Los hechos se vuelven desechos

Los hechos se vuelven desechos

La ciudadanía y los políticos han encontrado algo en común que los mantiene alineados: la desesperación porque las cosas que ocurren sean menos importantes que la reacción que desencadenan. La ansiedad de José.

En un club deportivo, un padre envía un alerta en un grupo de WhatsApp: “estoy preocupado, la cancha en la que juegan nuestros hijos no está en condiciones y pueden golpearse”. La reacción hacia esta advertencia no se hace esperar y otro papá diagnostica que puede haber un negociado en la institución.

En la cancha de Atlético Tucumán, unos tienen los ánimos por el piso después de la derrota del local ante Gimnasia. Otros tienen el espíritu alto, vaya a saber por qué sustancia. Ni los unos ni los otros han podido escuchar a la banda de música del Liceo que recordó la lucha en Malvinas. Al término del partido todo se mezcla y los argumentos no encuentran oídos. No tienen quién los escuche; entonces, deciden hacerse entender con las manos. Una trompada va, otra piña viene. La Policía ingresa a la platea. No tiene la intención de sentarse. Usa la fuerza, dobla los brazos de los otros, acomoda sus rodillas en las espaldas de los más exaltados y una o dos piñas también les sirven como calmantes. En ese momento aparece un diputado nacional. No tiene intenciones de dialogar. Saca un “uno-dos” perfecto y empiezan a entenderse las fuerzas civiles y policiales de Tucumán. Después, el renegado diputado -que supo llegar al Congreso para reemplazar a José Cano, ante su desembarco en el gabinete de Macri- justificará su acción echándole la culpa a las autoridades del club y a la agresión contra su hijo.

El miércoles de la semana anterior un policía de civil estaba haciendo cola en la farmacia que se instaló en la ochava noroeste de la esquina donde se encuentran San Lorenzo y avenida Alem. De repente, entran dos jóvenes y atacan el comercio. Los asaltantes terminan maniatados en el piso. En minutos llegan todos: los curiosos, los neo-reporteros de redes sociales -en Casa de Gobierno hay una encuesta que dice que el 70% de los tucumanos se informa por Whatsapp-, policías que bajan de centelleantes patrulleros. No faltan las motos. De ellas bajan mujeres cargando a sus niños y despotricando contra los efectivos. Argumentan con el hambre que pasan. Gritan exigiendo libertad para los que están en el piso. Los policías miran para otro lado. Explican que nada pasará porque a los que delinquen los vuelven a encontrar libres cada dos por tres. Hay policías que se hacen los distraídos y en ese ínterin hay ciudadanos -poca calidad de ciudadanos tienen- que se acercan y patean a quien está maniatado en el piso. Justifican su agresión diciendo que lo tiene merecido porque saldrá rápido, porque el castigo no alcanza y porque la Justicia es corrupta. El vecino no es un ciudadano común, acepta ser la reencarnación del Código Penal y de Tribunales al mismo tiempo.

¿Qué tienen en común estas cuestiones descriptas? 1) Todas ocurren públicamente, en la calle, ante la mirada de todos. 2) La violencia que aumenta y nadie la evita ni la frena. 3) Ciudadanos y policías se convierten en cómplices. 4) Ninguno confía en la Justicia. 4) No hay tolerancia. 5) Sin saber nada siempre se sospecha de la corrupción. No hay presunción de ética ni de Justicia.

De eso no se habla

Son las emociones primeras las que mandan al individuo. No hay preocupación por la ley ni por el delito. Que un diputado nacional le pegue a alguien no puede ser normal. Que un ciudadano le pegue a otro -sea delincuente o no- no puede contar con la justificación y menos con la aprobación de otro vecino. Que la Policía no confíe en la Justicia y viceversa es un grave problema para convivir. Que el usuario de WhatsApp se sienta informado porque alguien le compartió algo sin saber si es o no cierto es un yerro que seguro lo llevará a la equivocación. La inmediata y la presunción tienen más fuerza que el análisis profundo de un hecho.

