“Mi mensaje es de paz, de no violencia, de no a la xenofobia; pero estamos lejos de eso”

“Mi mensaje es de paz, de no violencia, de no a la xenofobia; pero estamos lejos de eso”

Mónica Dawidowicz, sobreviviente de la tragedia nazi, contó en Tucumán su historia. Del gueto a la Argentina.

EN LA FACULTAD DE DERECHO. Allí brindó Dawidowicz la conferencia. LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO.- EN LA FACULTAD DE DERECHO. Allí brindó Dawidowicz la conferencia. LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO.-
La vida de Mónica Dawidowicz se ajusta al título que ella eligió para el libro en el que cuenta su historia, la de una niña sobreviviente del Holocausto; una biografía que decidió reconstruir ya de adulta para dejar testimonio de la tragedia del nazismo. “ Todos mis nombres” es la historia de una niña nacida en 1941 en el gueto de Lida (hoy Bielorrusia y entonces territorio polaco), entregada por sus padres a una familia polaca no judía para salvarla de una muerte segura y luego devuelta a los familiares de sangre que, salvados de los campos de exterminio, pudieron armar su vida en Argentina.

Dawidowicz presentó su libro en Tucumán, invitada por la DAIA y por la Facultad de Derecho de la UNT, en la conmemoración del 74° aniversario del levantamiento del Gueto de Varsovia. Precisamente, la historia que narra en su libro no es sólo la del dolor de aquellos marcados por el horror de la Shoah (el Holocausto). También es la visibilización de aquellas figuras que sí intentaron rebelarse ante el poderío nazi. Y un tercer eje, acaso el central: la búsqueda de una persona que en su vida vivió con tres nombres (Rújele Mosovich, Irina Shipula y Mónica Davidowicz) por recuperar su identidad originaria.

A los 75 años, esta ex agente de viajes, madre de dos mujeres y un varón, cuenta su historia con voz calma y afirma que decidió trasmitir la experiencia de la Shoah para que no vuelva a suceder. “Decidí contar mi historia cuando volvió la democracia a la Argentina, después de una vida entera de silencios, no conociendo primero y ocultando después mi verdadera identidad. Y la conté con la intención de que nos enseñe un camino de paz, de no violencia, de tolerancia; de no a la xenofobia, no al antisemitismo. Estamos lejos de eso, violencia hay, xenofobia hay, y no sólo contra el pueblo judío”, remarcó en diálogo con LA GACETA, durante su paso por Tucumán.

- Su historia es un rompecabezas para armar…

- Yo nací en un sótano en el gueto de Lida, al que mi mamá entró embarazada. Y mis padres, que me llamaron Rújele (Raquel) nos entregaron a las tres hermanas a familias no judías para salvarnos de una muerte segura. Esther ya era grande, ya entendía. Nos dejaron separadas, porque era el único modo de que los nazis no sospecharan nuestro origen. Pero una de mis hermanas, Neja, volvió al gueto y murió con mis padres. A mí me entregaron a una familia de apellido Shipula, que me bautizó con el nombre de Irina. En 1947, por una decisión de mis tíos que habían logrado sobrevivir y que emigran a América. me saca de Polonia el Congreso Judío Mundial, que se hace cargo de toda la documentación. Ese trámite duró un año, que yo pasé en un orfelinato, en Suecia, donde me bautizaron como Mónica (Davidowicz es su apellido de casada).

- ¿Cuándo decidió rearmar su historia?

- Ese es el capítulo más importante, porque es el espacio que me llevó a mí a hacer una búsqueda. Me llevaron de allá para acá y de acá para allá hasta que a los seis años llegué a la Argentina. La familia había decidido que yo viviría con un tío paterno y su esposa, que no tenían hijos. No recuerdo absolutamente nada hasta mis seis años. Mis tíos hacieron documentación falsa, como hija de ellos. Al año siguiente de llegar ya estaba en la escuela en Buenos Aires. Para mí, ellos eran mamá y papá, era lo que yo veía. Y así fui creciendo. Pero evidentemente había otra memoria, y en esa otra memoria había cosas muy confusas.

- ¿Cómo siguió la historia?

