Barbaglia y Gambarte, la misma tragedia 18 años más tarde

Barbaglia y Gambarte, la misma tragedia 18 años más tarde

Bruno Barbaglia conducía su automóvil cuando lo sorprendió la tormenta. Quedó entrampado en la zona del canal Sur y, presa de la correntada, no encontró la forma de escapar. Tenía 21 años y era técnico de computación. A Juan Alejandro Gambarte el aguacero lo atrapó a bordo de su moto en el extremo opuesto del Gran San Miguel, hacia el oeste. La historia, trágica, se repitió. Barbaglia murió en marzo de 1999; Gambarte, ayer. Pasaron 18 años y los tucumanos siguen muriéndose en idénticas circunstancias.

Si a las cifras no se las llena de significados pierden el sentido. 3.500 millones de pesos -el presupuesto calculado por el municipio capitalino para terminar con las inundaciones- pueden interpretarse como una montaña de dinero. Puede ser muchísimo, o puede ser poco si delante hay nombres, rostros, historias. La vida, una vida, cualquier vida, carece de precio, pero la tendencia a deshumanizar los debates determina un perdedor irremediable: la sociedad.

Hay víctimas de la furia de los canales, como Barbaglia y Gambarte. Hay víctimas de la laguna que se forma bajo el puente de la 24 de Septiembre, como el santacruceño Hipólito Brozoski. El agua se mete y arrasa viviendas, arruinando lo que tanto costó conseguir (muebles, electrodomésticos, colchones) y lo que con tanto amor se atesora (recuerdos, fotos, cartas). Lo material y lo simbólico se sumergen con la inundación, dejando un sentimiento de pérdida que no arregla ni todo el oro del mundo. Son personas las que sufren, parece mentira que sea necesario recordarlo, pero los fanáticos del Excel que toman las decisiones no suelen tenerlo en cuenta.

Pocas situaciones resultan tan angustiantes como presenciar el avance del agua. La impotencia es brutal. No se puede hacer nada más que implorar por un milagro. Primero moja la planta de los pies, después llega a los tobillos, a continuación supera la altura de los zócalos. No para de subir, mientras las decisiones deben tomarse a toda velocidad: qué poner a resguardo, qué sacrificar. Miles de tucumanos padecen esas horribles experiencias cada vez que la tormenta se desata en la capital, en el conurbano y en el interior. De esas voces apenas queda registro.

Entre lo obsoleto, lo mal hecho y lo que no se hizo se construye el entramado urbano. La solución de fondo cuesta 3.500 millones de pesos y consiste en un nuevo sistema de desagües pluviales, que crucen la ciudad de punta a punta. El municipio apunta también que sin un sistema integrado con Yerba Buena y Tafí Viejo no habrá infraestructura que aguante, porque es imprescindible redireccionar el agua para que no confluya en los mismos canales. ¿Quién y cuándo aportará la financiación?

Los episodios de la semana pasada en La Cocha y Alberdi fueron impactantes, en especial el cráter que partió la ruta 38 por culpa de una alcantarilla que no soportó tanta presión. A ese escenario propio del cine catástrofe lo alimentó la tragicómica viñeta de la retroexcavadora que se precipitó al inframundo y demoró 48 horas la reparación del camino. Mientras tanto, cientos de familias quedaron aisladas en La Posta, El Jardín, Huasa Pampa Sud y El Suncho, localidades cuyos nombres se reiteran año a año si de inundaciones se habla. El Tucumán rural afronta sus propios problemas, con diferentes causas y efectos, pero siempre aparece el agua como protagonista.

Juan Minetti, profundo conocedor de las variables climáticas en la región, le había anticipado a LA GACETA la inminencia de la tormenta que, finalmente, cayó el miércoles. Y agregó que habrá otra, igual de virulenta -o más-, a fin de mes. Con lo que podemos conjeturar que hay vidas de tucumanos en peligro a la vuelta de los días. Qué dramática es la certeza de que la ciudad volverá a inundarse pronto y que no hay nada que pueda hacerse para impedir el sufrimiento de tantos comprovincianos.

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