Por eso cuando los ríos se desbordan y las tormentas toman las riendas, los funcionarios discuten. Primero intentan fijar posiciones en las redes sociales. Después tratan de contraargumentar y, por último, de hacer lo que tienen que hacer. Nuestros políticos atrasan por eso. Los hechos y las acciones pasan a segundo plano. Por eso los funcionarios del gobernador, Juan Manzur, se quejan de los de la Nación y viceversa. Sin embargo, la verdad irrefutable es que cuando llueve en Tucumán queda al desnudo que se puso menos plata de la que había que poner para solucionarles los problemas a los que se inundan. También queda claro que no se tomaron las previsiones.

Nadie puede mirar para otro lado. Menos José Alperovich, que se presume inocente de estas cuestiones. Cuando, en su momento, la prensa le señaló algunos de estos riesgos, siempre argumentó que se trataba de la acción desestabilizadora de los comunicadores. Una respuesta fácil y aliviadora. Es simple hacer creer que la prensa, cuando señala fallas, es porque juega para el otro. Con el tiempo, las grietas se terminan abriendo. Hoy, como ayer, son miles de millones los que hacen falta para que las lluvias sirvan para refrescar y no para tener la presunción de muerte.

Para muestra, basta un botón

En esta semana que ya no volverá jamás, se suspendió la audiencia del servicio del agua. La Sociedad Aguas del Tucumán (SAT) es uno de los organismos más débiles de la provincia y, a la vez, es la que provee un servicio vital como la distribución y tratamiento de este líquido imprescindible. Está encabezada por Alfredo Calvo, un funcionario que supo poner José Alperovich y que, desde la Casa de Gobierno, se manejó tal cual quiso el ex gobernador. Hoy que él no está queda al descubierto cómo el método de gestión alperovichista es la muestra de la equivocación. Alperovich manejó la provincia en su puño. No había nada que no se hiciera sin su manejo directo. No importaba si se avanzaba sobre leyes o buenas costumbres. Ahora que él no está, la SAT no tiene los fondos que el aportaba discrecionalmente ni hay quien haga lobby en la Nación para conseguirlos. Tampoco existe una tarifa que logre sostener las necesidades. Y, como no está Alperovich, el lugar de Calvo es apetecido por cuanto dirigente o funcionario quiere tener poder. En los últimos días en algunos despachos de la Casa de Gobierno, en la Legislatura y en la Defensoría del Pueblo hubo quienes apostaban quién ocuparía el sillón de Calvo. La audiencia terminó levantándose y por un tiempo no se discutirá no sólo la tarifa del agua y del servicio de cloacas, sino buena parte del marco normativo del servicio. Una vez más, lo superficial ganó la batalla. Se iba a discutir cuál es el área servida y de expansión de redes, las responsabilidades de otros actores en la prestación del servicio, los derechos y deberes de los usuarios, las medidas para eficientizar el servicio, el ejercicio del poder de policía, el régimen de sanciones, actualizando la normativa que rige este servicio público. Se debatiría sobre qué se haría en los próximos cinco años (sin importar quién está o podría estar en el gobierno), se iban a analizar qué prioridades había para invertir fondos si es que se conseguían. También se contemplaría cómo hacer para que el tucumano tome conciencia de quién es el agua. Es normal que en muchos countries se caven profundos pozos y se busque cómo proveer de agua sin importar de dónde se está tomando el líquido, que es de la provincia, o a quién se está perjudicando. Algo parecido ocurre en las casas de barrio o del centro que, cuando ven disminuida la presión del agua, instalan bombas y cisternas que terminan chupando el agua de algún vecino. Ni hablar de los que deciden romper el pavimento en días feriados para que nadie los multe ni los denuncie para habilitar los desagües. El remanido caso de los lavaderos que se ven por todos lados sacando agua de donde no deben, clandestinamente. Obviamente nadie la paga y tampoco nadie los sanciona porque el poder de policía es algo que no lo maneja la SAT ni está claramente reglado y podía haberse acordado en la audiencia pública. La necesidad de discutir lo que siento y no los hechos concretos ha provocado que Tucumán pierda un debate serio y profundo sobre cuál es el servicio que queremos y quién se hará cargo de los costos, estableciendo una tarifa social que llegue a los más vulnerables. Una vez más la politiquería facilista fue más importante que solucionar las necesidades que urgen.

