Morir ahogado en el Tucumán extremo
En Tucumán no hay términos medios. Desde el clima hasta la inseguridad, pasando por las pasiones, todo es extremo. Basta observar los estadios de Atlético y de San Martín, que explotan sin importar la categoría en la que jueguen sus equipos. Los contrastes sociales también son impresionantes: en apenas 20 cuadras conviven la riqueza y el poder (representados por Casa de Gobierno y la city bancaria) y la miseria más extrema (los barrios que están al este del parque 9 de Julio, entre ellos, la Costanera infame). Y está tan naturalizado que nadie parece escandalizarse.

Un ejemplo más de la intensidad macabra con la que se vive en Tucumán es que una mochila, un par de zapatillas o un reloj se convirtieron en motivo suficiente para que un ladrón (últimamente a bordo de una moto) fusile a su víctima. Y en este universo hasta las situaciones más cotidianas son explosivas. Porque cuando hace calor, hace calor en serio y la temperatura puede llegar a los 40 grados sin muchas dificultades. Pero, al mismo tiempo, cualquier lluvia de verano tiene la potencia suficiente como para paralizar ciudades y dejar a decenas de familias fuera de sus hogares. Es lo que ocurrió el jueves, es lo que ocurre desde hace décadas y todo indica que es lo que seguirá sucediendo. A menos que aparezcan $ 3.500 millones y que logren ponerse de acuerdo aquellos que tienen poder de decisión en la Provincia y tres municipios gobernados por funcionario de distinto signo político. A simple vista, un panorama complicado en extremo.

Va un ejemplo. Si usted vive en Yerba Buena y se alegra de las obras que se hicieron para que la avenida Aconquija deje de inundarse en cada tormenta, también debería saber que eso que a usted alegra constituye el peor escenario para otros tucumanos que no viven demasiado lejos de su casa. Porque toda esa agua que ya no corre por la avenida ahora es derivada al Boulervard 9 de Julio y de ahí va al Canal Sur. Allí se suma a los millones y millones de litros cúbicos que corren por el canal durante las lluvias fuertes y que, al desbordar (cosa que ocurre con pasmosa frecuencia) inundan barrios sencillos y asentamientos que se encuentran al sur de la Roca. Es como si para solucionar un problema en un lugar determinado (y con muchísima visibilidad, claro) se sacrificara a los que están un poco más alejados, en los márgenes de la ciudad, donde no suelen llegar ni los turistas, ni las grandes marcas, ni los medios, ni los políticos (salvo en la previa de las elecciones y, en general, a través de sus punteros).

Pero lo grave es que Yerba Buena no sólo le aporta agua al Canal Sur mediante el recientemente entubado Boulevard, sino que también lo hace a través del canal Caínzo, de la avenida Perón y del canal del Camino de Sirga. A eso hay que sumarle que el 60% del agua de lluvia de la capital termina en el mismo canal. Un dato más: este curso de agua no depende ni de uno ni de otro municipio, sino del Gobierno provincial mediante la Dirección Provincial del Agua. Y no está de más recordar que tras las inundaciones de marzo de 2015, que lo dejaron casi en ruinas, demoraron más de un año en arreglarlo. Pero ese es tema para otro debate.

En las oficinas de la intendencia de San Miguel de Tucumán están convencidos de que la solución definitiva a este problema es desarrollar una red de desagües pluviales por todo San Miguel de Tucumán. Para ello se deberán construir cuencas alargadas, es decir, vías de drenaje más chicas que un canal y que, al estar dispuestas cada cuatro o cinco cuadras, captarán el líquido que corra por las calles. De acuerdo con las estimaciones de la Subsecretaría de Planificación Urbana, esta obra tiene un costo aproximada de $ 3.500 millones, es decir, casi un 7% del presupuesto total de la Provincia de Tucumán para 2017.

Pero seamos optimistas e imaginemos que la intendencia obtiene el dinero, lo administra con eficiencia y concreta las obras ¿Esto alcanzará para que los automovilistas dejen de amontonarse en las estaciones de servicio de Mate de Luna y Ejército del Norte durante horas a la espera de que baje el agua? ¿Y que los vecinos de los Chañaritos, del Alejandro Heredia, del San Alberto y de tantos otros barrios dejen de tenerles miedo a las nubes negras? ¿Y que perdamos la triste costumbre de que cada tormenta es una potencial causa de muertes? Claramente no. Para empezar, en Yerba Buena es necesario generar otro canalizador de agua que derive el líquido a algún otro curso que no sea el ya insuficiente Canal Sur. El arroyo El Manantial es una opción a tener en cuenta.

Es que si San Miguel de Tucumán, Yerba Buena, Tafí Viejo y el Gobierno provincial no empiezan a planificar las obras pluviales en conjunto y con una mirada que supere las diferencias y mezquindades políticas, los ciudadanos estarán condenados a sobrevivir bajo el agua. Porque en este Tucumán de los extremos, hasta los chaparrones casuales de una tarde de verano pueden generar tragedias.

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