El valor del conocimiento *

El valor del conocimiento *

La “riqueza de una nación” ya no está necesariamente en los recursos naturales, ni siquiera en los recursos financieros, sino en el “capital humano”, que no es ni más ni menos que el valor de aquello que una comunidad tiene en la cabeza. Aquellos países que inviertan en el capital humano de sus habitantes contarán con una enorme ventaja competitiva: los individuos, los grupos sociales y las comunidades de esos países se moverán como pilotos bien entrenados en un escenario cambiante

23 Abril 2017

Por Facundo Manes

Como gran parte de los argentinos, yo soy producto de la educación pública. Es decir que lo poco o lo mucho que soy y que tengo, la posibilidad de haber transitado por las mejores universidades del mundo en mi especialidad, de haber realizado descubrimientos científicos o desarrollado laboratorios es el resultado de lo que la sociedad y el Estado me confiaron cuando me permitieron estudiar, formarme, superarme.

Cuando hablamos del valor de la educación para las políticas públicas, no se trata de una frase políticamente correcta. Se trata de una transformación profunda que tiene que ver con la vida de todos nosotros y de nuestra sociedad.

Los beneficios de la educación a nivel individual son múltiples:

• Mayor ingreso económico

• Mayores posibilidades de empleo

• Mayor estabilidad laboral

• Menor pobreza

• Mejor salud y mayor esperanza de vida

• Menos embarazo adolescente

• Menos crimen

• Más satisfacción con la vida

Los beneficios de una buena educación también son múltiples a nivel colectivo:

• Mayor capital social (confianza y tolerancia)

• Preferencia por la redistribución

• Fortalecimiento de las instituciones democráticas

• Mayor crecimiento económico

• Menor desigualdad

• Más movilidad social

Pero todos estos beneficios solo se dan si los alumnos aprenden durante su paso por la escuela. El gran reto de nuestro país es garantizar aprendizajes básicos para todos.

Argentinos, al conocimiento

La posibilidad que tengo hoy de tener una voz que algunos escuchan, de ir a un pueblo de una provincia lejana y que se reúna un gran auditorio o que muchos me vean a través de una entrevista en televisión, me obliga a decir una y otra vez, parafraseando a Ortega y Gasset: argentinos, al conocimiento.

En las últimas décadas, nuestro país y el mundo entero se han transformado de manera drástica. Nuestras vidas cotidianas tienen poco que ver con lo vivido hace algunos años. Está cambiando la manera en que nos relacionamos unos con otros; están cambiando las formas de comunicación; está cambiando el acceso a la información, tanto como el modo en que esa información circula; están cambiando las formas del trabajo y también las relaciones laborales; está cambiando la manera de entender y de tratar la salud; están cambiando los modelos de enseñar y de aprender. El futuro se acerca rápidamente. Este cambio ha tomado un ritmo vertiginoso y muchas veces no alcanzamos a comprender plenamente el carácter de las mutaciones que nos rodean. Es difícil anticipar qué forma tendrá el futuro. ¿Cómo será el trabajo para las próximas generaciones? ¿Cómo funcionarán las economías? ¿Qué agregará valor y qué creará riqueza? No hay respuestas precisas ni unívocas a estas preguntas. Al contrario, las respuestas son inciertas y las posibilidades son múltiples.

Y tal vez ocurra en el futuro que se comprueben varias respuestas simultáneas. ¿Cómo prepararnos como país para vivir en un mundo así? La clave de nuestra sociedad, entonces, está en saber mirar, saber adaptarnos y ser imaginativos.

La “riqueza de una nación” ya no está necesariamente en los recursos naturales, ni siquiera en los recursos financieros, sino en el “capital humano”, que no es ni más ni menos que el valor de aquello que una comunidad tiene en la cabeza. Aquellos países que inviertan en elcapital humano de sus habitantes contarán con una enorme ventaja competitiva: los individuos, los grupos sociales y las comunidades de esos países se moverán como pilotos bien entrenados en un escenario cambiante.

Hoy los países más desarrollados y aquellos que aspiran a serlo apuestan a consolidar sociedades del conocimiento. ¿Cuáles son las metas que se persiguen en la construcción de estas sociedades del conocimiento?

Además de infraestructura, instituciones sólidas y transparentes, y salud pública de calidad, la gran meta es laeducación de calidad para todos.

Cuando decimos “para todos” es para todos, no solo para quienes concurren a las escuelas de la elite cultural o económica; se trata de reconstruir urgentemente un sistema educativo de calidad y exigente, en cualquier lugar de nuestro territorio.

