Lo mejor y lo peor de nosotros
“El drama de internet es que ha promocionado al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad”, sostenía Umberto Eco. Como viene sucediendo en los últimos tiempos prácticamente con todos los aspectos de la vida en sociedad, las redes exponen lo mejor y lo peor de nosotros. Todo lo positivo que generan cuando sirven para concientizar y generar movidas solidarias, por ejemplo. Y todo lo negativo que implica su manipulación por la multitud de tontos del pueblo que mienten y tergiversan, retuiteando o compartiendo infamantes cadenas de WhatsApp. Las redes pueden ser una herramienta virtuosa o una cloaca. Si de por medio hay un drama como el de las inundaciones el daño que desparraman los tontos del pueblo munidos de una cuenta en Facebook se multiplica al infinito.

Conviene diferenciar al tonto del pueblo del troll y en eso Eco era cuidadoso. Si un whatsapp afirma la inminente catástrofe -”se abrirán las compuertas del Cadillal y Banda del Río Salí quedará sumergida”- el acto reflejo es compartirlo con todos los contactos. Hay un troll que actúa de agente del caos tirando el anzuelo y multitud de usuarios a los que no se les ocurre pensarlo 30 segundos. Es así y punto. Filósofos y cientistas sociales vienen debatiendo y escribiendo sobre este fenómeno contemporáneo, al que bautizaron como posverdad. Tal vez la comunidad del pensamiento internacional advierta que Tucumán debe ser una de las mayores incubadoras de posverdad de Occidente.

A Eco los tontos del pueblo lo tenían sin cuidado porque, a fin de cuentas, estaban condenados a decir lo suyo en la soledad del bar, con un vinito de por medio. El problema se instaló cuando la tecnología les regaló la posibilidad de acceder al ágora tipeando 140 caracteres. O posteando reflexiones sobre obras hidráulicas, diques, ingeniería civil, geografía, meteorología y todas las disciplinas que se ocupan de cuestiones tan delicadas como los motivos y las consecuencias de una inundación.

Hay un Tucumán empático, dispuesto a tejer redes solidarias apenas asoma el drama. Tan entusiasta como desordenada, esa ayuda se atomizó en una multitud de emprendimientos individuales, barriales, comunales. Cada institución, cada ONG, armó su propio programa de asistencia a los damnificados. El Gobierno demoró un par de días hasta que afinó los reflejos y unificó muchas de esas iniciativas en una sola campaña. En estos casos es imprescindible explicarle a la población qué hace falta y cuándo hace falta. Por caso, en lo inmediato será más necesario un paquete de velas o un frasco de repelente que un paquete de fideos. Pero mientras el tiempo apremia, hay quienes se ocupan de desparramar cadenas de whatsapps que dicen: “no donen comida, el Gobierno la está guardando para armar bolsones en las elecciones”. Sí, Eco era un visionario.

Que miles de personas sufran el incontenible avance del agua sobre sus casas y sobre sus vidas no les mueve un pelo a los trolls. Una catástrofe es oro en polvo para los operadores de la grieta, dedicados a viralizar audios, videos e informaciones a favor y en contra de oficialistas y opositores. Si se apunta que Mauricio Macri andaba con la risa de oreja a oreja junto a los dirigentes de Boca mientras Tucumán se inundaba, se recuerda que Cristina Kirchner bailaba en la Plaza de Mayo al tiempo que el paro policial incendiaba la provincia. Y así con todos y cada uno de los dirigentes, anteriores y actuales. Hay dos barros: el real e implacable que pisan los vecinos de La Madrid y el virtual e insidioso que enloda a buena parte de la clase política.

Eso sí, el tonto del pueblo se anota en primera fila para repartir culpas. No es un ejercicio selectivo, más bien se trata de abrir una bolsa gigantesca y meter a todos adentro sin distinción de saberes, experiencias e intenciones. Es finalmente, la entronización del lugar común para tratar fenómenos complejísimos y multicausales que Tucumán padece desde hace décadas. ¿Estamos pagando con esta inundación el precio de lo que no se hizo en materia de infraestructura? Es obvio que sí, pero hay infinidad de variables que cruzan el análisis y las conclusiones. Pero, como decía Umberto Eco, hoy la palabra del tonto del pueblo se valora a la misma altura que la de un premio Nobel.

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