Paren la pelota
Los políticos siguen mostrando la hilacha. Ni siquiera las penurias de miles de personas que están reconstruyendo sus vidas por tantos años de desidia han servido para que haya una tregua frente a la catástrofe. Siempre se antepone la ventaja política. De un lado y del otro también. Nadie puede escapar a la culpabilidad; por acción y por omisión. Nación y Provincia no han sido capaces de dar un gesto a la sociedad de que no todo vale para hacer proselitismo. Ni pedir el voto con demasiada anticipación para un candidato, ni organizar repudios contra las autoridades visitantes. Sólo se cruzan acusaciones. No hay sinergía. Curiosa clase de honrar los asuntos que afectan a la sociedad. Es verdad, el pasado suele condenar a aquellos que hoy ejercen el poder. Pero en el medio siempre están los que sufren los desaciertos de gestiones anteriores, las pugnas presentes y hasta los enfrentamientos futuros.

La urgencia requiere prontas soluciones. Los pobladores del sur de la provincia vienen reclamando eso desde hace casi dos semanas, cuando lo perdieron todo por inundaciones que, en parte, se explican por los fenómenos climáticos, pero también por la falta de obras de envergadura que eviten semejante catástrofe. Lo peor que les puede suceder a esos habitantes, es que el tiempo no les cure todo y dejen de ser prioridad hasta la próxima inundación.

Hay acciones paralelas en el Estado. Por un lado, la Provincia está encarando planes para contribuir a la refundación de una ciudad llena de lodo. Por el otro, la Nación refuerza la tarea de contención sanitaria, social y comunitaria de las familias. La cumbre de Monteagudo debió servir para decirse las cosas en la cara. Y para parar la pelota. No es tiempo de elecciones, por más que este sea un año electoral. Detrás de una decisión, hay cientos de familias que atender. En La Madrid, en Comodoro Rivadavia, en Sauce Viejo, en Catamarca o en Volcán.

La gestión de Juan Manzur ha pedido la semana pasada unos $ 600 millones para encarar obras que mejoren las trazas de ingresos a las ciudades del sur, para mejorar los sistemas de agua potable y las calles de las localidades afectadas, entre otras. Esa cifra equivale a un 1,1% de un presupuesto provincial estimado en $ 54.000 millones. ¿Acaso la urgencia no amerita una redistribución de partidas? Y, si en última instancia la Nación puede aportar un ATN, esa asistencia no sería mayor al 0,02% del total de gastos en el país ($ 2,3 billones). Claro que Tucumán no es la única provincia del país, pero se trata de un gobierno federal. Hoy puede ser Tucumán, Chubut o Catamarca, mañana otros distritos. Nación y Provincia juegan al desconfío. En otros tiempos electorales, Manzur, siendo candidato, fue a Buenos Aires a pedir $ 290 millones para hacer las obras para el sur. En la sede del Ejecutivo insisten en que ese dinero no llegó desde el entonces kirchnerismo gobernante. Desde el jueves hasta la fecha, en el Ministerio del Interior le siguen pidiendo explicaciones al actual gobernador acerca del destino de aquellos recursos. Allí se percibe otro juego, el del teléfono descompuesto. Si la partida salió desde la Nación, ¿acaso no hay registros acerca de la millonaria transferencia en los ministerios nacionales? ¿Puede argumentar la Provincia que, efectivamente, aquel dinero no llegó y que sólo fue una promesa de campaña? ¿Hay alguna posibilidad de que, en última instancia, un funcionario nacional se siente con uno de la provincia y cotejen las polémicas partidas para sacarse las dudas?

Las chicanas políticas no curan personas, no calman la angustia de pobladores que vivieron una verdadera pesadilla, no son un ejemplo para la actual y las futuras generaciones, no contribuyen a acercar posturas en pos del bien común de todos, de uno, de 10, de 100 o de miles de habitantes inundados. Hay demasiado tiempo para hacer campaña. Las marchas multitudinarias, organizadas por oficialistas u opositores, de ninguna manera significan la suma de derechos; todo lo contrario: significan que hay más obligaciones que atender. La política necesita gestos altruistas, no individualistas, que sólo buscan sacar réditos para el corto plazo. De otra manera, quedará tapada por el agua.

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