El lugar donde nacimos, la economía familiar o el azar no pueden transformarse en la Argentina en una fatalidad. Para que el objetivo anterior se cumpla es indispensable además la protección prioritaria de los cerebros en desarrollo; la nutrición y el estímulo son fundamentales para garantizar los primeros años de vida. En esa construcción de una sociedad del conocimiento debe procurarse que la ciencia y la técnica atraviesen los estamentos sociales e institucionales y afecten positivamente a las políticas de los Estados, de las empresas y del tercer sector. Se busca que el efecto de este cruce transversal de la ciencia y la tecnología coloque a lainnovación en el corazón de toda inversión productiva; la tecnología debe ser usada como una herramienta activa del desarrollo.

Ciencias básicas

En la Argentina todavía discutimos el valor de las ciencias básicas. Como sociedad tenemos que apoyar las ciencias básicas y apostar a estudiar temas que no necesariamente tendrán una aplicación inmediata. Los descubrimientos científicos no siempre generan recompensas inmediatas. Pero, cuando las investigaciones científicas lo hacen, cambian nuestra vida para siempre, como nunca lo hubiésemos imaginado. Los chips de computadora, la tecnología GPS, internet se generaron a partir de inversión en investigación básica. Aplicaciones que luego generaron trabajo y mejoraron la economía de sus sociedades. Cada dólar que se invirtió en el proyecto “genoma humano” retornó convertido en 140 dólares para la economía de Estados Unidos.

Por este dinamismo hay que atraer a los mejores científicos y emprendedores y apoyar apoyarlos para llevar sus sueños a la realidad invirtiendo en tecnología, en la formación continua, gestionando becas, financiando laboratorios y creando alianzas entre instituciones. Decía Bernardo Houssay hace varias décadas: “Es muy común en los países atrasados una desmedida preocupación por las aplicaciones inmediatas, y por ello se suele alardear de criterio práctico y pedir que se realicen exclusivamente investigaciones de aplicación inmediata y útiles para la sociedad. Esta es idea propia de las personas incultas y de ambientes atrasados, o bien es signo y factor de decadencia en los ya adelantados. Quienes expresan tales criterios ignoran - y esta ignorancia es muy grave y dañina - que todos los grandes adelantos prácticos provienen de la investigación científica fundamental desinteresada. Debido a ella Pasteur halló el papel de los microbios, las reglas de asepsia y antisepsia, las vacunaciones y dio bases que permiten desarrollar la higiene y la cirugía modernas. Por ella Galvani y Volta nos dieron el conocimiento de la electricidad, Maxwell los fundamentos de la radiotelegrafía, Oersted el telégrafo, Faraday los de los motores eléctricos, Fleming los de los antibióticos. La ciencia pura es sin duda la fuente que alimenta incesantemente las técnicas aplicadas; si aquella se detiene, éstas languidecen o desmejoran pronto. Aconsejar a un país o universidad que no haga investigaciones fundamentales no aplicables inmediatamente, es como invitarlo a empobrecerse o suicidarse, como resultado de la grave y trágica ignorancia de sus dirigentes”.

Traba para el desarrollo

La Argentina exporta por unos 6.000 millones de dólares anuales. Un plan adecuado podría llevarlos a u$s10.000, en cuatro años, y a u$s16.000 en una década. Una cifra que se acerca a la que genera el campo.

Es por eso que nuestro capital humano es la herramienta que más debemos cuidar, estimular y potenciar.

Ahora bien: ¿qué es lo que traba este desarrollo? Muchas veces no es la realidad la que coarta los proyectos sino nuestros propios sesgos.¿Qué son para las neurociencias los “sesgos mentales”? Son una suerte de atajos moldeados socialmente que nos permiten resolver de manera simple y sin demasiado esfuerzo cognitivo problemas en la vida cotidiana.

Para entender mejor esto, imaginemos que estamos en un almuerzo familiar este fin de semana, en la sobremesa hablando de política. Por un lado, el cuñado, simpatizante de un partido político, y por otro, el primo del otro partido. Se ponen a charlar. ¿Saben que pasa? No se escuchan.

Mientras uno habla, el otro piensa de qué modo reafirmar sus ideas. Esto se llama sesgo de confirmación. Uno, en vez de escuchar al otro, internamente busca nuevos fundamentos que consoliden su posición.

No se puede desarrollar una sociedad con esta lógica de pelea continua. Quizás esto puede servir a algunos comoestrategia electoral pero no nos va a permitir que nos desarrollemos.

No se puede pensar el futuro de un país a partir de la división, de la pelea.

Debemos comprender que en el otro, aún en nuestro adversario, existen semillas de verdad. Eso no quiere decir que no tengamos diferencias unos con otros. La gracia de la armonía es lograrla no solo cuando tenemos ideas comunes, que resulta siempre más confortable y menos estimulante, sino también posiciones divergentes.

