Trump o el triunfo de la incompetencia

Trump o el triunfo de la incompetencia

28 Marzo 2017

Nicholas Kristof - The New York Times

Uno de los pocos puntos fuertes del presidente Donald Trump ha sido su capacidad de proyectar destreza. El índice accionario Dow Jones ha subido a un nivel sorprendente de 2,200 puntos desde su elección en parte porque los inversionistas creen que Trump podría llevar a cabo la reforma del sistema fiscal y destinar fondos públicos a la infraestructura.

Eso creían.

El gobierno de Trump está demostrando a cada paso ser pasmosamente incompetente y esa es la verdadera lección que nos deja el colapso del proyecto republicano de seguro médico. El gobierno resultó incapaz de organizar su salida de una bolsa de papel: después de siete años de que los republicanos aborrecieron en público de la ley de seguro médico accesible, la llamada Obamacare, su proyecto de revocarla y reemplazarla fracasó en 18 días.

La política en ocasiones recompensa a los jactanciosos. Y Trump es un fanfarrón de primera categoría. Prometió un plan de seguro médico que sería “increíble”, “hermoso”, “tremendo”, “menos caro y mucho mejor”, “seguro para todos”. Pero es pésimo para cumplir sus promesas, pues la verdad de fondo es que él es un político efectivo que es profundamente incompetente para gobernar.

A veces se dice que los políticos hacen su campaña en poesía y gobiernan en prosa. Trump hizo campaña con fanfarronería y está gobernando con rimbombancia.

Al margen de lo que se piense de los méritos de Trump, esa brecha en su capacidad suscita profundas interrogantes sobre el rumbo de nuestra nación. Si el gobierno no pudo revocar Obamacare –si no puede tener relaciones amistosas con aliados como México y Australia–, ¿cómo le será posible lograr algo tan complicado como la reforma del código fiscal?

El fracaso y la debilidad se van acumulando y la debacle del seguro médico ahora hará que a Trump le sea más difícil imponer su voluntad en el Congreso sobre otros asuntos. Conforme el pueblo va reconociendo que el emperador no trae ropa, se refuerza esa noción de debilidad.

Uno de los problemas básicos de Trump es su inclinación a elegir miembros de su personal que son pasmosamente malos o que están agobiados por problemas de ética. Mike Flynn quizá sea el caso más conocido.

Pero no es el único. Está Sebastian Gorka, asesor del presidente en asuntos de lucha contra el terrorismo. Gorka, de origen húngaro, fundó un partido de extrema derecha en Hungría en 2007. El periódico The Forward ha publicado artículos en los que sostiene que Gorka tiene lazos con la derecha antisemita húngara y es miembro jurado de un grupo que fuera aliado de los nazis en Hungría llamado Vitezo Rend.

Los miembros de esa organización usan una ve minúscula como segunda inicial en su nombre y The Forward ha señalado que Gorka se presenta como Sebastian L. v. Gorka.

Los antecedentes de Gorka podrían ser un problema con relación a su situación migratoria en los Estados Unidos, pues el manual del departamento de Estado señala que los miembros de Vitezi Rend “son considerados inadmisibles”. Karl Pfeifer, periodista austriaco que se ha especializado en asuntos húngaros, me dijo que, sin duda alguna, Gorka había trabajado con racistas y antisemitas en Hungría.

Ni Gorka ni la Casa Blanca respondieron a mis consultas. Pero Gorka declaró al sitio Web The Tablet que nunca ha sido miembro de Vitezi Rend y que usa la inicial v. solo en honor de su padre. Él cuenta con sólidos defensores que juran que nunca ha dado ni la menor muestra de racismo o antisemitismo.

Como comentara en Twitter la estratega del Partido Republicano, “Donald Trump atrae a su alrededor a las personas más tenebrosas, obscuras y raras.”

Para ser justos, Trump también ha nombrado a multitud de personas consistentes: Jim Mattis, Elaine Chao, H.R. McMaster, Dina Powell, Gary Cohn, Steven Mnuchin y otros más. Y su designación para la Suprema Corte, Neil Gorsuch, es un abogado de primerísima clase.

Empero, si examinamos en general los nombramientos hechos por Trump notamos cierta falta de interés en la experiencia. No estoy seguro de que este sea “el peor gabinete de la historia de Estados Unidos”, como dijera el editorialista de The Washington Post, pero ciertamente es un fuerte contendiente por el título. Por ejemplo, los dos últimos secretarios de energía fueron científicos reconocidos; uno de ellos, incluso ganador de un premio Nobel. Trump, en cambio, nombró a Rick Perry que, como precandidato republicano a la presidencia, no pudo recordar el nombre de ese departamento.

Trump nombró a su abogado de bancarrotas, David Friedman, como embajador en Israel. Eligió a Jason Greenblatt, otro de sus abogados, para que negociara la paz en el Medio Oriente. Escogió a Omarosa Manigault, que trabajó con él en “The Apprentice” y es conocida por inflar su currículo, como asistente de la presidencia.

El director de operaciones de la Oficina Oval es Keith Schiller, ex guardaespaldas de Trump más conocido por vapulear a un manifestante. Y en el equipo de Trump instalado como encargado en el departamento del Trabajo se encuentra un ex trabajador de su campaña que se graduó de bachillerato en 2015, según ProPublica.

Así pues, podemos ver el fracaso del proyecto republicano de seguro médico a través de un prisma más amplio: la iniciativa se vino abajo no solo porque es una ley terrible (reducción de impuestos para los ricos financiada quitándole cobertura médica a los necesitados). Fracasó también porque es un ejemplo prístino de la falta de capacidad del gobierno de Trump.

Los demócratas podrían sentirse tranquilos pues la ineptitud podría ponerles un freno a las peores iniciativas de Trump. Pero aunque Trump sea incapaz de construir, si es muy capaz de destruir. Me temo que ahora su “plan” de seguro médico sea sofocar la ley de seguro médico accesible dejando sin aplicar la obligación de asegurarse, para después decir que sus espasmos de agonía fueron inevitables.

De todos los políticos que he conocido con el paso de los años, Trump quizá sea el menos interesado en gobernar o establecer políticas. Él simplemente está absorto en sí mismo. Y lo que estamos viendo más claramente ahora es que ha moldeado a un gobierno a su imagen y semejanza: vano, narcisista y peligroso.

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