Los niños también enseñan

Los niños también enseñan

Adelanto de Neurociencias para presidentes (Siglo XXI)

16 Abril 2017

Por Antonio M. Battro

La especie humana se caracteriza por su capacidad de enseñar y esta habilidad, que es innata, permite que los conocimientos adquiridos se transmitan y acrecienten de generación en generación y creen culturas que son la culminación de miles de ensayos y experiencias a través de la historia. Y, lo que es profundamente significativo, cada cultura crea su propia pedagogía.

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Los animales son incapaces de enseñar en sentido estricto, aunque se han detectado precursores muy elementales de enseñanza en algunas especies. En cambio, ya a la edad de 3 años, todos los niños tienen suficientes competencias cognitivas para comenzar a enseñar, y a los 7 años son capaces de hacerlo siguiendo las sutiles contingencias del proceso mental que se produce en quien aprende, dinámica que ha estudiado en detalle Sidney Strauss, entre otros.

Los niños enseñan de forma espontánea a otros niños en las más diversas ocasiones, y muchas veces a los adultos. Si los niños no tuviesen esta capacidad espontánea, sería imposible imaginar un sistema pedagógico exitoso en un ambiente tan complejo como el actual. Y además, como decían los antiguos, docendo discimus: “enseñando aprendemos”. En este sentido, podemos citar el dicho de Michel Serres: “¿Qué es la ciencia? Lo que el padre enseña al hijo. ¿Qué es la tecnología? Lo que el hijo enseña al padre”.

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Esta es una formulación muy pertinente para la era digital en que vivimos, en la que los niños evidencian una capacidad notable para apropiarse de las tecnologías informáticas y de comunicaciones. Sabemos que esta habilidad por parte de los pequeños y los adolescentes es decisiva en el proceso acelerado de globalización de la sociedad humana. A decir verdad, pocos la habían previsto. Es más, como lo ha mostrado recientemente Maryanne Wolf en comunidades por completo analfabetas, carentes de maestros y de escuelas, en lugares remotos de Etiopía, basta dejar tabletas digitales con suficiente autonomía en manos de niños y adolescentes no escolarizados y alejados de los centros poblados para que de manera espontánea empiecen a usarlas, sin tener guía alguna ni conocer el idioma inglés, en este caso.

Poco a poco, sin ayuda de adultos (que también son analfabetos), los propios niños y jóvenes obtienen muchos resultados interesantes que comunican entre amigos y que transmiten solidariamente dentro de la comunidad. Son pasos elementales, que podrían parecer insuficientes e inestables, pero que se revelan sólidos y promisorios para permitir progresos ulteriores en la alfabetización. Este tipo de estudio podría tener enorme impacto en la educación de un gran número de analfabetos si lograra alcanzar una escala suficiente. En el mundo hay setenta y dos millones de niños que no tienen escuelas y otros cien millones cuyas escuelas carecen de recursos suficientes y nunca lograrán alcanzar una educación adecuada para integrarse a la sociedad: seguirán siendo analfabetos funcionales para una cultura del conocimiento. Debemos cambiar con urgencia este lamentable estado de cosas, puesto que tenemos los recursos para lograrlo.

© SIGLO XXI

Antonio M. Battro - Doctor en Medicina y en Psicología; profesor visitante en la Escuela de Educación de Harvard; miembro de la Academia Nacional de Educación.

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