Cada vez hay más familias que se dedican a la venta de drogas

Cada vez hay más familias que se dedican a la venta de drogas

La cruda historia de una joven que se dedica a vender sustancias Los que atienden los quioscos ni saben que cometen un delito

RESULTADO DE UN SECUESTRO. Drogas, armas y dinero. ARCHIVO RESULTADO DE UN SECUESTRO. Drogas, armas y dinero. ARCHIVO
19 Marzo 2017
“Encontraron la manera de hacer dinero fácil. Los narcos, de alguna manera, le dan la ayuda que el Estado no les da y no sólo hablo de dinero”, aseguró José Molina. El abogado reconoció que cada vez hay más familias que se dedican a la venta de droga para poder subsistir. “Esta es la otra cara de la crisis social que muchos no quieren ver y que se puede conocer en los barrios de la periferia con sólo caminar un par de cuadras por esos lugares olvidados”, señaló el profesional en una charla con LA GACETA.

Fuentes de la Justicia Federal y de las fuerzas de seguridad que se dedican a la lucha contra este tipo de delito apoyan esa apreciación con números. La semana pasada, entre la Digedrop y Drogas Peligrosas de la Policía Federal realizaron cinco allanamientos en distintos puntos de la provincia. En todos comprobaron que eran dirigidos por familias. El año pasado, ese índice era alto, pero apenas si pasaba el 80%.

“Hay mucha gente que necesita subsistir de alguna manera porque están excluidas totalmente del sistema. No salen a robar porque las pueden matar en un intento de asalto y recibir condenas muchos más duras. Vendiendo estupefacientes, por las cantidades que manejan, hasta pueden ser eximidas de prisión”, comentó la abogada Silvia Furque.

El subcomisario Jorge Luján dice que esta situación se transformó en un verdadero problema porque los líderes de las organizaciones narcos eluden el accionar de la Justicia. “Con este mecanismo ellos nunca tienen la droga en su poder. Eligen a las personas para que las vendan teniendo en cuenta que por sus condiciones podrán cumplir con arrestos domiciliarios o serán eximidos de prisión”, explicó.

En los pasillos de los Tribunales Federales saben que están ante un problema. “Esta actividad va creciendo cada vez más. Estamos sobrepasados y tampoco podemos ir por todos los quioscos”, destacó un funcionario judicial.

Un problema

Molina sostuvo que la gente que atiende los quioscos de las personas no temen ser descubiertas. “En realidad me parece que no tienen miedo porque no saben los riesgos que están corriendo y, mucho menos, que están cometiendo un delito. Además hay otro detalle: ya hay al menos una generación que creció en barrios donde es más fácil comprar cocaína que pan. Están totalmente familiarizados con esa realidad y por eso no se asustan”, destacó en la charla con LA GACETA.

Furque coincidió con su colega, pero al mismo tiempo agregó otra posibilidad: “muchos de los que trabajan con en estos grupos tienen serios problemas de adicciones. Muchos de ellos no quieren dinero por su trabajo, sino droga para consumir. Obviamente que esa situación es un peligro porque termina generando numerosos problemas”.

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