Enfermedad mental en 1742

Enfermedad mental en 1742

El caso de Pedro Bazán Ramírez de Velasco.

EN UN TRONCO. Talla donde aparece el nombre de don Pedro Bazán Ramírez de Velasco, hallazgo de la expedición Liberani-Hernández de 1877. EN UN TRONCO. Talla donde aparece el nombre de don Pedro Bazán Ramírez de Velasco, hallazgo de la expedición Liberani-Hernández de 1877.
Un problema que demandó la redacción de largas páginas al escribano del Cabildo de San Miguel de Tucumán fue el suscitado al promediar 1742. Ocurría que el Maestre de Campo don Pedro Bazán Ramírez de Velasco había renunciado a su cargo de depositario General y el Cabildo dudaba de su estado mental.

El 2 de julio, los capitulares fueron a la casa de don Pedro y, dice el acta, “se le halló de medio cuerpo abajo desnudo y sin poderle entender lo que hablaba”. Lo habían traído de su estancia para que lo curase un religioso, quien intentaba ahora “volverlo a su juicio”. Entonces, el Cabildo requirió una serie de testimonios porque, dado el cargo que desempeñaba el enfermo, “podía Su Majestad quedar damnificada” con la renuncia.

Así, se sucedieron varias declaraciones de testigos. La mujer que lo cuidaba, María Olea, dijo que “lo ha visto estar demente y que aun así lo trajeron; que se mantiene de la misma forma, y que ella es quien lo levanta, y le da de comer, y asimismo le está mudando su ropa cada rato, porque está haciendo sus aguas mayores y menores en la cama, sin sentir ni conocimiento de ello, como es público a toda la casa y a los que van a verle”.

Otra declaración, de Claudio de Medina, aseguraba que “es notorio que está desnudándose continuamente, pues si no tuviera medio cuerpo baldado arrojaría la camisa y se levantaría”. Don Lucas de Córdoba manifestó que “lo vio en diferentes condiciones en su hacienda del Conventillo, y lo hallaba perturbado y balbuciente; en las razones que hablaba, no le entendía cosa alguna, sobre que le repetía qué quería decir lo que hablaba, y que entonces callaba y se ponía a reír y otras llorando”. Evidentemente, aquejaba a don Pedro la enfermedad mental que poco después lo llevaría la tumba. Al fin, se le aceptó la renuncia, y quedó en su cargo don Felipe Antonio de Alurralde.

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