El primer viaje con el 0 km de LA GACETAserá a Las Termas

El primer viaje con el 0 km de LA GACETAserá a Las Termas

El ganador es mecánico. Dialogó por medio de su hija, ya que es hipoacúsico.

FELICES. El mecánico Luis Alanís, de 64 años, celebra la noticia del año con su familia: es el ganador del auto 0 km de los Números de Oro. LA GACETA / FOTOS DE JOSÉ NUNO.- FELICES. El mecánico Luis Alanís, de 64 años, celebra la noticia del año con su familia: es el ganador del auto 0 km de los Números de Oro. LA GACETA / FOTOS DE JOSÉ NUNO.-
12 Abril 2017
El cupón giraba en el aire, entre cientos y cientos de otras tarjetas. Eran las 11.28 de ayer cuando Mercedes, una de las promotoras, puso el brazo en alto, y sin mirar, lo tomó en el aire, mientras una lluvia de papelitos caía sobre su cuerpo dentro de una gigantesca urna de madera. Ella sostuvo el único cupón que le quedaba entre los dedos y se lo entregó al escribano Alvaro Sobrecasas. En ese mismo instante, exactamente a 30 cuadras de la redacción de LA GACETA, todavía sin saber que sería el afortunado ganador, Luis Alanís desarmaba la junta de tapa de cilindro de un automóvil blanco, en el patio del taller mecánico donde trabaja todos los días.

Luis tenía las manos con grasa y unas viejas manchas de aceite secas en el overol. Bajo el sol del mediodía se secaba la transpiración de la frente con la palma de la mano.

En el edificio de LA GACETA, mientras tanto, el escribano verificaba los datos de la tarjeta para constatar que todo estaba en orden, antes de anunciar públicamente al ganador del automóvil 0 km ante las cámaras que registraban la ceremonia.

Al lado del escribano Sobrecasas, un grupo de lectores presenciaba el sorteo. En el salón también estaban las autoridades del Banco Santiago del Estero y de la Tarjeta Sol. Hasta ese momento, Alanís seguía sin saber nada del sorteo, zambullido debajo del capó del auto que reparaba en el patio del taller.

El escribano leyó la tarjeta y lamentó que no podía anunciar al ganador del primer intento. “No tiene el número de DNI”, dijo. Entonces se procedió a un nuevo sorteo, como marca el reglamento de los Números de Oro de LA GACETA. Es decir que un lector se perdió la oportunidad de recibir un auto por no haber puesto su DNI en la tarjeta.

En el segundo sorteo, el escribano volvió a lamentarse porque no estaba detallado el número de teléfono. Sin embargo, estaban los demás datos personales. Igualmente, por las dudas, pidió sacar una tarjeta suplente.

Alanís dejó el motor en el que trabaja para decirle a Raúl, el dueño del taller, que necesitaba un repuesto para continuar su trabajo. Más tarde recordaría que al momento de dejar los cupones del entretenimiento en las puertas de LA GACETA puso en práctica una cábala usada como una ceremonia casi sacramental. “Cada vez que llevaba las tarjetas, las dejaba en la urna y después me cruzaba a tomar un café”. Así lo había hecho, pero eso ni lo recordaba cuando metía las manos en el motor del auto.

El escribano dio por válida la tarjeta que no tenía el número de teléfono y anunció el nombre del ganador. De inmediato, un equipo de LA GACETA salió a buscarlo en el domicilio de Perú 1.594, en la capital.

En la casa atendió Norma Rodríguez, la esposa del mecánico. Sorprendida y un tanto nerviosa por tantas cámaras de video y de fotos, ella preguntó de dónde lo buscaban. Luego llegó Andrea Alanís, la hija del flamante ganador. La joven recibió la noticia y sirvió de intérprete para transmitir la grata novedad a su padre y a su madre (ambos son hipoacúsicos). Toda la familia acompañó al equipo de LA GACETA para darle la noticia a Luis, que seguía trabajando en el taller de calle Chile al 800.

“Está feliz y muy emocionado”, relató su hija Andrea al traducir el lenguaje de señas de su padre. “Vendió su auto hace como 10 años y siempre quiso volver a tener uno”, agregó conmovida, mientras Luis abrazaba al resto de la familia. “Dice mi papá que el primer viaje será a Las Termas para ir a pescar”, agregó.

Toda la vida, Alanís se dedicó a la mecánica. En los buenos tiempos supo tener su propio taller, pero la crisis financiera lo golpeó tanto que no le quedó otra alternativa que vender su vehículo. “No quería desprenderse del auto, pero intentaba salvar el taller y tuvo que hacerlo -detalló Andrea-; y tenía tantas ganas de volver a tener uno, que todavía conserva el carné de manejo”, agregó. En medio de la alegría por semejante noticia, estaba Lorenzo, el nieto de tres años. Después de las fotos y de los abrazos, el niño se puso en cuclillas en una sombra de níspero del patio del taller. Con una piedra en la mano dibujaba en la tierra, en silencio, mientras los adultos seguían festejando con la sonrisa a flor de piel. De repente, Andrea, la mamá de Lorenzo, miró a su hijo y exclamó: “¡está dibujando un auto!...” De pronto, todos rodearon al niño que concluía las líneas y curvas en el piso. Era un auto y con el abuelo Luis manejando adentro.

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