Los estafadores, los estafados y el destino de EEUU

Los estafadores, los estafados y el destino de EEUU

27 Marzo 2017

Paul Krugman - The New York Times

Muchas personas están horrorizadas, y con razón, por lo que pasa por liderazgo en el Washington de hoy. Y es importante conservar el horror de nuestra situación política al frente, para seguir resaltando las mentiras, la crueldad y el mal juicio. Nunca debemos normalizar el estado en el que estamos.

Al mismo tiempo, no obstante, deberíamos estarnos preguntando cómo sucedió que la gente que nos está gobernando llegó a tener tal poder. En particular, cómo fue que un hombre cuya trapacería, falta de preocupación por quienes dice interesarse y falta de coherencia política, que debieron haber sido obvias para todos, se las arregló para ganarse a tantas almas inocentes.

No, ésta no es una columna sobre fulano de tal, el tipo de Twitter, que está consiguiendo bastante atención. Se trata de Paul Ryan, el presidente de la Cámara de Representantes.

Estoy escribiendo esta columna sin saber el destino legislativo de la ley de atención de salud de Estados Unidos (AHCA, por sus siglas en inglés), la que Ryan propuso para remplazar al Obamacare. No obstante, sea lo que sea que pase en la Cámara de Representantes y en el Senado, no hay duda alguna de que la AHCA es una de las peores iniciativas de ley que se hayan presentado en el Congreso.

Por ella se privaría a decenas de millones del seguro médico – ¡la disminución de la cantidad de estadounidenses sin seguro sería más grande de lo que resultaría de una simple revocación del Obamacare! -, en tanto que se provocaría un incremento marcado en los gastos de muchos de los que se queden. Sería especialmente punitiva para los electores rurales, de mayor edad e ingresos más bajos.

A cambio, obtendríamos una pequeña reducción en el déficit presupuestario. Oh, y un recorte fiscal, quizá de un billón de dólares, para los acaudalados.

Esto es terrible. Ha empeorado a causa de las mentiras que Ryan ha estado diciendo sobre su plan.

El dice que con él se reducirían las primas; de hecho, las incrementaría. El dice que se acabaría con el incremento rápido en los costos del Obamacare; no hay ningún incremento en los costos, y su plan sería más vulnerable, no menos, a caer en un círculo vicioso de aumento en las primas y pérdida de inscripciones. El dice que llevaría a tener “una atención centrada en el paciente”; sea lo que sea que se supone que significa eso, de hecho, no haría nada para aumentar las opciones.

Algunas personas parecen sorprendidas tanto por lo terrible del plan de Ryan, como por la cruda deshonestidad de su argumento promocional. ¿Pero por qué? Todo lo que hemos visto de parte de Ryan en medio de la debacle de la atención de la salud – todo, es decir, excepto por la cobertura de la prensa – ha sido totalmente congruente con su carrera previa. Es decir, él sigue siendo el mismo tipo sobre el que escribí allá en el 2010, en una columna titulada “El timador”.

Escribí esa columna como respuesta a lo que resultó ser la primera de una serie de propuestas presupuestarias de alto perfil que hizo Ryan. Si bien difieren en los detalles, todas ellas comparten un parecido familiar: como su plan sanitario, cada una implicaba recortes salvajes a los beneficios para los pobres y la clase trabajadora, y el dinero liberado con dichos recortes se utilizaría para compensar los grandes recortes fiscales para los ricos. No obstante, todos se presentaron con las falsas pretensiones de ser planes para reducir el déficit.

Peor, la supuesta reducción del déficit provenía totalmente de los “asteriscos mágicos”: aseveraciones sobre ahorros enormes que se lograrían al reducir un gasto gubernamental no especificado, enormes incrementos en los ingresos que se conseguirían al cubrir lagunas tributarias no especificadas. Se trató de una estafa todo el tiempo.

Entonces, ¿cómo sucedió que Ryan llegó a una posición en la que sus acciones pudieran darle nueva forma a la vida de tantos de sus conciudadanos, en la mayoría de los casos para ser algo mucho peor? La respuesta se encuentra en la candidez impenetrable de su base. No, no de sus electores: los medios de información, que hicieron de él lo que es.

Ven, hasta hace muy poco, tanto la cobertura noticiosa como la política estaban dominadas por la convención del “equilibrio”, lo cual significaba, en particular, que cuando se trataba de los debates políticos, se suponía que uno siempre presentaba que los dos lados tenían argumentos igualmente bien fundamentados. Y esto, a su vez, significaba que era necesario señalar a los proponentes de las posiciones conservadoras, serios, honestos y conocedores.

Entra Ryan, quien, de hecho no es un experto en política serio y honesto, pero interpreta a uno en la televisión. ¡Se remanga las mangas! ¡Usa PowerPoint! ¡Seguro que es auténtico! Así, eso se convirtió en el discurso de los medios. Y la adulación mediática, más que ninguna otra cosa, lo impulsó hasta su posición actual.

No obstante, ahora, el timador se estrelló contra el muro. Ryan solía poder interactuar bien con la Oficina de Presupuesto del Congreso, haciendo que produjera reportes que al incauto le parecieran calificaciones apropiadas de sus planes, aunque no lo eran. En esta ocasión, no obstante, no lo consiguió: la Oficina dijo la devastadora verdad sobre su plan, y sus evasiones y mentiras fueron demasiado obvias como para ignorarlas.

En todo esto hay una lección importante y no solo se trata sobre la atención de la salud ni de Ryan; se trata de los efectos destructivos de una falsa simetría en el reporteo en un momento de vasta asimetría en la realidad.

Está falsa simetría – restarle importancia a lo desagradable de algunos candidatos y exagerar vastamente los defectos de sus oponentes – no es la única razón por la que Estados Unidos se encuentra en el lío en el que está. Sin embargo, es una parte importante de la historia. Y ahora todos estamos a punto de pagar el precio.

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