Todorov, el arte y la moral

Todorov, el arte y la moral

FILÓSOFO Y CRÍTICO. El pensador búlgaro murió el pasado martes 7, a los 77 años. FILÓSOFO Y CRÍTICO. El pensador búlgaro murió el pasado martes 7, a los 77 años.

En ¡El arte o la vida! (Edhasa, 2016), el intelectual recientemente fallecido piensa el corazón del acto creador y también las razones por las cuales una obra despierta sentimientos de belleza, provoca actos éticos y abre el camino al conocimiento

19 Febrero 2017

Por Fabián Soberón - Para LA GACETA - Tucumán

En Arte y moral, Todorov repasa las dos concepciones sobre las relaciones entre arte y moral. La idea clásica sostiene que el arte debe servir a la virtud. En cambio, lo que Todorov llama la concepción moderna postula, como Oscar Wilde, que el arte es inútil, que no tiene otro fin que servirse a sí mismo. Sin embargo, Todorov muestra que el propio Wilde y Baudelaire dejan un hilo abierto de la trama conceptual. Tanto Wilde como Baudelaire sostienen que si bien es inútil el arte, el hombre busca la perfección de la vida en el arte. Y esta idea da un puntapié para repensar la cuestión de la separación radical que habían establecido los modernos entre arte y moral. Todorov expone la hipótesis de la escritora norteamericana Iris Murdoch. Esta autora sostiene que el arte y la moral son “una sola y misma cosa”. La búsqueda artística hace que el artista vaya más allá de su propio yo en busca de la verdad del mundo. Es decir, el verdadero artista no se recluye en su propio yo sino que descubre una zona del mundo que hasta ese instante no había sido descubierta. De este modo, Murdoch entiende que el artista borra su yo y encuentra un fragmento de mundo. En esa zona encuentra a los otros. Al encontrar a los otros, restituye la moral propia e inalienable del arte. Artista, según Murdoch, es aquel que habla del problema moral de los otros a través de su obra. Todorov argumenta que la idea de Murdoch muestra que la moral expulsada por los modernos vuelve como un objetivo no buscado: la moral aparece inevitable en esa especie de antiegocentrismo propio del arte. Luego Todorov matiza esta hipótesis y dice que “el acto artístico es también un acto ético y un acto de conocimiento, pero lo que es verdad de la obra no lo es necesariamente de su autor y de su lector”. Es decir, la obra encarna una visión ética y cognoscitiva que el autor ha logrado recoger a partir de su mirada del mundo. Pero eso no implica que el propio autor sea ético. Y tampoco implica un mejoramiento ético en el lector o espectador de la obra. La ética y la posibilidad cognoscitiva que residen en la obra son propias de la obra y no del autor ni de su lector. Todorov va un poco más allá cuando cita a Murdoch: “La relación del arte con la verdad y el bien debe ser la preocupación fundamental de toda crítica seria del arte”. Para Todorov, la crítica seria es la que entiende que una obra es una unidad que entraña una verdad ética y una dimensión cognoscitiva como elementos inseparables de la obra. Para Todorov, entonces, si la crítica busca elucidar el sentido, la crítica aspira a encontrar un “sentido que convoca simultáneamente sus dimensiones cognoscitiva, ética y estética.”

El arte en sentido extramoral

La hipótesis de Todorov permite revisar la concepción romántica de la verdad en el arte. No creo que el arte tenga o pueda tener una función cognoscitiva. En todo caso, el artista no busca conscientemente la verdad. En un sentido, puede ocurrir que una obra de arte -novela, pintura, cine- le muestre a un espectador una verdad sobre su vida particular. Pero ese fenómeno es el efecto (el producto) pero no el fin del artista. El artista explora el mundo, busca cuestiones, reflexiona sobre ellas, crea una pieza exquisita o extraña y en todo caso el mundo que queda en la obra es un resto, una huella difusa o nítida -según sea el caso- de la realidad. La hipótesis de Todorov hace repensar el postulado “romántico” de Heidegger pero en un sentido moral o extramoral. Es decir, las películas y las novelas rescatan una dimensión moral del mundo. ¿Cuáles son los asuntos morales que trasladan las obras? ¿Felicidad, amor, celos, muerte, suicidio? Quizás una obra de arte nos permita volver a pensar un problema moral: una película nos hace ver desde un punto de vista inusitado la cuestión del suicidio, el sentido de la vida o la felicidad. Y en esta dirección, puede ser cierto lo que plantea Todorov.

Una película es un ómnibus, un transporte. Desde esta perspectiva, cumple con la etimología de metáfora. Una metáfora es un traslado de sentido. Y si una obra está hecha de metáfora no es imposible pensar en el arte como un transporte de problemas morales. Sostengo, entonces, que la obra no tiene un fin moral pero su condición de metáfora le permite comprimir y trasladar las cuestiones morales. Pero esto no hace que una obra por sí misma sea moral o inmoral. No podemos juzgar una obra por su capacidad para descargar o transferir valores morales. En cualquier caso, el arte es portador de mundo y no objeto de juicio moral.

© LA GACETA

Publicidad


Tamaño texto
Comentarios
Comentarios