- Los adultos hablaban entre sí creyendo que yo no entendía nada. Y yo entendía. Y de esas conversaciones iba sacando. de mentira. verdad. Hasta que de tanto ver fotos, cartas, pude armar el rompecabezas. Llegó un momento en el que me sentí fuerte y les dije que yo sabía que no eran mis padres, pero que los quería, porque me habían criado. Hubo llantos, y abrazos, pero ahí terminó todo. Porque después tampoco quise preguntarles. Tal vez no quise darles dolor; o no quería yo... No sé bien; entonces tenía 14 años. Pero luego seguí buscando: y encontré cartas, documentos, fotos, mi pasaporte polaco. Había cartas en alemán o en inglés; cartas del Congreso Judío Mundial, de mis tíos entre sí, cartas que se iban cruzando sobre mi situación, precios de lo que estaba costando yo en Suecia; de mi pasaje, lo que hubo que darle a la familia polaca para que me entregara…

- El costo material de la tragedia…

- Eso fue muy shockeante. Porque, además del valor sentimental, todo tenía un valor económico, aunque todos los que me protegieron lo hacían con mucho amor y jugándose.

- ¿Qué fue lo que más le dolió de toda la reconstrucción de su vida pasada?

- La entrega de mis padres de sus tres hijas, para salvarlas. Cuando es madre, una sabe que a un hijo no lo entrega por nada. Por eso digo, cuánto dolor y cuánto arrojo hubo en ese hecho. Porque primó el deseo de que nosotras sobreviviésemos. Yo era una beba de dos meses. Otra de ocho años, otra de 10. Con Esther nos encontramos en Israel recién en 1963, cuando ella tenía 31 años y yo 21. El encuentro fue tan fuerte, tan emotivo, que mi hermana estuvo cuatro días sin voz. Totalmente muda, mientras nos abrazábamos.

- ¿Pudo saber cómo murieron sus padres?

- Sí, porque un primo había entrado al gueto de Lida con un grupo de partisanos en 1943 el día anterior a que las SS liquidaran el gueto. Él vio a mis padres y a mi hermanita. El grupo que fue con mi primo no pudo escapar, y todos terminaron en el campo de exterminio de Majdanek. Pero él logró esconderse y escribió su testimonio, en el que me basé para escribir mi libro, sumados a los de mi tía y de mi hermana Esther. A mis padres los llevan al campo de concentración; pero, lamentablemente, son los datos comunes a todas las historias de la Shoah. Y algo que siempre traté de imaginar era cómo podían seguir viviendo el día a día.

- ¿Qué respuestas se da?

- Creo que es la infinita capacidad del hombre de seguir adelante, de sacar fuerzas de donde no hay

- Uno a veces se pregunta por qué se rebelaron unos más que otros…

- No es cierto que fueron al matadero; porque en todo momento, incluso en el gueto, trataron de sobrevivir. Los que estaban en el gueto suponían que la guerra terminaba. Llegaban versiones: que los alemanes estaban retrocediendo; o, al contrario, que avanzaban. Había que ver cómo se resistía. Y se resistía también buscando comida. Mi padre trabajaba en el gueto para el comisario polaco, sabía de caballos, de herrería, trabajaba en el establo. Y todos los días lo sacaban del gueto para ir a trabajar; y ahí de pronto podía conseguir algo de comida. Lo que yo creo -nadie me lo contó- es que cuando mi hermana Neja no aceptó quedarse en la casa de los católicos polacos y la llevaron de nuevo al gueto supieron cuál era su destino.

- Usted muestra no sólo el lado del sufriente, sino del que intentó rebelarse…

- El de Varsovia no es el único gueto que se levantó. Es el más grande, pero hubo muchos. Por supuesto que murieron casi todos, porque ante tamaña fuerza militar era imposible sobrevivir.

- ¿Fue alguna vez a verlos a los Shipula?

- Sí, habían muerto jóvenes. Estaban los abuelos, que los habían sobrevivido. Tengo una gratitud eterna para ellos. Tengo fotos con ellos, donde se ve una nena feliz, alimentada, alegre; y eso lo han hecho ellos. Y yo era para ellos lo más cercano a un hijo. Pero cada uno tiene derecho a su identidad.

- Imposible no pensar en los nietos recuperados…

- Por supuesto. Lo que se pone en juego es el derecho a la identidad.

- A la distancia, ¿cuál es la resultante de ese rompecabezas que es su biografía?

- Que soy yo con todas mis circunstancias, con todos mis nombres; con todas mis lenguas, aún con las que fui perdiendo.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios