Por Fernando Stanich
03 Abril 2017
Hay una incógnita que sólo el tiempo se encargará de develar: qué hará Domingo Amaya en caso de que la Casa Rosada vete las internas dentro de Cambiemos. El secretario de Vivienda de la Nación apuesta a forzar las Primarias dentro de la coalición gobernante por algo mucho más personal por la posibilidad de asumir una banca de diputado. Lo que en realidad interesa al ex intendente de la capital es dirimir el liderazgo provincial opositor en Tucumán de cara a 2019, y esa es una pelea que lo enfrenta mano a mano con el radical José Cano.
Los que conocen la dinámica interna del macrismo coinciden en un diagnóstico. Hay una diferencia clara entre la consideración que el Presidente tiene por el titular del Plan Belgrano y la que siente por Amaya. Cano juega al fútbol los miércoles en la Quinta de Olivos, bromea y pasa el reporte semanal de la realidad política de las provincias del Norte al jefe de Gabinete, Marcos Peña. El peronista, en cambio, integra un sector necesario dentro del Gobierno, pero alejado del calorcito que emana del poder real.
Así, en caso de que Cambiemos opte por presentar listas únicas en las PASO del 13 de agosto y apueste a llevar lo mejor que tenga, Cano será el elegido. El principal argumento se encuentra en el sentido de estos comicios. Una elección legislativa de mitad de mandato siempre funciona como plebiscito para el Gobierno nacional; es decir, al concurrir a las urnas en agosto y en octubre la gente buscará castigar o aprobar al macrismo, no apoyar o cuestionar a los gobiernos provinciales. Alejada entonces la idea de la provincialización de los comicios, suena menos forzado para los simpatizantes amarillos votar por el radical Cano que por el peronista Amaya, ferviente defensor del kirchnerismo hasta no hace mucho tiempo.
Amaya es consciente de que hay una preferencia desde arriba hacia su compañero de fórmula por la Gobernación en 2015. Eso lo tiene bien asumido, por eso insiste con la idea de definir las postulaciones en Tucumán mediante las PASO. Pero, llegado el momento y en caso de que el dedo oficial señale a Cano, deberá tomar una decisión. Aceptar el tercer lugar de la lista (por el cupo femenino, el segundo puesto corresponderá a una mujer) o rechazarlo y evaluar qué caminos seguir.
Hoy, el secretario de Vivienda está dispuesto a desestimar un ofrecimiento de esa naturaleza. Amaya aún considera que fue él quien cedió hace dos años y que ese gesto permitió dar vida al Acuerdo para el Bicentenario. En alguna medida, su razonamiento es lógico: pese a ser tres veces intendente de San Miguel de Tucumán aceptó ser candidato a vicegobernador haciendo caso a las encuestas –que daban mejor a Cano- y priorizando a su entorno; principalmente, a su otrora socio político Germán Alfaro (si la fórmula por la Gobernación era a la inversa, la intendencia hubiera correspondido a un radical).
Con estos antecedentes, el peronista reniega por estos días de los tibios (¿un palo para Alfaro, quien dijo que si hay PASO en Cambiemos él no juega?) y pide replantear el esquema de conducción dentro del ApB para que esa alianza finalmente se quede con la Casa de Gobierno provincial en 2019. “Si la gente quiere que otra vez sea Cano quien encabece la fórmula, nosotros acompañaremos”, parece ser el desafío del ex intendente.
Ahora bien, ¿tiene margen político Amaya para rechazar su inclusión en tercer lugar en una lista de Cambiemos? Poco y nada. No obstante, hay algunos elementos sugestivos; por ejemplo, las conversaciones informales entre algunos de sus colaboradores acerca de la posibilidad de crear un partido nacional propio. Tampoco se puede dejar de soslayar que, por su cargo al frente de Vivienda, mantiene contacto permanente con referentes del peronismo de todo el país; especialmente, del justicialismo bonaerense.