Estamos hablando de ejercitar la “empatía”: comprender lo que piensa el otro y sentir lo que siente el otro. En esto, los medios periodísticos juegan un rol crucial, ya que son los que nos permiten ver distintas miradas de la realidad. Debemos ser tolerantes con quienes tienen otro punto de vista.Debemos tener empatía y construir consensos en los temas centrales, en los cimientos sobre los cuales queremos construir el país.

La educación, por ejemplo, que hoy nuevamente vuelve a estar en “primer plano” por la puja de los sueldos docentes, por las paritarias, por los paros. Pero, lo sabemos, eso es una parte importante entre muchas otras problemáticas que atraviesa nuestra educación.

La educación es un tema central del desarrollo estratégico. La inversión en conocimiento, en nuevas ideas y en la investigación científica y tecnológica constituyen un factor económico. Hoy, hablar de educación es hablar de economía.

Sabemos que la educación estimula la inteligencia y la creatividad. Y también sabemos que la inteligencia y la creatividad son factores que agregan valor durante el proceso de producción de bienes. Por ejemplo, en el sector informático se tiene absolutamente en claro este fenómeno económico por el cual un cerebro imaginativo produce valor. Lo mismo ocurre en la industria cultural.

El precio de la pobreza

Educar a nuestros chicos significa pensar en ellos pero también pensar en que estamos invirtiendo en nuestro mayor capital como país. Es inadmisible, por lo tanto, que nuestros niños estén malnutridos y mal estimulados. Es un crimen y una inmoralidad del presente y, al mismo tiempo, es una hipoteca social para el futuro. Hay una razón ética fundamental, y hay una razón estratégica.

Esos cerebros serán los que sigan construyendo el país. La desigualdad y la falta de oportunidades, además de empujar a las personas hacia la desesperanza, la apatía o –peor- hacia la violencia, desgarran el tejido social y destruyen las posibilidades del desarrollo.

La pobreza produce un impuesto cognitivo: este contexto atrapa a las personas en un círculo que condiciona el presente y también el futuro.

Aquellos que no tienen garantizadas sus necesidades básicas cotidianas (o las de sus hijos) están obligados a pensar obcecadamente en ese día a día y están más limitados para enfocarse en el largo plazo que aquellos que tienen sus necesidades satisfechas.

Se trata de una desigualdad de oportunidades en el presente y hacia el futuro.

Muchos creen que para reducir la pobreza solo es necesario el crecimiento económico. Sin embargo, si ese crecimiento no está acompañado por un aumento y una mejora en la educación, la pobreza o se reduce.

Como se dijo muchas veces, crecimiento no es sinónimo de desarrollo. El desarrollo es un concepto integrador, distinto de la restrictiva noción de crecimiento económico.

Un poderoso motor del desarrollo es la educación, porque es uno de los instrumentos más importantes para combatir la pobreza, mejorar la salud, alcanzar la igualdad de género, lograr el reconocimiento y cuidado de las personas mayores, la paz y la estabilidad.

¿Todo esto sólo se trata de una enumeración de buenas intenciones sin posibilidades reales de aplicación? No, de ninguna manera, y no hace falta irse lejos en nuestra historia para comprobarlo.A fines del siglo XIX, la sociedad argentina se encontraba ante un desafío de construcción nacional y de integración mucho mayor que el de hoy.

Hubo una generación de dirigentes que se hizo cargo de la titánica tarea de realizar la utopía. Sarmiento fue uno de los más sobresalientes. La ley de Educación 1420 fue el instrumento para lograr la igualdad de oportunidades en el país.

Sarmiento fue una figura que contravino el sentido común. Tuvo como característica esa capacidad de romper con los sesgos mentales de los que hablamos antes. Rompía con los estereotipos.

Sarmiento fue al mismo tiempo un intelectual y un hombre de acción, fue escritor y fue militar que llegó a gobernador, a ministro, a Presidente de la Nación.

Más de un siglo y medio después, el núcleo de nuestro pensamiento sigue girando en torno a la educación.

Pero la Argentina enfrenta hoy varios problemas estructurales en el sistema educativo, sobre los cuales coinciden especialistas de distintas instituciones y de los más variados espacios políticos. Tal vez el más importante sea la falta de un proyecto rector de largo plazo que retome la visión estratégica y la ambición de proyectos fundacionales para nuestro país, como los que sentaron las bases de nuestro actual sistema educativo y gracias al cual pudieron graduarse próceres argentinos del siglo XX como César Milstein y René Favaloro.

Existe en todo esto una dificultad de fondo: hoy las escuelas argentinas no preparan a nuestro alumnos para una sociedad del conocimiento. Cada estudiante que culmina su educación enfrentará problemas distintos y más complejos de abordar y resolver que los que enfrentaron sus docentes y sus padres. Pero justamente somos sus docentes y padres los que tenemos la responsabilidad de prever esos problemas y resolverlos hoy.

