Batalla al peronismo
Choripán más mafia, igual a peronismo. ¿Es una pregunta o una afirmación? De hecho es una ecuación reduccionista que muchos abonan y aplauden y que algunos “compañeros” -tanto desde la derecha como desde la izquierda del movimiento- entienden que forma parte de una estrategia política destinada a darle una batalla cultural al peronismo para tratar de debilitarlo o eliminarlo del mapa nacional. O también, como se puede interpretar desde una tercera posición: es parte de una estrategia electoral tendiente a polarizar bajo la excusa de peronismo versus antiperonismo, en una versión más dramática y fanatizada, o futuro versus pasado, en una versión más alineada al discurso macrista, que se acentuó en esa dirección después de la marcha del 1 de abril. Ahora veremos la ecuación desde la perspectiva de los muchachos de Perón.

En los últimos días, el respaldo de la calle envalentonó a Macri y a su entorno: el Presidente salió a desafiar a la oposición para la elección, Marcos Peña habló de gobernar para la “clase baja” y Mario Quintana apuntó que en el país de la “marchita peronista que combatió al capital, nos fue mal”. Este último, además, habló de una batalla cultural en el mini Davos. El concepto de “batalla” se viene arraigando con más fuerza en el vocabulario dirigencial y hasta con suma naturalidad se habla de “guerra” para interpretar los enfrentamientos verbales entre oficialistas y opositores, sean quienes sean hoy por hoy en el ámbito nacional o provincial. De mantenerse esta línea, por si no lo advierten desde ambas “trincheras” -para no salir de la terminología militar-, se puede poner en riesgo la paz social en el país.

El clima se potencia porque la división cruza la realidad nacional, una fractura que viene desde la gestión nacional anterior y que se consolida con el resultado del balotaje de 2015 por el empate “técnico-político”. Cierto, uno ganó y otro perdió en los números; pero la escasa diferencia porcentual justifica el canto de victoria de unos y también el reclamo de otros para ser escuchados por esa “paridad” numérica. Eso de acompañar al que gane parece que entró en desuso.

Medios contra bajos

Un tira y afloje en el que se enmarcan las manifestaciones callejeras con fuertes consignas políticas y hasta diferenciadas socialmente. La clase media que votó a Macri y que sigue esperanzada salió el 1 de abril al grito de no vuelven más -¿los kirchneristas, menemistas, disidentes o los peronistas?- y los asalariados en blanco, los trabajadores en negro y desempleados que se expresaron el jueves contra Macri -obligados o no, aunque tengan argumentos para hacerlo-.

Los primeros movilizados sin choripán -lo dijo Macri-, los segundos seguidores de mafiosos; según la mirada ciertamente ofensiva del Gobierno nacional, pero que muchos argentinos comparten, con y sin razón, y más con pasión. Estas afirmaciones salieron de boca de dirigentes del PRO, como el reconocimiento de que deben trabajar por la “clase baja” ligada al peronismo para no convertirse en “un partido clasista”. (Peña/www.lapoliticaonline.com). ¿Van por los que creen que son choripaneros? Sería grave que se aliente una lucha de clases sólo para sacar ventajas electorales, o bien -como interpretan algunos peronistas de pura cepa- para tratar de mostrar al peronismo como la peor enfermedad política que atravesó el país y como el responsable de todo lo malo que le sucede a la Argentina. Hay fanáticos de esta visión, a los que el diccionario popular del justicialismo denomina “gorilas”. Para ellos, los conceptos de Macri y de Quintana deben sonar a música para sus oídos.

Aquella ecuación primera, aunque tenga adeptos convencidos de la validez de la fórmula, es observada por algunos soldados justicialistas como la síntesis de una iniciativa destinada a degradar al peronismo, y no sólo como expresión político-partidaria sino también como rasgo cultural. La pregunta que sigue es ¿tienen razón en sospechar y en estar advertidos, o no tienen de qué preocuparse? Los que la contestan admiten que hay que inquietarse y obrar en consecuencia, ya que estaría en marcha esa estrategia nacional -algunos dicen que hasta internacional- para doblegar, reducir o eliminar al peronismo.

Ciertamente un objetivo de gran magnitud, aunque desde las propias filas los peronistas aporten conductas que sirven para deslegitimarse, como al partido y al movimiento. Los enemigos del PJ están adentro, cabría decir. En ese marco se dice que si bien se intenta demonizar a los sindicalistas -gordos, corruptos, mafiosos-, estos dan margen para que todo lo negativo que se afirme sobre ellos se tenga como verdad irrefutable. Y sume al descreimiento del peronismo. Lo primero que surge como común denominador cuando se conversa con peronistas es que para contrarrestar esta campaña es necesario unirse; una instancia que pinta imposible dada la “diáspora” justicialista; ya que están en todos lados, en la oposición y en el oficialismo.

