Las viandas del ministro
Aún con el humo de los bombardeos entre poderes flotando en el aire, los dirigentes se dieron maña para avanzar en lo que verdaderamente les interesa: el año electoral. Paradójicamente, para quienes comulgan con el macrismo y para quienes quieren derrotarlo, el protagonista de los últimos movimientos con impacto en Tucumán fue el mismo.

Aunque haya pasado inadvertido, Rogelio Frigerio jugó un papel importante durante febrero. El ministro del Interior de la Nación mantuvo dos encuentros de los que ni siquiera sus participantes quisieron dar cuenta. El primero, llamativamente, no fue con un representante de Cambiemos, sino con el hombre más influyente que tuvo el kirchnerismo en esta provincia en los últimos 12 años. En Buenos Aires, y con el viceministro del Interior, Sebastián García de Luca, como único testigo, Frigerio y José Alperovich almorzaron entre diagnósticos políticos, sonrisas y chanzas. El funcionario macrista y el senador son dos viejos conocidos, más allá del rol que ocupa hoy cada uno. Sobre la base de esa vieja relación, el ex gobernador gestionó la reunión. Ante Frigerio, Alperovich se presentó como el jefe político del justicialismo tucumano, y reclamó al ministro un mejor trato de la Nación hacia su sucesor en la Gobernación, Juan Manzur. Ofreció, a cambio, “reciprocidad” de la Provincia, a sabiendas de que el macrismo necesita votos en el Congreso. Luego, ya en el terreno de las elucubraciones políticas, Frigerio habría indagado al senador acerca de la realidad de los acólitos del Presidente en Tucumán. Puntualmente, acerca del radical José Cano y del peronista Domingo Amaya. Alperovich no hizo ninguna valoración seria, más allá de transmitir su sensación de que las caminatas dieron sus frutos a Amaya, pero sí le dijo a su interlocutor -mitad en broma y mitad en serio- que a cualquiera de los dos les ganaría y que, en los comicios de este año, el oficialismo local obtendrá tres de las cuatro bancas de diputados que se renuevan.

Frigerio se debe haber quedado pensando tras ese mitin, porque semanas después organizó en su despacho una cumbre entre el titular del Plan Belgrano y el secretario de Vivienda, con García de Luca como fedatario. Cano fue el que con menos expectativas llegó a ese encuentro, y a los pocos minutos de charla hizo la salvedad de que todo lo relacionado con el armado electoral en el interior será resuelto por la cúpula de la UCR, y no dentro de un despacho. Esto, a colación de lo que hoy mantiene en tensión a Cambiemos: la conformación de las listas. El mensaje del ministro es claro, para ganar las elecciones de agosto y de octubre será necesario que jueguen todos. Y fuerte.

La citación de Frigerio a los macristas tucumanos no es menor, porque se dio luego de varias semanas de quejas cruzadas entre los ex compañeros de fórmula a la Gobernación. Amaya, con la venia del ministro, camina desde el año pasado el interior tucumano, y está decidido a ser candidato en las PASO. Frigerio es, dentro del gabinete, uno de los que más defiende la idea de unas Primarias potentes para fortalecer la alianza gobernante. Cano, en cambio, está en la otra posición. En ese contexto, las recorridas de Amaya son motivo de rezongo permanente dentro de ese desmadre que es hoy Cambiemos en Tucumán. Hay radicales que se pelean entre ellos para ver quién puede ser, en caso que Cano finalmente no sea candidato, otros que demandan a Amaya porque no los hace partícipes de sus periplos por barrios y pueblos y están aquellos ligados a la senadora Silvia Elías de Pérez, que advierten que no trabajarán para un peronista. En el medio, los macristas sienten el derecho de estar en la lista pero no saben cómo despegar; el espacio del díscolo Ariel García amenaza con entorpecer al canismo y el intendente Germán Alfaro se hace a un lado: en la última reunión de Cambiemos, advirtió que si Cano y Amaya se enredan en disputas estériles él no jugará para ningún sector.

Hoy, la alianza nacional naufraga entre la falta de definiciones de la Casa Rosada sobre el rumbo electoral y los vicios internos que la aquejan. El oficialismo local, en cambio, ha cerrado filas en los últimos días y lo hizo con un mensaje intimidante: la omnipresencia de Alperovich.

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