con esa serie de ficción en algunos aspectos, aunque lo triste es que en este caso se trata de tucumanos de carne y hueso que sufren la pérdida no sólo de sus bienes, sino de su cotidianidad y de la regularidad en sus vidas.

Los madrileños parecen condenados a vivir en un pozo geográfico que cada tanto se inunda y que este año se convirtió, además, en un ícono de la grieta política. Allí, en la húmeda y calurosa localidad sureña, los dirigentes juegan su batalla. Parecen experimentar con los 8.000 habitantes de esa zona para luego aplicar sus técnicas de ataque electoral en octubre o dos años más adelante, tras haber pulido a costa de ellos sus estrategias.

La primera prueba sirvió al Gobierno provincial para anotar que debe mejorar su capacidad de planificación en casos de desastres naturales. Sorpresa. La voz de alerta a los pobladores fue tardía y falló la prevención para advertirles antes que, ante el riesgo, era conveniente que se retiraran del lugar. Luego, la ayuda fue desorganizada y politizada, como lo denuncian los propios madrileños. En la ruta, hace dos días, admitieron que llegó asistencia insuficiente, mal distribuida y, para colmo, a gente que ni era de La Madrid. Hasta aquí, el laboratorio debería servir para que el Estado mejore en este aspecto.

Otro ensayo fue el de la batalla política pura y dura. La profundización de la diáspora entre la Provincia y la Nación viene siendo metodológica y planificada. El Gobierno provincial lanzó a todos sus espadachines, incluso a la dupla Manzur-Jaldo, al campo de la dialéctica de agitación contra la Nación. La consigna fue instalar que Cambiemos es el culpable de los males que se sufren en la zona inundada.

En contrapartida, el macrismo recordó los bolsos con dinero de obras no hechas de José López, los millones y años de José Alperovich invertidos en cordón cuneta y el despilfarro de recursos en gastos sociales de la Legislatura. Pasado contra presente parece ser lo que disputan unos y otros dirigentes con las familias sufrientes en medio.

¿Quién tiene razón? ¿La Provincia que pide $ 600 millones para realizar las obras y afirma que la Nación no se los da para ahogarlos políticamente? ¿O la Nación que sostiene que no dará dinero de “libre disponibilidad” al Gobierno de los gastos estatales sin justificación? El Poder Ejecutivo provincial presentó el detalle de las obras a realizar y por qué pidió esa cantidad de dinero. Así, les sacó un argumento a los hombres del Presidente, que están faltos de contundencia, de rapidez y de reacción a la hora de sentar su postura.

Quizás por eso el grito de los madrileños en la ruta fue contra “los políticos” a secas, esos que los apretaron para que no protesten (so pena de quitarles los planes sociales); que entregan la ayuda con prioridades para los punteros; que horas antes de la inundación les dijeron que no había peligro; que los ningunean cuando les plantean sus necesidades; que les prometen desde hace años soluciones pero se siguen inundando; que aparecieron para la foto y ya desaparecieron de la escena. El experimento está arrojando un resultado nefasto: reavivó el sentimiento del “que se vayan todos”.

¿ Sabrán los gobernantes, finalmente, que es una quimera pretender manipular in aeternum a un pueblo cuando es empujado al límite, en este caso, de su existencia?

En “Divergente” el plan de los líderes mundiales fracasa porque, justamente, el pueblo se rebela contra esa autoridad que los oprimía y obligaba a vivir divididos. Siempre, al menos hasta ahora, la realidad supera a la ficción.

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