Por Carlos Páez de la Torre H
20 Abril 2017
DELFÍN JIJENA. Un memorable profesor normal y un destacado hombre público.
Una insigne personalidad fue el catamarqueño Delfín Jijena (1852-1918). Fue el primer profesor graduado en la flamante Escuela Normal de Paraná. En 1875 se radicó en Tucumán. Fue catedrático y vicerrector de nuestra Escuela Normal y presidió el Departamento de Escuelas. Dedicado luego a la política, tuvo altos cargos: ministro de Hacienda en los gobiernos de Santiago Gallo y de Lucas Córdoba; intendente municipal, diputado nacional, entre otros. En 1904 se afincó en Buenos Aires hasta su muerte.
Su tarea en la Normal de Tucumán fue memorable, según los testimonios de José R. Fierro. Este recordaba que “Don Delfín fue el alma de la Escuela. Él pasaba vista en el curso normal y se hizo cargo de la disciplina; enseñaba Matemáticas y Declamación como nadie lo ha hecho mejor, y todos los sábados daba clases de ejercicios militares y tenía en línea a sus alumnos. ¡Cómo lograba despertar entusiasmos y sabía inspirar amor al saber! Sus clases de cálculo oral y problemas mentales eran un espectáculo, y un estimulante torneo diario de ejercicios de retención y razonamiento”.
Narraba Fierro que “en un examen público, uno de los examinadores expresó su admiración, diciendo que parecían ejercicios aprendidos de memoria”. Molesto don Delfín, llamó a seis de sus mejores alumnos y dijo al examinador que los interrogara en cualquier problema que se le ocurriera.
“El examinador rehusó y entonces el señor Jijena comenzó a proponer problemas complicadísimos y ejercicios de combinación de operaciones que los examinandos resolvían con maravillosa rapidez y exactitud, todo mentalmente, sin ningún apunte de auxilio. ¡Qué sublimes momentos aquellos y qué admiración de todos! La mesa gritaba ‘basta’ pero don Delfín estaba encarnizado. Por fin, los doctores Benjamín Paz y Pedro Uriburu se pusieron de pie, hicieron callar al señor Jijena y lo felicitaron efusivamente”.
Su tarea en la Normal de Tucumán fue memorable, según los testimonios de José R. Fierro. Este recordaba que “Don Delfín fue el alma de la Escuela. Él pasaba vista en el curso normal y se hizo cargo de la disciplina; enseñaba Matemáticas y Declamación como nadie lo ha hecho mejor, y todos los sábados daba clases de ejercicios militares y tenía en línea a sus alumnos. ¡Cómo lograba despertar entusiasmos y sabía inspirar amor al saber! Sus clases de cálculo oral y problemas mentales eran un espectáculo, y un estimulante torneo diario de ejercicios de retención y razonamiento”.
Narraba Fierro que “en un examen público, uno de los examinadores expresó su admiración, diciendo que parecían ejercicios aprendidos de memoria”. Molesto don Delfín, llamó a seis de sus mejores alumnos y dijo al examinador que los interrogara en cualquier problema que se le ocurriera.
“El examinador rehusó y entonces el señor Jijena comenzó a proponer problemas complicadísimos y ejercicios de combinación de operaciones que los examinandos resolvían con maravillosa rapidez y exactitud, todo mentalmente, sin ningún apunte de auxilio. ¡Qué sublimes momentos aquellos y qué admiración de todos! La mesa gritaba ‘basta’ pero don Delfín estaba encarnizado. Por fin, los doctores Benjamín Paz y Pedro Uriburu se pusieron de pie, hicieron callar al señor Jijena y lo felicitaron efusivamente”.
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