Así, con Sergio Massa sin candidatos en Tucumán, el Frente Renovador aparece como una tercera vía al alcance de la mano. Aunque Amaya hoy niegue una posibilidad de esas características, el massismo bien podría funcionar como asiento eyectable en caso de que una situación de emergencia así lo amerite.
Los que conocen la dinámica interna del macrismo coinciden en un diagnóstico. Hay una diferencia clara entre la consideración que el Presidente tiene por el titular del Plan Belgrano y la que siente por Amaya. Cano juega al fútbol los miércoles en la Quinta de Olivos, bromea y pasa el reporte semanal de la realidad política de las provincias del Norte al jefe de Gabinete, Marcos Peña. El peronista, en cambio, integra un sector necesario dentro del Gobierno, pero alejado del calorcito que emana del poder real.
Así, en caso de que Cambiemos opte por presentar listas únicas en las PASO del 13 de agosto y apueste a llevar lo mejor que tenga, Cano será el elegido. El principal argumento se encuentra en el sentido de estos comicios. Una elección legislativa de mitad de mandato siempre funciona como plebiscito para el Gobierno nacional; es decir, al concurrir a las urnas en agosto y en octubre la gente buscará castigar o aprobar al macrismo, no apoyar o cuestionar a los gobiernos provinciales. Alejada entonces la idea de la provincialización de los comicios, suena menos forzado para los simpatizantes amarillos votar por el radical Cano que por el peronista Amaya, ferviente defensor del kirchnerismo hasta no hace mucho tiempo.
Amaya es consciente de que hay una preferencia desde arriba hacia su compañero de fórmula por la Gobernación en 2015. Eso lo tiene bien asumido, por eso insiste con la idea de definir las postulaciones en Tucumán mediante las PASO. Pero, llegado el momento y en caso de que el dedo oficial señale a Cano, deberá tomar una decisión. Aceptar el tercer lugar de la lista (por el cupo femenino, el segundo puesto corresponderá a una mujer) o rechazarlo y evaluar qué caminos seguir.
Hoy, el secretario de Vivienda está dispuesto a desestimar un ofrecimiento de esa naturaleza. Amaya aún considera que fue él quien cedió hace dos años y que ese gesto permitió dar vida al Acuerdo para el Bicentenario. En alguna medida, su razonamiento es lógico: pese a ser tres veces intendente de San Miguel de Tucumán aceptó ser candidato a vicegobernador haciendo caso a las encuestas –que daban mejor a Cano- y priorizando a su entorno; principalmente, a su otrora socio político Germán Alfaro (si la fórmula por la Gobernación era a la inversa, la intendencia hubiera correspondido a un radical).
Con estos antecedentes, el peronista reniega por estos días de los tibios (¿un palo para Alfaro, quien dijo que si hay PASO en Cambiemos él no juega?) y pide replantear el esquema de conducción dentro del ApB para que esa alianza finalmente se quede con la Casa de Gobierno provincial en 2019. “Si la gente quiere que otra vez sea Cano quien encabece la fórmula, nosotros acompañaremos”, parece ser el desafío del ex intendente.
Ahora bien, ¿tiene margen político Amaya para rechazar su inclusión en tercer lugar en una lista de Cambiemos? Poco y nada. No obstante, hay algunos elementos sugestivos; por ejemplo, las conversaciones informales entre algunos de sus colaboradores acerca de la posibilidad de crear un partido nacional propio. Tampoco se puede dejar de soslayar que, por su cargo al frente de Vivienda, mantiene contacto permanente con referentes del peronismo de todo el país; especialmente, del justicialismo bonaerense.
Así, con Sergio Massa sin candidatos en Tucumán, el Frente Renovador aparece como una tercera vía al alcance de la mano. Aunque Amaya hoy niegue una posibilidad de esas características, el massismo bien podría funcionar como asiento eyectable en caso de que una situación de emergencia así lo amerite.
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