Están dispersos, acompañando jefaturas de dirigentes de dudosa capacidad de liderazgo, o de dudoso conocimiento doctrinario, o bien incorporados a espacios nuevos porque fueron rechazados o expulsados del PJ tradicional, o sumados a alianzas con socios de otras extracciones políticas. ¿Quién se pondrá al frente de un proceso de reunificación de la identidad peronista? ¿Existe ese dirigente? En este punto todos se miran, sabiendo que el trámite es obligatorio.

Un discípulo de Carlos Disandro deslizó la necesidad de volver a la doctrina para fortalecer al peronismo. La doctrina se conoce, se difunde y se practica; apunta, para acotar que los compañeros de hoy no cultivan la cultura peronista. En ese sentido, no es tan optimista respecto de que la dirigencia local del justicialismo obre en esa dirección con sentido ideológico y con sentido de pertenencia a un partido que tiene doctrina y 20 verdades. Están en la chiquita, dice. Lo que significa que priorizan el carguito, el nombramiento, el bolsillo. O bien que el nivel de debate partidario y político en el justicialismo es muy bajo y hasta chato. Se podría parafrasear a Borges para entender sus dichos: “los peronistas son gente que se hace pasar por peronista para sacar ventaja”.

Alguien deslizó con un dejo de resignación que el peronismo ya no es nada, es cualquier cosa, fácil de voltear y de combatir. Un pensamiento que vendría de parabienes a la estrategia macrista. El problema que tenemos se llama Macri. El Presidente ha sabido dividir al peronismo. Con el peronismo dividido, el único que gana es Macri; dijo Alberto Fernández.

“Van hasta la médula, en forma direccionada pero con mucha inteligencia”, contestó una referente territorial de la capital al referirse a la estrategia macrista; hasta casi elogiando la forma en la que se lleva a cabo. “El ataque es desembozado”, dijo otro ex funcionario provincial simpatizante de Cristina. Los dirigentes entienden que desde el poder central están “jugados” a esta intención y que es por eso que han decidido profundizar la etapa de confrontación, hasta desde la semántica.

Por ahí se mencionó el concepto devastación cultural. ¿Es mucho? Hay que pensar desde el cuero de los peronistas por lo menos para tratar de interpretar lo que significa el peronismo.

Más miradas

También se pueden encontrar otras miradas, pero que no escapan a esta mirada sobre el accionar del adversario. Es una estrategia de poder con una fuerte dosis de estrategia comunicacional; advierte una referente territorial del interior.

En suma, hay una coincidencia: hace falta un debate puertas adentro, doctrinario y casi refundacional, frente a los ataques no ya electorales, sino hacia el peronismo como una expresión de la cultura nacional. Es un aspecto colateral, no menor, el de la necesidad temporal del PJ de competir electoralmente con éxito este año frente a Macri.

Un elemento que puede servir de disparador de esa unificación de la que muchos hablan es que ratifique los números de bancas en el Congreso en los comicios de octubre. En las elecciones van a chocar, alguien sacará ventajas y otro perderá, pero será sumamente difícil merituar en qué grado influenciará en el voto la estrategia de “desvalorización” del peronismo. Algo que al Gobierno nacional aparentemente le sirve y a lo que le está sacando cada vez más punta, ya que está presente en los discursos.

El “disandrista” sumó a la sinarquía internacional, una idea de boga en el siglo pasado, a la hora de incorporar elementos para analizar el ataque al peronismo; entendiendo que el concepto de comunidad organizada atenta contra aquella. Esto llevaría a abrir una puerta al pasado y a desempolvar viejos libros (“El estado argentino y la conspiración sinárquica”, por ejemplo). Es un aspecto más, geopolítico, a tener en cuenta y que tal vez vaya un poco más allá de un debate de café. El juego se está desarrollando, cada uno arrojó sus fichas, habrá que ver por dónde va el debate, y quién lo dirige.

Y aunque lo que sigue tal vez esté de más, o traído de los pelos, vale traerlo a colación. Cuentan que Perón estaba explicando en la Escuela Superior de Guerra la situación mundial y las cinco internacionales (masonería, Vaticano, sionismo, comunismo, socialdemocracia), cuando de repente apunta que la más peligrosa de todas era la Sexta Internacional. Mi general, habló todo el tiempo de cinco internacionales, y ahora habla de una sexta, ¿cuál es?; le dijo un coronel. “La sexta internacional es la de los boludos. Están en todas partes y no descansan nunca, están todo el día haciendo boludeces”, habría respondido. Que la sexta internacional no gobierne la conducta de los argentinos.

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