En la Municipalidad de la Capital se ha gestado una de las principales enemistades contra la SAT. En realidad, contra Calvo, que por ser un hombre al que ha designado Alperovich, el intendente Germán Alfaro le hizo la cruz. El agua une indefectiblemente al municipio con la Sociedad Aguas del Tucumán.

Dos radicales y José López

Celestino Gelsi e Isauro Martínez caminaron juntos por la política comarcana. Uno llegó a ser gobernador y el otro, el lordmayor de la ciudad. Hoy uno es peatonal y el otro, también. Es el homenaje a dos radicales que dejaron su impronta en este Tucumán de la posverdad.

Gelsi (peatonal Muñecas) podría envidiarlo al “Chueco” Martínez, que hoy tiene una peatonal (Mendoza) remozada. En los últimos días desde el municipio se anunció que se invertirían $ 32 millones para que el paseo en conmemoración al ex intendente de Capital pueda ser embellecido como la calle que rinde homenaje al gobernador. Entre ambos radicales se cruza el tristemente célebre José López, en cuyos bolsos podrían haber quedado unos dos millones y medio de pesos que por lo menos se adeudan aún de las mejoras realizadas en la peatonal Mendoza.

El adelantado de Yerba Buena

Nada de lo que pasa en la provincia escapa a los comicios que empezarán a desarrollarse a mitad de año. Además de los tira y afloja que se desarrollan a diario, aparecen los movimientos de los principales actores. La sorpresa de la semana estalló en Yerba Buena. Allí, de repente, despertó Daniel Toledo. Organizó un acto en la ciudad en la que fue intendente. Pero no se preocupó por las elecciones de este año. Su acto tuvo consignas muy claras: apoyar al Frente para la Victoria este año, pero específicamente se subrayó el respaldo a la candidatura a gobernador de José Alperovich. ¿Se adelantó? ¿Se equivocó? Nada de eso. Toledo no va a dar un paso sin que el ex gobernador lo avale. El primer oyente de este mensaje debería ser Juan Manzur, el gran canciller de Tucumán. Alperovich anda por la provincia declamando que todos trabajan para apoyar a Juan, pero después del “toledazo” le tiene que quedar claro al gobernador actual que aquel apoyo tiene fecha de vencimiento. Los que conocen a estos dos protagonistas de la novela tucumana especulan que a los alperovichistas no les gusta que Manzur ande promoviendo futuros intendentes para las ciudades, cuando aún falta tanto tiempo para definir esos cargos.

Otro experto en alperovichismo sostiene que la ansiedad lo está matando al José. “¿Cuál es la necesidad de volver?”, repite, y confiesa que alguna vez se lo dirá al ex gobernador, aunque está seguro de que no lo va a escuchar.

Ni para jugar al tatetí

En la vereda del frente, Cambiemos está peor que nunca. Domingo Amaya le dice a quien quiera oír que hay encuestas que le dan bien para ser candidato. Por su parte, José Cano recibe mensajes de la Rosada, según los cuales el Presidente quiere que se ponga toda la carne en el asador, lo que implicaría que el titular del Plan Belgrano encabece la lista de Diputados. Mientras espera reunirse con Mauricio Macri en esta semana que está empezando, hay algo que está muy claro: los integrantes de Cambiemos no puede alinearse ni para jugar al tatetí. Cano mantiene diálogo con el intendente Germán Alfaro, pero no con Domingo Amaya. Y tampoco la senadora Silvia Elías de Pérez puede sumarse, ya que está distanciada de algunos popes de Cambiemos.

La sociedad tucumana y los dirigentes han empezado a tener los mismos síntomas, víctimas de las ansiedades, la agresividad, la violencia y la falta de comunicación que trae implícita valorar tanto el impacto que nos causan los hechos y no los hechos mismos.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios