Tres edificios, tres historias
Son tres edificios emblemáticos que están enclavados en distintas sectores de la capital de la provincia. En esos lugares nacieron tres historias que hablan del Tucumán de hoy. De virtudes y defectos, de glorias y penas, de riquezas y miserias. Son, en definitiva, fieles reflejos de lo que sucede en estas tierras.

El Provincial inaugurado en 1889 fue un polo de atracción. Allí llegaban los trenes del interior de la provincia. En ese predio los ingleses edificaron un centro de deportes -con tribunas techadas, inclusive, con tejas- para practicar, entre otras disciplinas, el football (como le llamaban en eso tiempos) y el tenis, entre otros. Dicen los historiadores que los sábados y domingos, los tucumanos se pasaban horas observando a los “gringos atrevidos y desvergonzados” correr detrás de una pelota. Los más visionarios se preocuparon en aprender y luego transmitir los secretos de esos juegos que terminaron siendo una pasión con el correr de las décadas.

Pero un día, los trenes dejaron de circular y esa enorme estructura fue sede de varias oficinas hasta que dejó de utilizarse. En poco tiempo se transformó en tierra de nadie. La situación empeoró cuando fue ocupada por personas que tienen problemas de adicción. Allí se instalaron “transas” para venderles muerte y darles un lugar para que las consuman. Los policías que allanaron el lugar aseguran que es un búnker perfecto. Es difícil observar lo que ocurre adentro y mucho más complicado poder ingresar. Los vecinos de la zona imploran por ayuda y más medidas para luchar contra la inseguridad que allí reina, especialmente durante la noche.

La solución no pasa por destinar más patrulleros, sino por definir de una vez por todas cuál será el destino de El Provincial. Desde hace más de 10 años hay decenas de proyectos para darle otra función, que no sea guarida y aguantadero de jóvenes que roban. Un centro de conferencia, un lugar para que se desarrollen actividades culturales, la sede de un museo ferroviario y un espacio de diversión nocturna, son algunas de las ideas que se plantearon. Pero hasta el momento no se aprobó ninguno.

En Barrio Sur

En el coqueto Palacio, la Corte Suprema de Justicia dio que hablar con un fallo de un caso polémico. Por el beneficio de la duda, terminó absolviendo a “Belén”, la joven que había sido condenada por homicidio agravado con algunos atenuantes. La sentencia, que fue firmada por los vocales Daniel Posse, Antonio Gandur y Antonio Estofán, dejó claros mensajes. Por ejemplo, los jueces advirtieron que no podían demostrar que la joven haya tenido un aborto espontáneo, como lo pedían las organizaciones feministas de todo el país y del exterior. En otras palabras, le arrebataron las banderas a las que luchan por la legalización del aborto.

El proceso del caso fue duramente cuestionado desde el comienzo hasta el fin. Según el máximo tribunal se hizo mal la investigación, trabajo que fue avalado por un juez de instrucción, por un defensor que no encontró ninguna anomalía, por la Cámara de Apelaciones, por un fiscal de cámara que sostuvo la acusación y por un tribunal que terminó condenándola. Los argumentos del fallo son sólidos, no hay dudas. Pero también es un claro reconocimiento sobre cómo se imparte Justicia en la provincia.

“Belén” estuvo presa 29 meses sin que se supiera fehacientemente si el cuerpo del pequeño era su hijo. La condenaron con el resultado de una autopsia al que el vocal Posse la definió como un “catálogo de inconsistencias” y con el testimonio de médicos que violaron el secreto profesional que por juramento deben respetar a lo largo de su carrera. Resulta muy difícil no preguntar cuántas personas recibieron condenas por causas plagadas de errores y por falta del resultado de un determinante estudio de ADN. También habla de prioridades: el Poder Judicial contará con un modernísimo edificio, pero por ahora seguirá sin tener un lugar donde se realicen pericias genéticas.

En Villa Urquiza

En pocos días, en la unidad penitenciaria habrá una fiesta. Funcionarios, jueces, legisladores asistirán a la inauguración del Pabellón 10, donde se alojarán a unos 200 reclusos. El nuevo edificio servirá para descomprimir el hacinamiento de presos en el penal, pero bajo ningún aspecto contribuirá a terminar con la severa crisis carcelaria que sufre la provincia.

La cárcel está habitada por unos 800 hombres, cuando su capacidad no debería ser superior a 600. Pero el problema mayor está puertas afuera. En las comisarías de la provincia hay unas 700 personas privadas de su libertad, y por lo menos la mitad de ellos deberían estar en el penal porque ya se les dictó la prisión preventiva. En celdas -donde hacen sus necesidades en bolsas y botellas, no tienen aire y bañarse es casi imposible-, esperan que se liberen cupos para que los trasladen a otro infierno donde estarán un poco mejor. Sólo un poco y nada más.

A muchos tucumanos no les importa este tema porque pretenden que los acusados de un delito, en lo posible, sean encerrados de por vida y condenados a la más sádica cadena de padecimientos. A los políticos tampoco. Electoralmente es mucho más redituable hacer un cordón cuneta que una prisión para que sus ocupantes sean tratados como personas y no como animales.

El ministro Regino Amado sigue en su cruzada para que la Nación construya al menos un alcaldía federal. Cuenta con el apoyo de los jueces federales Fernando Poviña y Daniel Bejas y del camarista Ricardo Sanjuán. Hasta José Cano, titular del Plan Belgrano, reconoció que es necesaria una obra de esas características. El desafío será entonces transformar las voluntades en una obra concreta.

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