Por Indalecio Francisco Sanchez
23 Febrero 2017
El acuerdo 551 del Tribunal de Cuentas, del 14 de febrero, se recordará como el mojón que reavivó el debate por los “gastos sociales” de la Legislatura. El organismo de contralor no hizo más que observar una erogación de la Legislatura para promoción de los actos de ese poder del Estado. Sin embargo, los parlamentarios estallaron en bronca porque esa salida de dinero, por $ 200.000 mensuales, estaría vinculada a un legislador de la oposición cercano a la Presidencia del cuerpo. De hecho, el mismísimo hombre en cuestión habría hecho gala, en diversas ocasiones, de ese vínculo con la publicación beneficiaria del dinero legislativo.
Inmediatamente, la mayoría de los integrantes de la Cámara ataron cabos y llegaron a una conclusión: su par estaría recibiendo un “trato preferencial” (nadie aquí está hablando de que los legisladores reciban dinero por otro concepto que no sea el de su dieta, como manda la ley) de las autoridades de la Cámara por una vía indirecta.
El tema se instaló en apenas un par de horas en la agenda legislativa interna, esa que se desarrolla entre los pisos del espejado edificio y el whatsapp de los parlamentarios. Todos se preguntaban por qué pasó eso, de dónde salía tanto dinero y, lo más importante, cómo iban a hacer ahora para enfrentar lo que sería otra ola de críticas hacia el manejo de los fondos legislativos. Algunos hasta pensaron en hablar con el vicegobernador, Osvaldo Jaldo, para preguntarle qué estaba pasando, porque fue él quien autorizó el gasto, que -según los propios legisladores- no se condice con otras erogaciones por conceptos similares que venía haciendo el Parlamento. Uno que otro hasta estaría evaluando efectuar un pedido formal de informes.
De una u otra forma, la yunta de palabras “gastos sociales” se instaló de nuevo, cuando ya parecía lejana u olvidada, tras el escándalo de las valijas llenas de efectivo que salían de un banco y viajaban derecho al moderno edificio donde están los despachos legislativos.
Hasta aquí va el relato de cómo tomaron los legisladores, puertas adentro, la “novedad” con el bendito acuerdo del Tribunal de Cuentas. ¿Se habrán percatado que, de los ventanales espejados para afuera, se harán lecturas mucho más perniciosas para el poder estatal que representan? La primera es que persiste una extraña discrecionalidad para utilizar el dinero del Estado que llega a la Cámara, sin parámetros aparentes de relevancia o predilección en por qué se destinan fondos a una fundación u a otra o de qué magnitud es ese aporte. ¿No debería quedar más que claro ello si se trata del aporte, en definitiva, de todos los tucumanos? La segunda especulación es que si los propios legisladores dudaron de su líder y de uno de sus pares, daría la impresión de que están nerviosos por la carencia de recursos y siguen atentamente los movimientos de su conductor. ¿Es que realmente no apoyan las medidas de transparencia que anunció Jaldo tras el escándalo de las valijas? Una tercera reflexión, de varias más posibles, es que parecieran continuar poco claros los recursos que utiliza la Cámara. ¿Necesita tremendo poder de fuego económico para subsidios diversos o qué se hace con todo el dinero que “sobra” cuando se pagan dietas y sueldos de trabajadores todos “blanqueados” desde la nueva gestión?
Muchas preguntas y demasiado ruido para una acordada de pocas palabras, que responde a un acto administrativo de rutina...
Abrazados y en familia
Mientras tanto, gran parte del peronismo alpero-manzurista finalmente parece encaminado a marchar unido a la batalla de octubre. O al menos esa lectura hicieron oficialistas y opositores luego de observar la foto en la que Juan Ruiz Olivares, Jaldo, Roque Alvarez y Juan Manzur -en la imagen, en ese orden- aparecen abrazados y sonrientes tras el acto de Acción Regional. El “Gallego” y el “Profe” venían coqueteando con llevar ese sello que recolectó intendentes, concejales, legisladores y delegados comunales a la vereda de enfrente, bajo la tutela de Domingo Amaya. Parece que eso ya quedó en el olvido y seguramente algún pope de ese espacio termine a la cabeza de la lista oficialista de diputados.
Inmediatamente, la mayoría de los integrantes de la Cámara ataron cabos y llegaron a una conclusión: su par estaría recibiendo un “trato preferencial” (nadie aquí está hablando de que los legisladores reciban dinero por otro concepto que no sea el de su dieta, como manda la ley) de las autoridades de la Cámara por una vía indirecta.
El tema se instaló en apenas un par de horas en la agenda legislativa interna, esa que se desarrolla entre los pisos del espejado edificio y el whatsapp de los parlamentarios. Todos se preguntaban por qué pasó eso, de dónde salía tanto dinero y, lo más importante, cómo iban a hacer ahora para enfrentar lo que sería otra ola de críticas hacia el manejo de los fondos legislativos. Algunos hasta pensaron en hablar con el vicegobernador, Osvaldo Jaldo, para preguntarle qué estaba pasando, porque fue él quien autorizó el gasto, que -según los propios legisladores- no se condice con otras erogaciones por conceptos similares que venía haciendo el Parlamento. Uno que otro hasta estaría evaluando efectuar un pedido formal de informes.
De una u otra forma, la yunta de palabras “gastos sociales” se instaló de nuevo, cuando ya parecía lejana u olvidada, tras el escándalo de las valijas llenas de efectivo que salían de un banco y viajaban derecho al moderno edificio donde están los despachos legislativos.
Hasta aquí va el relato de cómo tomaron los legisladores, puertas adentro, la “novedad” con el bendito acuerdo del Tribunal de Cuentas. ¿Se habrán percatado que, de los ventanales espejados para afuera, se harán lecturas mucho más perniciosas para el poder estatal que representan? La primera es que persiste una extraña discrecionalidad para utilizar el dinero del Estado que llega a la Cámara, sin parámetros aparentes de relevancia o predilección en por qué se destinan fondos a una fundación u a otra o de qué magnitud es ese aporte. ¿No debería quedar más que claro ello si se trata del aporte, en definitiva, de todos los tucumanos? La segunda especulación es que si los propios legisladores dudaron de su líder y de uno de sus pares, daría la impresión de que están nerviosos por la carencia de recursos y siguen atentamente los movimientos de su conductor. ¿Es que realmente no apoyan las medidas de transparencia que anunció Jaldo tras el escándalo de las valijas? Una tercera reflexión, de varias más posibles, es que parecieran continuar poco claros los recursos que utiliza la Cámara. ¿Necesita tremendo poder de fuego económico para subsidios diversos o qué se hace con todo el dinero que “sobra” cuando se pagan dietas y sueldos de trabajadores todos “blanqueados” desde la nueva gestión?
Muchas preguntas y demasiado ruido para una acordada de pocas palabras, que responde a un acto administrativo de rutina...
Abrazados y en familia
Mientras tanto, gran parte del peronismo alpero-manzurista finalmente parece encaminado a marchar unido a la batalla de octubre. O al menos esa lectura hicieron oficialistas y opositores luego de observar la foto en la que Juan Ruiz Olivares, Jaldo, Roque Alvarez y Juan Manzur -en la imagen, en ese orden- aparecen abrazados y sonrientes tras el acto de Acción Regional. El “Gallego” y el “Profe” venían coqueteando con llevar ese sello que recolectó intendentes, concejales, legisladores y delegados comunales a la vereda de enfrente, bajo la tutela de Domingo Amaya. Parece que eso ya quedó en el olvido y seguramente algún pope de ese espacio termine a la cabeza de la lista oficialista de diputados.
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