Urgencia de lo importante

El desarrollo de la ciencia se logra promoviendo la calidad de la investigación hacia la excelencia e incrementando los vínculos internacionales. Permítanme citar nuevamente aBernardo Houssay , quien decía sabiamente que la Argentina era un país demasiado pobre como para darse el lujo de no promover la investigación científica.

El razonamiento de relegar lo importante por lo urgente es como un perro que se muerde la cola: es porque existen necesidades que debemos pensar en las causas que llevaron a esa realidad y atacarlas desde el fundamento.

Por supuesto que las urgencias hay que resolverlas. Pero ocuparse únicamente de ellas nos deja torpemente propensos a tropezar mil veces con la misma piedra.

¿Por qué esto que resulta tan sencillo de entender fue tan difícil de hacerlo hasta ahora?

Una de las cualidades de la especie humana está en su capacidad de ver más allá de lo inmediato: imaginar escenarios futuros y actuar en consecuencia. Se trata de una capacidad mental que permite conseguir eficacia en la táctica y en la estrategia.

Muchas veces, lo que conspira contra esta cualidad es la imperiosa búsqueda de la satisfacción inmediata. A las comunidades les pasa lo mismo. Uno de nuestros problemas es que estamos permanentemente pensando en el presente, en la coyuntura, y no en el largo plazo.

Los argentinos a veces parecemos tener miopía del futuro.

Si fuéramos un hospital, seríamos la guardia, lo cual es sumamente importante. El hospital necesita de una guardia donde se suturan las urgencias, se curan las infecciones. La emergencia es fundamental. Pero el hospital no es solo emergencias: hay un lugar de planificación, de prevención, de investigación. Hay obstetricia, hay quirófanos, hay laboratorios donde se investiga.

Es muy frustrante para las personas y también para las sociedades no perseguir un sueño y estar todo el tiempo chapuceando. Nuestro desafío es debatir qué país queremos ser más allá de lo inmediato y marchar todos juntos hacia ahí. Tenemos que pensarnos como nación: una comunidad con un pasado y un presente pero , sobre todo, con un destino común.

Una revolución

Necesitamos un país en el que no estemos todo el tiempo inventando la rueda, el camino, el mapa y hasta la brújula. El desarrollo debe ser nuestra obsesión. Se trata de una evolución sustentable, integral y profundamente humana de la sociedad argentina. Debemos modificar los esquemas mentales que nos impiden trabajar en equipo y mirar el largo plazo. No podemos seguir esperando con la excusa de que hay temas más importantes para esta etapa. Nosotros debemos estar convencidos. Nuestra sociedad debe estar convencida.

Las grandes transformaciones no la hacen por sí solos los dirigentes políticos, gremiales, empresarios, periodistas, sino la sociedad cuando está convencida. Justamente por eso, una de las tareas que asumí en estos últimos años fue la de recorrer todos los rincones de nuestro país para proponernos como sociedad civil la construcción de una sociedad del conocimiento y hacer de ella una causa propia como en los 80 hicimos propia la causa de la democracia y de los derechos humanos.

Es en ese sentido que también podemos proponernos hoy abandonar la inercia de los pensamientos automáticos y permitirnos pensar cómo lograr el desarrollo necesario, igualitario, sostenible.

Proponernos una verdadera revolución del conocimiento que nos ponga en el camino de alcanzar una sociedad desarrollada e igualitaria.

Proponernos una Argentina en la que los maestros y profesores sean jerarquizados, que estén bien pagos y que estén altamente capacitados, exigidos y acompañados por toda la sociedad. Que sea el rol más importante que pueda haber en nuestra nación.

Proponernos una Argentina en la que la “viveza criolla” se ponga en cuestión y que a partir de nuevas conductas dejemos de tolerar la corrupción y la desigualdad social.

Proponernos una Argentina en la que la pluralidad de ideas y la tolerancia de los que piensan distinto sean una costumbre incuestionable de todos nosotros; que a nadie se le ocurra que el que piensa de otra manera es un enemigo.

Proponernos una Argentina en que las instituciones sean más importantes y duraderas que los liderazgos políticos; y esto debe ser así porque el nuevo paradigma del conocimiento puede empezar ya pero debe ser sostenido en el tiempo por nuestros hijos y por nuestros nietos.

Esta nueva Argentina no se hace sola. Se hace con decisiones y empuje de sus líderes políticos, empresariales, gremiales, sociales, científicos, periodísticos, pero fundamentalmente con la convicción y el compromiso de toda la sociedad.

© ADEPA

* Reproducción de la disertación del autor en la cena de la Junta de directores de Adepa, el 11 de abril pasado.

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