Del carácter tucumano

Del carácter tucumano

Opinión de Paul Groussac en un libro de 1873

PAUL GROUSSAC. Una foto inédita muestra al célebre hombre de letras en su escritorio de la Biblioteca Nacional. PAUL GROUSSAC. Una foto inédita muestra al célebre hombre de letras en su escritorio de la Biblioteca Nacional.
Fue probablemente Paul Groussac quien por primera vez, desde nuestra provincia, intentó poner por escrito un juicio sobre el carácter y el estilo de los tucumanos. Lo hizo en un capítulo de su libro “Los jesuitas en Tucumán” (1873).

Al tucumano lo hallaba “precoz como todos los meridionales” y como ellos propenso a “juzgar el árbol por la corteza y enamorarse de lo nuevo y brillante”, con una “falta de fuerza para proseguir tenaz y pacientemente el camino hacia su término”. Esa debilidad no venía del “clima enervante”, sino de “la falta de estímulo”, de la ausencia de “necesidad de esfuerzo”. El “despliegue industrial asombroso” de Australia, en la misma latitud y con un suelo mucho más duro, era un caso para comparar.

El tucumano le parecía “inteligente y vivo” de joven, pero sin capacidad de adulto para hacer crecer su caudal. Prefería un lucimiento de superficie, un dorado externo parecido “a esos elegantes de bohardilla que gastan en traje sus escasas rentas”. Las luchas fratricidas habían creado una suerte de “miopía moral” que los hacía tomar a los ratones por elefantes y viceversa.

En otro tramo, afirmaba que “el estado flotante de la población es la guerra de alfiler lazos”, donde “Pedro es amigo de Juan hasta la primera ofensa y quedará después su enemigo hasta la primera cortesía”. Había que concluir que las grandes cualidades del tucumano le eran propias, ‘a natura’, mientras “sus defectos son casi todos debidos a su educación”. Las guerras habían perjudicado esa educación, porque “no se puede a un tiempo edificar colegios y armar tiendas de campaña”. Pero hallaba evidente un “deseo de la instrucción y de la ciencia común”.

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